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Descubren en Argentina un dinosaurio gigante que se alimentaba de cocodrilos hace 66 millones de años
jueves, septiembre 25, 2025

Descubren en Argentina un dinosaurio gigante que se alimentaba de cocodrilos hace 66 millones de años

Representación artística de Joaquinraptor casali, un gran depredador patagónico con poderosas garras, mostrado junto a un cocodrilo prehistórico.

En el sur de Argentina, un equipo de paleontólogos ha descubierto los restos de un dinosaurio carnívoro de siete metros de largo que vivió hace unos 66 millones de años, poco antes de la extinción masiva del Cretácico. La especie, bautizada como Joaquinraptor casali, no solo destaca por su tamaño y sus impresionantes garras delanteras, sino también por una revelación sorprendente: entre sus mandíbulas se halló el hueso de un cocodrilo, lo que confirma que estos reptiles formaban parte de su dieta.

El hallazgo tuvo lugar en la región patagónica del Valle Joaquín, un área que en el pasado albergó ecosistemas costeros cálidos y húmedos, muy diferentes a los actuales. Se trata de uno de los esqueletos más completos de su grupo descubiertos en Sudamérica, lo que permite a los investigadores reconstruir con gran detalle tanto su anatomía como sus hábitos de vida. Según los autores del estudio publicado en la revista Nature Communications, la evidencia encontrada ofrece una ventana única para entender cómo estos depredadores dominaron los paisajes del sur del continente en los últimos millones de años del Mesozoico.

Una pista entre las mandíbulas

El dato más llamativo de la investigación es la presencia de un hueso de cocodrilo, concretamente un húmero, alojado entre la parte izquierda y derecha de la boca del dinosaurio. El hueso presenta marcas de mordida que coinciden con los dientes de Joaquinraptor, lo que refuerza la hipótesis de que no se trata de un simple accidente tafonómico. “La posición del hueso y las huellas de dientes sugieren que los cocodrilos eran una presa común para esta especie”, explican los investigadores en su publicación.

Aunque los científicos admiten que no se puede descartar un enfrentamiento ocasional o incluso una coincidencia en el proceso de fosilización, la presencia aislada de ese hueso en el yacimiento fortalece la idea de que estos reptiles acuáticos eran parte del menú de este depredador patagónico.

Un depredador pesado y especializado

Los restos permiten estimar que el ejemplar hallado pesaba más de 1000 kilogramos y tenía al menos 19 años de edad al morir, lo que lo convierte en un individuo adulto plenamente desarrollado. A diferencia de los diminutos brazos del famoso Tyrannosaurus rex, Joaquinraptor casali poseía unas extremidades anteriores robustas y provistas de garras curvas de gran tamaño en sus dos primeros dedos. Según los especialistas, estas características eran clave para sujetar y desgarrar a sus presas.

El cráneo alargado y los dientes relativamente bajos, junto con un esqueleto con huesos aligerados por cavidades de aire, completaban el retrato de un cazador veloz y eficiente. Todo ello confirma que los megaraptorinos, la familia a la que pertenece Joaquinraptor, estaban entre los depredadores tope de la Patagonia en aquel tiempo. “Su anatomía revela una adaptación clara a la caza activa de animales de gran tamaño, incluyendo cocodrilianos”, señalan los paleontólogos.

Viajeros del hemisferio sur

El origen de este linaje se sitúa en lo que actualmente es Australia, desde donde migraron hacia Sudamérica hace decenas de millones de años, posiblemente a través de la Antártida. Durante ese tránsito, los megaraptorinos no solo colonizaron nuevos ambientes, sino que también crecieron hasta alcanzar dimensiones mucho mayores que sus ancestros.

Mientras que en Australia sus antecesores medían apenas 5 o 6 metros y no superaban los 300 kilogramos, en Sudamérica evolucionaron hasta tamaños de 7 a 9 metros y pesos que superaban con facilidad la tonelada. Este aumento se produjo en paralelo a la desaparición de otros grandes depredadores de la región, lo que abrió un nicho ecológico perfecto para su expansión.

Adaptación y últimos sobrevivientes

La vida de Joaquinraptor se desarrollaba en planicies costeras húmedas y propensas a inundaciones, un entorno muy distinto al de los megaraptorinos más antiguos que habitaban en regiones áridas. Esta capacidad de adaptación a ambientes cambiantes pudo ser una de las claves de su éxito evolutivo en los últimos millones de años del Cretácico.

De hecho, los investigadores sostienen que estos dinosaurios figuraban entre los últimos grandes carnívoros que sobrevivieron hasta el límite entre el Cretácico y el Paleógeno. “Si el impacto del meteorito no hubiera ocurrido, los descendientes de Joaquinraptor probablemente habrían seguido siendo los principales depredadores de Sudamérica”, escriben los autores en la investigación.

Una ventana al final del reinado de los dinosaurios

El hallazgo de Joaquinraptor casali no solo añade un nuevo nombre al catálogo de dinosaurios sudamericanos, sino que también ilustra el papel crucial de los megaraptorinos en los ecosistemas del hemisferio sur. La combinación de fuerza física, extremidades especializadas y una dieta que incluía a otros grandes reptiles como los cocodrilos, lo convierte en uno de los mejores ejemplos de la diversidad que alcanzaron los depredadores en los últimos capítulos del Mesozoico.

Al mismo tiempo, la investigación resalta cómo Sudamérica se convirtió en un laboratorio evolutivo donde especies migratorias lograron desarrollarse hasta tamaños gigantescos en muy poco tiempo. Este proceso, sumado a su aparente éxito como cazadores de primer orden, plantea preguntas fascinantes sobre cómo habría sido la continuidad de su linaje si no hubiera mediado la extinción masiva de hace 66 millones de años.

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