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Los cabezazos en el fútbol causa más daño de lo pensado: se ve afectada una zona clave del cerebro para la memoria
miércoles, septiembre 24, 2025

Los cabezazos en el fútbol causa más daño de lo pensado: se ve afectada una zona clave del cerebro para la memoria

Persona dando un cabezazo a un balón de fútbol durante un partido, ilustrando los riesgos cerebrales asociados a este gesto deportivo.

Un cabezazo en el campo de fútbol, desde los niños que empiezan en categorías formativas hasta los profesionales en la élite, siempre ha parecido un gesto rutinario. Sin embargo, nuevas investigaciones revelan que ese movimiento está lejos de ser inofensivo: estudios recientes muestran que la zona de la corteza cerebral más vinculada al aprendizaje y la memoria resulta dañada por los repetidos impactos del balón.

Hasta hace poco, el efecto real de los cabezazos sobre las estructuras cerebrales era difícil de observar con precisión. Las técnicas convencionales de resonancia magnética no lograban analizar en detalle las capas externas del cerebro. Ahora, gracias a un innovador método desarrollado por investigadores de la Universidad de Columbia, ha sido posible obtener imágenes nítidas de la microestructura de la zona de transición entre la materia gris y la blanca, un área que desempeña un papel fundamental en los procesos cognitivos.

Una zona especialmente vulnerable

El equipo científico, liderado por Michael Lipton, utilizó una técnica avanzada de neuroimagen que permitió observar con claridad el área limítrofe entre la sustancia gris y la blanca. Precisamente esa región mostró ser más vulnerable a los impactos de los cabezazos. “Decidimos enfocarnos en este punto porque la materia blanca y la gris tienen densidades distintas y se mueven de manera diferente cuando reciben un golpe en la cabeza”, explicó Lipton. “Esa diferencia genera desplazamientos internos que hacen que la transición entre ambas sea particularmente susceptible al daño”.

Los investigadores lograron ver cómo las microestructuras de esa franja se alteraban después de un número elevado de impactos. La novedad radica en que, por primera vez, este tipo de cambios puede observarse con claridad gracias a la innovación tecnológica aplicada a las imágenes cerebrales.

Materia blanca y gris: dos funciones distintas

El hallazgo cobra aún más importancia si se considera la función que cumple cada tejido cerebral. La materia gris, ubicada en las capas externas, está compuesta en gran parte por neuronas y es el área donde se procesan las señales e informaciones. La materia blanca, localizada en el interior, es el “cableado” que conecta esas neuronas, formada por fibras recubiertas de mielina que permiten la rápida transmisión de los impulsos eléctricos.

Cuando la frontera entre ambos tejidos se degrada o pierde nitidez, se compromete la eficiencia con la que el cerebro procesa y transmite información. Este deterioro, tal como muestran los nuevos resultados, está directamente relacionado con el gesto repetitivo de cabecear un balón.

Más de mil cabezazos al año

El estudio, publicado en JAMA Network Open, evaluó a 352 futbolistas amateurs de Nueva York, todos adultos, que se sometieron a escáneres cerebrales y pruebas cognitivas. En paralelo, se incluyó un grupo de control compuesto por 77 deportistas que no practicaban disciplinas de contacto.

Los resultados fueron contundentes: quienes realizaban más de 1000 cabezazos por año presentaban una frontera más difusa entre materia gris y blanca en el área orbitofrontal, situada justo detrás de la frente. Y no se trataba únicamente de un hallazgo en imágenes: esos mismos jugadores obtuvieron puntuaciones más bajas en pruebas básicas de memoria y aprendizaje.

Según Lipton, esta correlación representa “una evidencia muy sólida de que los cambios microestructurales probablemente sean la causa del deterioro cognitivo”. El investigador destacó que se trata de una de las primeras ocasiones en que se demuestra de manera clara cómo los cabezazos repetidos generan modificaciones cerebrales con repercusiones en la función cognitiva. “Nuestro estudio muestra por primera vez que los impactos repetitivos provocan cambios específicos en el cerebro que afectan el funcionamiento cognitivo”, afirmó.

Dos estudios, una misma conclusión

El equipo de Columbia no se limitó a un único experimento. Un segundo estudio, aun en proceso de publicación, aplicó otra técnica de imagen distinta y obtuvo los mismos resultados. Para Lipton, esta coincidencia refuerza de manera decisiva las conclusiones. “El hecho de que dos métodos diferentes encuentren la misma relación fortalece nuestra convicción de que estos cambios explican el efecto cognitivo de los cabezazos”, señaló.

Esta convergencia de pruebas plantea un escenario difícil de ignorar para el mundo del deporte, especialmente en disciplinas tan populares como el fútbol, donde los cabezazos forman parte del entrenamiento desde edades muy tempranas.

¿Qué significa para los deportistas?

El hallazgo abre un debate crucial sobre las posibles consecuencias a largo plazo de la práctica deportiva. Los científicos advierten que la zona dañada coincide con la región cerebral afectada en la encefalopatía traumática crónica (CTE), una enfermedad degenerativa diagnosticada en varios exatletas de contacto.

Lipton subrayó, no obstante, que todavía no se puede establecer una conexión directa. “La región donde observamos las alteraciones coincide notablemente con la patología de la CTE, pero aún no sabemos si existe una relación directa ni si estos jugadores sanos desarrollarán la enfermedad en el futuro”, explicó.

El equipo trabaja ahora en nuevas líneas de investigación para explorar si el entrenamiento cardiovascular podría ofrecer cierta protección a las estructuras cerebrales contra los impactos repetitivos.

Un problema reconocido desde hace décadas

Aunque los resultados actuales son innovadores en cuanto a la capacidad de visualización, la preocupación por los daños cerebrales asociados a golpes en la cabeza no es nueva. La propia historia de la medicina deportiva recoge antecedentes significativos. Ya en 1928 se describió un vínculo entre el boxeo y lesiones cerebrales graves.

Más recientemente, la evidencia se ha acumulado también en el ámbito del fútbol profesional. Informes del año pasado confirmaron que los exjugadores de élite tienen entre dos y tres veces más probabilidades de desarrollar demencia que el resto de la población.

En esta misma línea, muchos médicos indican que cualquier deporte con impactos repetidos en la cabeza —desde el fútbol hasta el rugby o el boxeo— incrementa significativamente el riesgo de desarrollar demencia.

Un debate que recién empieza

Las investigaciones de Columbia aportan pruebas sólidas de que incluso a nivel amateur, y sin necesidad de colisiones violentas como las que ocurren en partidos profesionales, el simple hecho de cabecear el balón con frecuencia puede producir alteraciones cerebrales. El desafío ahora es trasladar esta información a políticas deportivas que protejan a los jugadores, especialmente a los más jóvenes.

Los hallazgos también refuerzan un debate global: ¿debería limitarse o incluso prohibirse el entrenamiento con cabezazos en categorías infantiles? Algunos países ya han comenzado a dar pasos en esa dirección, restringiendo la práctica en menores de cierta edad.

Lo que está claro es que el conocimiento científico sobre el cerebro sigue avanzando y, con él, las responsabilidades hacia quienes ponen en riesgo su salud en nombre del deporte. Como señala Lipton, aún quedan muchas preguntas abiertas, pero la evidencia es cada vez más contundente: lo que parecía un gesto inofensivo del fútbol puede tener consecuencias profundas y duraderas en la memoria y el aprendizaje.

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