La pandemia de COVID-19 transformó radicalmente la vida de las personas, y no solo la de ellas. Millones decidieron adoptar un perro mientras permanecían en casa durante los confinamientos. Ahora, un amplio estudio revela que esos cambios también pudieron tener un efecto en la forma en que los dueños percibieron el comportamiento de sus mascotas: según ellos, los perros eran menos entrenables en los años posteriores a 2020.
Entre 2020 y 2023, investigadores estadounidenses analizaron los datos de comportamiento de más de 47 000 perros como parte del Dog Aging Project, uno de los estudios más grandes del mundo sobre salud y conducta canina. A través de cuestionarios detallados, los dueños respondieron sobre distintos aspectos de la vida de sus mascotas: desde rutinas diarias hasta la reacción de los animales en situaciones concretas, como ruidos fuertes o encuentros con extraños. Con base en estas respuestas, los científicos agruparon los comportamientos en cuatro categorías principales: miedo, búsqueda de atención, agresividad y entrenabilidad.
Hombres y mujeres con nuevos compañeros de vida
La pandemia trajo consigo un auge en las adopciones. Familias, parejas y personas que hasta entonces no habían tenido mascotas aprovecharon el tiempo en casa para recibir a un perro. Este contexto hizo que millones de animales convivieran en hogares que, en muchos casos, carecían de experiencia previa en el adiestramiento canino. Para los investigadores, este fue un punto clave en los resultados.
De acuerdo con los datos, el cambio más evidente fue la caída en la percepción de entrenabilidad. Los perros evaluados en 2020 obtuvieron puntuaciones más altas en esta categoría que los de los años siguientes. En otras palabras, los dueños sentían que sus animales eran menos receptivos a órdenes y entrenamientos a partir de 2021.
Courtney Sexton, investigadora y una de las autoras principales del trabajo publicado en la revista PLOS ONE, explicó que la tendencia no fue permanente: “Aunque los promedios en 2023 seguían siendo más bajos, la diferencia con 2020 era menor, lo que sugiere que hacia el final de la pandemia los perros empezaban a ser de nuevo más entrenables”.
Un efecto que afectó a perros de todas las edades
Los resultados no estuvieron condicionados por la edad de los animales. Perros jóvenes y adultos reflejaron la misma disminución en la entrenabilidad. Los científicos sostienen que no se trata de simples fases de crecimiento, sino de factores externos vinculados al entorno. En contraste, en las otras categorías estudiadas —miedo, búsqueda de atención y agresividad— no se detectaron descensos significativos a lo largo del período analizado.
Esto lleva a la conclusión de que la pandemia, al modificar radicalmente las dinámicas del hogar, pudo haber tenido un impacto específico en la forma en que los perros respondían al entrenamiento.
¿Por qué fueron menos entrenables?
Los investigadores no tienen una respuesta definitiva, pero plantean varias hipótesis. Una de ellas es la inexperiencia: muchos de los nuevos dueños nunca antes habían entrenado a un perro. A eso se suma la alteración de rutinas por el teletrabajo y las restricciones de movilidad, lo cual redujo oportunidades de socialización y ejercitación regular para las mascotas.
La tensión emocional dentro de los hogares también puede haber influido. Según Sexton, “con todas las alteraciones en la vida en casa y en las rutinas de las personas, esto pudo estar relacionado con un enfoque diferente en el entrenamiento por parte de los dueños, con perros nuevos en entornos nuevos, con animales que tuvieron dificultades para adaptarse o con una combinación de estos factores”.
Diferencias entre razas y tamaños
El estudio también halló variaciones según el tipo de perro. Los de razas pequeñas, con un peso inferior a 9 kilos, como los chihuahuas, tendieron a obtener puntuaciones más bajas en entrenabilidad y más altas en miedo y agresividad. Además, estos perros buscaban más atención. Una explicación posible, aunque no confirmada, es que sus dueños tienden a cargarlos o sobreprotegerlos en lugar de aplicar métodos de entrenamiento consistentes.
Los cruces provenientes de refugios mostraron mayores niveles de miedo y agresividad, probablemente relacionados con experiencias pasadas estresantes. Sin embargo, en lo que respecta a la entrenabilidad, estos perros no se diferenciaron de los de raza pura.
Limitaciones y próximos pasos en la investigación
Aunque se trata de una investigación con una muestra muy amplia, los propios científicos señalan limitaciones. La principal es que los datos provienen de cuestionarios respondidos por los dueños, lo que implica cierta subjetividad. La percepción de entrenabilidad o agresividad puede variar considerablemente entre personas con diferente experiencia con animales.
Por ello, los investigadores proponen futuros estudios longitudinales que sigan a los perros desde temprana edad para observar cómo cambian sus conductas a lo largo del tiempo y cómo estas se relacionan con su salud general. Un seguimiento más objetivo, que no dependa únicamente de cuestionarios, permitiría trazar un panorama más preciso.
Consejos para dueños de perros
Más allá de las estadísticas, Sexton ofrece un consejo práctico a quienes conviven con un perro: “Recomiendo a los dueños que presten mucha atención a sus mascotas. Ellos nos comunican mucho a través de su comportamiento y podemos aprender observando cuándo se producen cambios y qué está ocurriendo en su entorno en ese momento. Lo más importante es escuchar con una mirada abierta”.
Además, la investigadora advierte que cambios en la conducta a veces son un signo de problemas físicos: “Al igual que los humanos se ponen de mal humor cuando están enfermos, los perros pueden comportarse de forma extraña si algo les duele. Por eso, si un perro actúa de manera inusual sin razón aparente, conviene llevarlo al veterinario”.
El estudio, aunque con limitaciones, abre una ventana al impacto que las alteraciones en la vida humana pueden tener sobre los animales de compañía. Los perros, compañeros cercanos en los momentos más inciertos de la pandemia, reflejaron en su comportamiento los efectos de un mundo que cambió de forma abrupta. Para la ciencia, queda el reto de seguir indagando en esas conexiones invisibles que unen la vida humana con la de los animales.
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