Una amplia investigación realizada en China sugiere que los niveles bajos de vitamina D en mujeres embarazadas se asocian con un mayor riesgo de caries en sus hijos durante los primeros años de vida. El hallazgo apunta a que la salud dental podría empezar a definirse incluso antes del nacimiento.
La caries infantil temprana sigue siendo uno de los problemas de salud más extendidos entre menores de seis años en todo el mundo. A pesar de décadas de campañas centradas en el cepillado, el consumo de azúcar y el uso de flúor, las cifras continúan siendo elevadas. En varios países europeos, alrededor de uno de cada cuatro niños de cinco años presenta caries activas, mientras que en partes de Asia la situación es todavía más alarmante.
En este contexto, un estudio de gran escala desarrollado en China propone ampliar el enfoque preventivo más allá de la infancia temprana y situarlo en una etapa previa: el embarazo. La investigación, publicada en JAMA Network Open, analizó cómo los niveles de vitamina D en mujeres gestantes se relacionan con la aparición de caries en la dentición temporal de sus hijos hasta los seis años. Los resultados sugieren una asociación clara y gradual: cuanto menor es la vitamina D materna, mayor es el riesgo de caries en la infancia.
El papel biológico de la vitamina D en la formación dental
La vitamina D es ampliamente conocida por su función en la salud ósea, pero su importancia va mucho más allá de los huesos. Durante el desarrollo fetal, esta vitamina desempeña un papel clave en la regulación del metabolismo del calcio y del fósforo, dos minerales esenciales para la formación de tejidos duros como huesos y dientes.
“Biológicamente, se sabe que la vitamina D regula el metabolismo del calcio y el fósforo en la madre, proporcionando los minerales necesarios para la mineralización del esmalte y la dentina”, explica Yunxian Yu, uno de los autores principales del estudio, en declaraciones recogidas por medios especializados en divulgación científica. Este proceso ocurre, en gran medida, mientras el feto permanece en el útero.
Los dientes de leche comienzan a formarse y a mineralizarse durante el segundo y el tercer trimestre del embarazo. Aunque no erupcionan hasta meses después del nacimiento, su estructura básica queda definida antes del parto. Si durante ese periodo crítico hay una disponibilidad insuficiente de vitamina D, el esmalte puede formarse con menor densidad mineral, volviéndose más vulnerable a la acción de los ácidos producidos por las bacterias orales tras el nacimiento.
Además de su efecto estructural, la vitamina D también podría influir en la respuesta inmunitaria de la cavidad oral. Algunos estudios previos sugieren que esta vitamina participa en la producción de péptidos antimicrobianos que ayudan a controlar las bacterias responsables de la caries. No obstante, los mecanismos exactos de esta posible protección inmunológica todavía no están completamente definidos.
Un estudio longitudinal de gran escala
Para explorar esta relación con mayor precisión, el equipo de investigación recurrió a una cohorte amplia de madre-hijo en China. Los niveles de vitamina D en sangre se midieron en tres momentos clave del embarazo: el primer trimestre, entre las semanas 8 y 14; el segundo trimestre, entre las semanas 24 y 28; y el tercer trimestre, entre las semanas 32 y 36.
Las mediciones se realizaron mediante cromatografía líquida acoplada a espectrometría de masas en tándem, una técnica considerada el estándar de referencia por su alta precisión. El marcador utilizado fue la 25-hidroxivitamina D, conocida como 25(OH)D, que es la forma más fiable para evaluar el estado de vitamina D en el organismo.
Tras el nacimiento, los hijos de las participantes fueron sometidos a revisiones dentales periódicas realizadas por profesionales, desde la dentición temprana hasta los seis años de edad. Este seguimiento prolongado permitió a los investigadores registrar de manera sistemática la aparición de caries tempranas y relacionarlas con los datos recogidos durante la gestación.
Resultados que muestran un patrón gradual
El análisis estadístico reveló una asociación consistente entre niveles más bajos de vitamina D materna y una mayor prevalencia de caries en los niños. Según detalla Yu, “en el segundo trimestre, cada disminución de una unidad en 25(OH)D se asoció con aproximadamente un 2 por ciento más de riesgo de caries en el niño, mientras que en el tercer trimestre el aumento fue de alrededor del 1 por ciento”.
Aunque estos incrementos pueden parecer modestos de forma aislada, su efecto acumulativo resulta significativo. Los niños cuyas madres presentaban niveles insuficientes de vitamina D durante el tercer trimestre mostraron un 44 por ciento más de probabilidad de desarrollar caries tempranas. En los casos de deficiencia severa, el riesgo se elevó hasta un 63 por ciento.
El patrón observado no fue abrupto ni mostró un punto de corte claro. En lugar de ello, los datos indicaron una relación progresiva y continua. A lo largo de todo el rango de valores medidos, el riesgo de caries aumentaba de forma escalonada a medida que descendían los niveles de vitamina D, independientemente del trimestre analizado.
¿Existe un umbral de seguridad?
A pesar de la ausencia de un límite biológico preciso, el estudio señala una referencia práctica relevante. Los investigadores observaron que concentraciones de 25(OH)D por debajo de 30 ng/mL se asociaban de manera consistente con un mayor riesgo de caries infantiles. Este valor coincide con el umbral que muchas guías internacionales utilizan para definir niveles adecuados de vitamina D en adultos.
Sin embargo, los propios autores advierten que este punto debe interpretarse con cautela. No se trata de una frontera que separe de forma tajante el riesgo de la protección, sino de una orientación basada en tendencias poblacionales. Valores ligeramente superiores no garantizan por sí solos la ausencia de caries, del mismo modo que valores algo inferiores no determinan necesariamente un desenlace negativo.
Asociación, no causalidad
Uno de los aspectos clave que subraya el estudio es su naturaleza observacional. Aunque la relación entre vitamina D materna y caries infantiles es estadísticamente robusta, no permite establecer una relación causal directa. “La investigación no puede demostrar que niveles bajos de vitamina D causen directamente caries, ni confirmar que la suplementación las prevenga”, reconoce Yu.
Este matiz resulta fundamental para evitar interpretaciones simplistas. Factores como la dieta del niño, la frecuencia del cepillado, el consumo de azúcares, el acceso a flúor y las condiciones socioeconómicas siguen siendo determinantes del riesgo de caries y, en muchos casos, tienen un efecto mucho mayor.
De hecho, los propios investigadores señalan que prácticas como un consumo elevado de azúcar o una higiene oral deficiente pueden duplicar o incluso triplicar el riesgo de caries, superando ampliamente la influencia atribuida a la vitamina D prenatal. Aun así, la importancia del hallazgo radica en su momento de actuación: la vitamina D podría contribuir a fortalecer el esmalte antes de que los dientes entren en contacto con el entorno oral.
Un enfoque preventivo desde el inicio de la vida
La idea de intervenir antes del nacimiento aporta una perspectiva novedosa a la prevención de la caries. Mientras que la mayoría de las estrategias actuales actúan una vez que los dientes ya han erupcionado, la vitamina D podría influir en la calidad del esmalte desde su formación inicial.
“Puede ayudar a que los dientes sean más fuertes desde el principio y actuar en conjunto con hábitos saludables después del nacimiento”, señala Yu. Esta visión integradora no sustituye las recomendaciones clásicas, pero añade una capa adicional de prevención que podría ser especialmente relevante en poblaciones con alta prevalencia de deficiencia de vitamina D.
En este sentido, el estudio también refuerza la importancia de la salud materna como un factor clave en el bienestar infantil a largo plazo. La nutrición durante el embarazo no solo influye en el peso al nacer o en el desarrollo neurológico, sino que también puede dejar una huella duradera en estructuras que acompañarán al individuo durante toda su vida.
Implicaciones prácticas y futuras investigaciones
Los autores son prudentes a la hora de formular recomendaciones específicas, pero coinciden en un mensaje general. Mantener niveles adecuados de vitamina D antes y durante el embarazo podría aportar beneficios que van más allá de la salud ósea. “Aconsejamos a los futuros padres mantener valores adecuados de vitamina D mediante una exposición solar segura, la alimentación o suplementos, antes y durante el embarazo y también en la primera infancia”, indica Yu.
No obstante, la pregunta clave —si la suplementación con vitamina D durante la gestación reduce de forma directa la incidencia de caries— todavía permanece abierta. Para responderla, serán necesarios ensayos clínicos diseñados específicamente con ese objetivo. El equipo de investigación ya trabaja en la recopilación de datos adicionales que no pudieron incluirse en este primer análisis, como hábitos de cepillado infantil, consumo de azúcares y uso de flúor.
Estos datos permitirán afinar los modelos y sentar las bases para estudios de intervención que evalúen el impacto real de la suplementación. Mientras tanto, el trabajo publicado en JAMA Network Open se suma a un número creciente de investigaciones que destacan el papel de la vitamina D como un componente multifacético de la salud humana.
Lejos de ofrecer soluciones rápidas, el estudio propone una reflexión más amplia: la prevención de enfermedades comunes como la caries podría comenzar mucho antes de lo que tradicionalmente se ha considerado, en un momento en el que la salud dental todavía es invisible, pero ya está en construcción.

Sin comentarios