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El eclipse solar provoca que las aves canten como si amaneciera de nuevo
lunes, octubre 13, 2025

El eclipse solar provoca que las aves canten como si amaneciera de nuevo

Ave posada en una rama cantando durante un eclipse solar, mientras el cielo se oscurece brevemente.

Durante los eclipses solares, muchas aves comienzan a cantar como si el amanecer regresara de pronto. El curioso fenómeno, documentado por científicos y voluntarios en distintos lugares, muestra cómo una breve oscuridad puede alterar los ritmos naturales y confundir a numerosas especies.

Un equipo de la Universidad de Indiana aprovechó el eclipse solar del 8 de abril de 2024 para estudiar cómo un cambio súbito en la luz del día puede alterar el comportamiento de las aves. Lo que descubrieron fue tan inesperado como revelador: muchas especies empezaron a emitir cantos típicos del amanecer en pleno mediodía, como si el Sol se hubiera puesto y vuelto a salir en cuestión de minutos.

El hallazgo, publicado en la revista Science, demuestra que una interrupción lumínica de apenas unos minutos basta para modificar el patrón de actividad vocal de diversas especies. La investigación, dirigida por la bióloga Kimberly Rosvall y el experto en comportamiento animal Dustin Reichard, analizó miles de registros auditivos y visuales recopilados durante el eclipse con ayuda de voluntarios de todo Estados Unidos.

Una oportunidad irrepetible para la ciencia

Desde hacía meses se sabía que la trayectoria del eclipse atravesaría gran parte de América del Norte, ofreciendo una ocasión única para observar cómo reaccionan los animales a la súbita oscuridad. El equipo de la Universidad de Indiana decidió coordinar una red de observadores a gran escala, apoyándose en la tecnología y en la colaboración ciudadana.

El proyecto se centró en 52 especies de aves comunes, de las cuales 29 mostraron cambios significativos en su comportamiento vocal justo antes, durante o después del eclipse. La mayoría de las aves que participaron en el “coro” espontáneo son especies que acostumbran cantar al amanecer, cuando los primeros rayos del Sol activan sus ritmos circadianos.

“Incluso una alteración muy breve de la luz —menos de cinco minutos en este caso— puede provocar cambios profundos en el comportamiento”, explicó el investigador Dustin Reichard (Fuente, EurekAlert!). “Esto se observa especialmente en especies cuyo canto está asociado al amanecer, pues sus relojes biológicos están afinados a la intensidad del Sol”.

La app SolarBird y el poder de la ciencia ciudadana

Para lograrlo, los científicos recurrieron a una herramienta inusual: una aplicación gratuita llamada SolarBird, desarrollada por el propio equipo. Con ella, más de mil setecientos ciudadanos pudieron registrar observaciones breves de 30 segundos sobre el comportamiento de las aves antes, durante y después del eclipse. Cada participante debía indicar si el ave observada cantaba, volaba, comía o permanecía en reposo.

Liz Aguilar, integrante del equipo, destacó que “los científicos no pueden estar en mil lugares a la vez, pero la gente sí”. La aplicación, dijo, permitió que el público “mirara y escuchara con una perspectiva científica, sin dejar de disfrutar el espectáculo celeste”.

La herramienta incorporaba datos de geolocalización y un algoritmo matemático capaz de calcular, con precisión, qué fracción del Sol estaba cubierta por la Luna en cada punto del país. Paul Macklin, uno de los desarrolladores del software, lo resumió de forma sencilla: “Nuestro objetivo era recopilar datos sin alterar la experiencia del momento. La ciencia debía integrarse naturalmente con la vivencia del eclipse”.

Gracias a esta iniciativa, el equipo recibió más de 11 000 registros enviados por 1700 observadores, la mayoría ubicados a lo largo del trayecto del eclipse. “Fue impresionante ver cómo funcionó la app y cómo la comunidad se volcó a participar. Esa misma noche, al revisar la base de datos, vimos que la gente había hecho verdaderos milagros”, recordó Macklin.

El análisis acústico con inteligencia artificial

Mientras los voluntarios enviaban sus observaciones, otro grupo de investigadores, liderado por Kimberly Rosvall, desplegó unidades de grabación automática en Bloomington y otras zonas de Indiana. Estos dispositivos, del tamaño de una pequeña caja de zapatos, capturaron miles de horas de sonido ambiental durante toda la semana del eclipse.

Los datos obtenidos fueron procesados con BirdNET, una inteligencia artificial diseñada para identificar especies de aves por su canto. Este sistema permitió analizar cerca de 100 000 vocalizaciones y determinar con exactitud qué especies estaban activas en cada momento del día.

Una vez filtrados los resultados por especialistas en ornitología y análisis de datos, los científicos concentraron su atención en las 52 especies más representativas. “Aunque la oscuridad durara solo unos minutos, el sistema sensorial de las aves está tan finamente ajustado a la luz que reacciona de inmediato, como si realmente estuviera amaneciendo”, explicó Rosvall.

La investigadora señaló que los resultados aportan pistas valiosas sobre los efectos que la contaminación lumínica y la urbanización tienen en el comportamiento animal. “Comprender cómo responden las aves a los cambios súbitos de luz nos ayuda a evaluar mejor el impacto del alumbrado nocturno en las ciudades”, añadió.

Un coro de asombro bajo la sombra de la Luna

Los testimonios recogidos durante el eclipse coinciden con las conclusiones del estudio: en el instante de la total oscuridad, muchas zonas rurales y suburbanas se llenaron de cantos que normalmente solo se escuchan al amanecer. Para los observadores, fue como asistir a un segundo amanecer en pleno día.

Algunos participantes contaron que las aves parecían confundidas, mientras otras retomaban su rutina apenas la luz regresaba. “Fue un espectáculo que combinó ciencia y emoción. Sentías que la naturaleza respondía en tiempo real al eclipse”, comentó una de las voluntarias, citada por el equipo.

Este tipo de observaciones, apuntan los investigadores, son imposibles de realizar a escala continental sin la ayuda del público. La colaboración masiva permitió contrastar patrones de comportamiento a lo largo de miles de kilómetros, algo que ninguna expedición científica tradicional podría haber logrado en tan poco tiempo.

Ciencia abierta y participación

El estudio también subraya el valor de la ciencia ciudadana como modelo de investigación. Rosvall enfatizó que “esperamos que nuestro éxito anime a otros científicos a combinar inteligencia artificial con participación pública. Así, más personas podrán contribuir directamente a la ciencia y, al mismo tiempo, aprender sobre la naturaleza que las rodea”.

Los autores incluyeron los nombres de los voluntarios en la publicación de Science como reconocimiento a su papel en la recolección de datos. “Fue importante para nosotros agradecer a quienes hicieron posible este trabajo”, dijo Aguilar. “Ver su entusiasmo y compromiso fue lo más gratificante del proyecto”.

Para Reichard y Macklin, la experiencia dejó una huella imborrable. “Fue uno de los proyectos más especiales en los que hemos trabajado”, aseguraron. Aguilar lo resumió con una sonrisa: “De todo lo que he hecho, esto es lo que más orgullo me produce”.

Más que un fenómeno astronómico

El eclipse del 8 de abril de 2024 no solo ofreció un espectáculo para millones de espectadores en América del Norte; también abrió una ventana científica sobre cómo la vida responde a los ciclos naturales de luz y oscuridad. Las aves, con sus cantos sincronizados al Sol, demostraron ser indicadores sensibles del pulso ambiental.

Los investigadores planean repetir el experimento durante futuros eclipses totales, perfeccionando la aplicación y ampliando la red de observadores. La meta es comprender mejor cómo los animales perciben los cambios lumínicos y cómo estos influyen en su biología.

“El cielo puede oscurecerse por unos minutos, pero en ese breve instante la naturaleza entera se reacomoda”, concluye Rosvall. “Eso nos recuerda lo profundamente conectada que está la vida con el ritmo de la luz”.

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