Las madres que dan a luz mediante cesárea tienen más probabilidades de sufrir dolor intenso que interfiere con el sueño y las actividades cotidianas, y presentan un mayor riesgo de desarrollar un trastorno del sueño en los meses posteriores al parto, en comparación con las mujeres que tienen un parto vaginal.
El hallazgo proviene de una investigación presentada en la reunión anual ANESTHESIOLOGY® 2025, organizada por la American Society of Anesthesiologists (ASA). Los resultados destacan un aspecto poco considerado en la recuperación posparto: la calidad del descanso. En declaraciones difundidas por EurekAlert!, la investigadora destacó que “el sueño se pasa por alto con frecuencia durante la recuperación después del parto, pero es fundamental para la salud física y mental de las madres”, señaló Moe Takenoshita, autora principal del estudio e investigadora en el Stanford University Center for Academic Medicine, en Palo Alto, California. Según la especialista, “las cesáreas parecen aumentar el riesgo de dolor severo y de trastornos del sueño, lo que puede contribuir a la depresión posparto, problemas de concentración y memoria, así como a una sensación persistente de fatiga. Además, puede afectar el vínculo con el bebé, la familia y los amigos”.
El estudio arroja luz sobre un vínculo que hasta ahora había recibido poca atención: la relación entre la cirugía obstétrica y el descanso materno. Los resultados apuntan a que el tipo de parto influye de manera significativa no solo en la recuperación física, sino también en el bienestar emocional y cognitivo de las mujeres durante los meses posteriores al nacimiento.
Dolor y alteraciones del sueño: una conexión ignorada
Para comprender mejor el impacto del tipo de parto en la salud del sueño, los investigadores combinaron un enfoque cualitativo con un análisis masivo de datos. En una primera fase, entrevistaron a 41 mujeres: 24 con partos vaginales, 11 con cesáreas programadas y 6 con cesáreas de emergencia. Los resultados fueron reveladores. Más de dos tercios de las madres que habían pasado por una cesárea reportaron dolor lo suficientemente intenso como para interferir con su descanso nocturno y con las actividades diarias. En las cesáreas programadas, el 73% de las mujeres mencionó que el dolor afectaba su sueño y su vida cotidiana, mientras que el porcentaje fue del 67% en las cesáreas no planificadas. En contraste, solo un 8% de las mujeres que tuvieron un parto vaginal informó una experiencia similar.
Este hallazgo sugiere que el dolor posoperatorio no solo es más frecuente en las madres que se someten a una cesárea, sino que además persiste durante semanas o incluso meses, afectando la calidad del sueño y, con ello, la recuperación global. Las alteraciones del descanso pueden, a su vez, desencadenar o agravar problemas emocionales, como la depresión posparto, y afectar el funcionamiento cognitivo, la energía y la capacidad de cuidar del recién nacido.
“Dormir bien es esencial para que el cuerpo y la mente se recuperen”, explicó Takenoshita. “Cuando el dolor impide descansar, se crea un círculo vicioso: el cansancio reduce la tolerancia al dolor, lo que a su vez dificulta dormir. Es una cadena que puede prolongar el sufrimiento y retrasar el bienestar de la madre”.
Análisis de más de un millón y medio de partos
La segunda fase del estudio consistió en una amplia revisión de datos médicos. El equipo de Stanford analizó una base nacional de seguros médicos en Estados Unidos con información de más de 1,5 millones de mujeres que dieron a luz entre 2008 y 2021. Los resultados fueron contundentes: las madres que tuvieron una cesárea presentaron un 16% más de probabilidades de recibir un diagnóstico nuevo de trastorno del sueño dentro del primer año después del parto, en comparación con las que tuvieron un parto vaginal.
Entre los diagnósticos más frecuentes figuraron el insomnio y la apnea del sueño, dos afecciones que pueden tener un impacto significativo en la calidad de vida y en la salud mental. Aunque el estudio no demuestra una relación causal directa —es decir, no puede afirmar que la cesárea cause el trastorno del sueño—, sí revela una correlación estadísticamente relevante y permite identificar a un grupo de riesgo que hasta ahora había pasado inadvertido en la atención posparto.
Takenoshita destacó que el equipo planea profundizar en los mecanismos fisiológicos y psicológicos detrás de esta asociación. Se sospecha que la combinación de factores físicos, como el dolor de la herida quirúrgica, la inflamación y los cambios hormonales, junto con el estrés emocional y la falta de descanso, puede alterar los patrones de sueño durante la recuperación.
El papel del dolor en la recuperación materna
El estudio también subraya un mensaje importante para los profesionales de la salud: la necesidad de un manejo adecuado del dolor tras la cesárea. La anestesióloga estadounidense explicó que, cuando el dolor no se trata de forma adecuada, puede alterar profundamente el descanso y generar una espiral de agotamiento, ansiedad y lentitud en la cicatrización.
“Un manejo eficaz del dolor no solo ayuda a la recuperación física, sino que también mejora la calidad del sueño y previene complicaciones emocionales como la depresión posparto”, comentó la especialista. Por ello, recomienda que los equipos médicos incluyan una evaluación sistemática del sueño dentro de la atención posnatal, especialmente en mujeres que han pasado por una cirugía.
De hecho, el estudio indica que muchas madres no reciben orientación suficiente sobre cómo cuidar su descanso durante la recuperación. Las noches interrumpidas por la lactancia, la falta de apoyo familiar y el dolor persistente hacen que el sueño reparador se vuelva casi imposible, lo que incrementa el riesgo de trastornos del ánimo y de dificultades para establecer una rutina saludable.
Recomendaciones prácticas para mejorar el descanso
Los investigadores propusieron una serie de medidas sencillas pero efectivas para mejorar el sueño durante el posparto, especialmente entre las mujeres que se recuperan de una cesárea. Entre ellas, destacan la importancia de moverse en la medida de lo posible —siguiendo siempre las recomendaciones médicas—, dormir cuando el bebé duerme, evitar el consumo de cafeína o alcohol por la tarde y realizar rutinas relajantes antes de acostarse, como un baño tibio o ejercicios de respiración profunda.
Asimismo, subrayaron la importancia de hablar abiertamente con el personal sanitario sobre los problemas de sueño. “Cualquier mujer que tenga dificultades para dormir durante el embarazo o después del parto debería comentarlo con su médico”, señaló Takenoshita. “El profesional puede evaluar los síntomas, ofrecer orientación y, si es necesario, derivar a un especialista en sueño o salud mental”.
Estas pautas, aunque simples, pueden marcar una gran diferencia en la recuperación. La fatiga acumulada y la falta de sueño afectan no solo el bienestar de la madre, sino también su capacidad para cuidar del bebé y mantener la estabilidad emocional. La calidad del descanso, por tanto, debe considerarse un pilar básico de la salud posnatal.
Implicaciones para la salud pública y la atención materna
Los hallazgos adquieren especial relevancia si se considera que, según datos de la American Society of Anesthesiologists, alrededor de un tercio de los nacimientos en Estados Unidos se realizan mediante cesárea. Este porcentaje varía según el país, pero la tendencia mundial refleja un aumento sostenido de las intervenciones quirúrgicas para el parto, ya sea por elección o por razones médicas.
Si este patrón continúa, millones de mujeres podrían estar expuestas a un mayor riesgo de dolor crónico y trastornos del sueño tras el parto. Esto plantea un desafío para los sistemas de salud, que deberán adaptar sus protocolos de atención materna. Los investigadores sugieren incluir programas de educación sobre el sueño y la recuperación posoperatoria dentro de los servicios de obstetricia y anestesiología, de modo que las madres reciban acompañamiento integral antes y después del nacimiento.
“Estos resultados deberían motivar a los profesionales a incluir la calidad del sueño como un indicador esencial de la recuperación posparto”, insistió Takenoshita. “No basta con evaluar el dolor físico o las heridas quirúrgicas; debemos entender que el descanso es una herramienta terapéutica que influye en la salud mental, en la energía y en la relación con el bebé”.
La especialista enfatizó que este tipo de investigaciones ayuda a desmontar la idea de que el mal dormir es un aspecto inevitable del posparto. En su opinión, una mayor conciencia sobre la importancia del sueño puede contribuir a prevenir complicaciones y a mejorar el bienestar materno de forma sostenible.
Hacia una nueva mirada sobre el posparto
El estudio presentado en ANESTHESIOLOGY® 2025 representa un llamado de atención para las políticas de salud materna. Durante décadas, la atención médica se ha centrado casi exclusivamente en el parto y en la supervivencia del recién nacido, dejando en segundo plano la recuperación de la madre. Sin embargo, investigaciones como esta demuestran que el bienestar materno no termina con el nacimiento, sino que depende de una serie de factores que incluyen la gestión del dolor, el apoyo emocional y, especialmente, el descanso.
El equipo de Stanford espera que estos hallazgos sirvan para abrir nuevas líneas de investigación y para diseñar intervenciones más personalizadas. Entre las ideas propuestas se encuentran los programas de educación prenatal sobre sueño, el monitoreo de la calidad del descanso durante la hospitalización y el seguimiento de los patrones de sueño a lo largo del primer año posparto.
El mensaje central es claro: el sueño no debe considerarse un lujo, sino una necesidad biológica esencial para el bienestar físico y mental de las madres. Ignorar esta dimensión podría perpetuar un problema de salud pública silencioso, pero de gran impacto en la calidad de vida.
Una oportunidad para cambiar la atención posnatal
El vínculo entre las cesáreas, el dolor y los trastornos del sueño ofrece una nueva perspectiva sobre cómo debería abordarse el cuidado posnatal. A medida que crece la evidencia científica, los expertos abogan por una atención más integral que no se limite a tratar el dolor físico, sino que también contemple el descanso, la salud emocional y la educación del entorno familiar.
La investigación liderada por Moe Takenoshita invita a los profesionales a replantear el seguimiento de las madres tras el parto y a brindar apoyo activo frente a los problemas de sueño. “El bienestar de una madre repercute directamente en el bienestar del bebé”, subrayó la investigadora. “Si ayudamos a las madres a descansar y a recuperarse plenamente, estamos fortaleciendo también el desarrollo de los hijos y el equilibrio familiar”.
En definitiva, la cesárea, aunque puede ser una intervención necesaria y segura en muchos casos, no está exenta de consecuencias que van más allá de la cirugía misma. Reconocer y atender los trastornos del sueño que pueden surgir tras la operación representa un paso crucial hacia una maternidad más saludable y consciente, donde el descanso materno sea considerado una prioridad médica y humana.
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