Inicio
Australia
Evolución
Fósiles
Paleontología
Reptiles
Huellas fósiles en Australia reescriben la historia evolutiva: los reptiles aparecieron 35 millones de años antes de lo pensado
sábado, mayo 17, 2025

Huellas fósiles en Australia reescriben la historia evolutiva: los reptiles aparecieron 35 millones de años antes de lo pensado

Reconstrucción artística de un reptil primitivo del Carbonífero caminando sobre terreno húmedo, basado en huellas fósiles halladas en Australia.

Una serie de huellas fosilizadas descubiertas por dos paleontólogos aficionados en la región de Nueva Gales del Sur, Australia, está desafiando uno de los pilares fundamentales de la biología evolutiva: el origen de los reptiles. Las huellas, datadas en aproximadamente 355 millones de años, adelantan la aparición de estos animales en unos 35 millones de años y sugieren que los ancestros de todos los amniotas (el grupo que incluye reptiles, aves y mamíferos, incluidos los humanos) surgieron mucho antes de lo que indicaban las teorías actuales.

El hallazgo, publicado en la revista Nature y liderado por el paleontólogo Australiano John A. Long de la Universidad de Flinders, podría alterar profundamente nuestra comprensión sobre los primeros pasos evolutivos que llevaron a los vertebrados a conquistar la tierra firme.

Una caminata que cambió la historia

Todo comenzó con una excursión aparentemente común. Craig Eury y John Eason, dos entusiastas de la paleontología sin formación académica formal en el campo, se encontraban explorando el área de Genoa River, en el sureste de Australia, cuando se toparon con una losa de piedra arenisca cubierta de extrañas impresiones.

Sin saberlo, habían encontrado un conjunto de huellas que iba a poner en jaque a toda una cronología evolutiva que parecía bien establecida. Las marcas mostraban dedos largos, una distribución característica de patas bien desarrolladas y, lo más sorprendente, claras impresiones de garras. En paleontología, esos pequeños detalles lo cambian todo.

Tras consultar con expertos y analizar cuidadosamente el contexto geológico del sitio, los investigadores confirmaron que las huellas se remontaban al Tournaisiano, la etapa más antigua del período Carbonífero, hace unos 355 millones de años. Esta antigüedad convierte al hallazgo en el rastro más antiguo de un amniota conocido hasta la fecha.

Garras: el detalle clave que lo cambia todo

“Cuando vimos las impresiones por primera vez y notamos que se parecían a las huellas de un reptil, nuestra primera reacción fue verificar con extremo cuidado la antigüedad del sedimento”, explicó Per Erik Ahlberg, uno de los autores principales del estudio. “En un hallazgo de esta magnitud, es esencial intentar refutar tu propio resultado para asegurarte de que no te estás engañando”.

Ese rigor se tradujo en años de análisis multidisciplinarios: estudios sedimentológicos, datación estratigráfica, comparación morfológica con otras huellas fósiles conocidas y, finalmente, modelado evolutivo a través del ADN. El resultado fue inequívoco: las huellas databan del Carbonífero temprano y mostraban características propias de un amniota.

“Las garras son compartidas por todos los amniotas, a excepción de aquellos que han perdido sus extremidades o que se han adaptado completamente a la vida acuática”, explicó Ahlberg en una entrevista. Esto excluye a los anfibios primitivos (como los icónicos Ichthyostega o Acanthostega del Devónico), cuyos miembros eran cortos, robustos y carentes de garras funcionales.

La presencia de garras en las huellas indica que ya existía un animal con adaptaciones para la vida terrestre plena, con extremidades diseñadas no solo para moverse sobre suelo firme, sino también para excavar, trepar o atrapar presas. Es decir, no solo un animal de tierra firme, sino un verdadero pionero de la conquista del continente.

Una línea evolutiva que retrocede

El hallazgo obliga a repensar el calendario de la evolución vertebrada. Hasta ahora, los fósiles más antiguos de reptiles conocidos provenían del Carbonífero medio o tardío, hace aproximadamente 320 millones de años. Estos nuevos rastros adelantan esa aparición al menos 35 millones de años, lo que empuja el surgimiento de los amniotas hacia finales del Devónico.

“Este descubrimiento desplaza todo el árbol genealógico”, afirmó Ahlberg. “Las adaptaciones que pensábamos que surgieron durante el Carbonífero, en realidad comenzaron a emerger en el Devónico”.

Esto tiene implicaciones profundas. El Devónico (conocido como el “período de los peces”) fue una época en la que la vida aún se encontraba dominada por ambientes acuáticos. Los primeros tetrápodos (vertebrados con cuatro extremidades) apenas estaban empezando a dar los primeros pasos fuera del agua, y hasta ahora se pensaba que solo habían colonizado ambientes pantanosos o costeros.

La posibilidad de que ya existieran amniotas plenamente terrestres en ese entonces indica que el salto evolutivo hacia la independencia del agua ocurrió mucho antes y de forma más rápida de lo que se creía.

ADN y fósiles: la combinación reveladora

Para reforzar su hipótesis, los científicos no solo se basaron en huellas fósiles. También recurrieron al análisis genético comparado, utilizando lo que se conoce como “relojes moleculares”. Este método permite estimar la antigüedad de la separación entre distintas líneas evolutivas mediante la comparación de las mutaciones acumuladas en el ADN de especies vivientes.

“Los árboles genealógicos basados en ADN muestran cómo los organismos actuales están emparentados entre sí, lo que puede arrojar luz sobre las fechas en las que surgieron sus ancestros comunes”, detalló Ahlberg.

En este caso, se enfocaron en la “crown group” o grupo corona de los tetrápodos: todos los descendientes del último ancestro común de los anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Los modelos de ADN sugieren que esta separación ocurrió entre 365 y 370 millones de años atrás, lo que encaja con la nueva datación de las huellas.

Por lo tanto, lo que antes parecía una anomalía paleontológica ahora se alinea con la evidencia molecular. El fósil y el genoma, por una vez, cuentan la misma historia.

¿Un reptil australiano? Más bien gondwánico

Las huellas fueron halladas en lo que hoy es Australia, pero hace 355 millones de años, ese pedazo de tierra formaba parte del supercontinente Gondwana, que incluía también Sudamérica, África, la Antártida y la India.

¿Significa eso que estos animales se encontraban distribuidos por todo el mundo?

“Sí, creo que los tetrápodos ya estaban ampliamente distribuidos para entonces”, respondió Ahlberg. Sin embargo, hasta ahora, no se habían encontrado fósiles de vertebrados terrestres de esa época en ninguna parte de Gondwana. Esta losa de arenisca de apenas 35 cm de ancho constituye la única evidencia de su existencia en todo un hemisferio continental.

Eso hace que el hallazgo sea tanto más valioso como frustrante. Sugiere que existió una gran diversidad biológica que aún no ha dejado huella en el registro fósil. O, al menos, no una que hayamos descubierto aún.

Un vacío en el registro fósil

“Este descubrimiento demuestra cuán incompleto es nuestro conocimiento sobre la evolución de los primeros animales terrestres”, afirma Ahlberg. “Debe haber existido una diversidad inmensa de animales de la que no sabemos absolutamente nada. Es razonable pensar que encontraremos muchas más sorpresas”.

La afirmación no es exagerada. Hasta la fecha, el registro fósil de vertebrados del Tournaisiano es prácticamente inexistente. Esto se debe en parte a las condiciones geológicas que dificultan la preservación de fósiles, pero también a la escasez de estudios paleontológicos en regiones como Australia o África central, donde podrían esconderse claves fundamentales de la evolución.

Ahlberg lo resume con claridad: “Si una losa de piedra de 35 centímetros es nuestra única ventana a los primeros amniotas de Gondwana, es evidente que apenas hemos comenzado a entender el panorama completo”.

Una colaboración entre ciencia ciudadana y academia

Más allá del impacto científico, la historia detrás del hallazgo ofrece también una lección sobre el valor de la colaboración entre ciudadanos y expertos.

Craig Eury y John Eason, los descubridores originales, son aficionados apasionados por la paleontología, pero no profesionales. Sin embargo, su curiosidad y atención al detalle fueron fundamentales para identificar un hallazgo que pasó inadvertido durante millones de años.

“Este es un excelente ejemplo de cómo los paleontólogos amateurs pueden contribuir significativamente al avance de la ciencia”, subrayó Ahlberg. Ambos fueron incluidos como coautores en la publicación científica, una decisión que reconoce su papel crucial y resalta la importancia de democratizar la ciencia.

Reacciones en la comunidad científica

El estudio ha generado una mezcla de entusiasmo y escepticismo. Algunos expertos aplauden la solidez del análisis y el enfoque interdisciplinario, mientras que otros piden más pruebas antes de reescribir los libros de texto.

“Uno de mis primeros pensamientos fue: ‘Dios mío, la gente nos va a odiar por esto’, porque trastorna por completo la línea temporal que muchos han dado por sentada”, confesó Ahlberg.

Sin embargo, la ciencia avanza precisamente gracias a este tipo de disrupciones. Descubrimientos que obligan a replantear lo establecido, que abren nuevas preguntas y que amplían nuestro entendimiento de los orígenes de la vida en la Tierra.

El futuro de la investigación

El equipo espera que el hallazgo incentive más investigaciones en regiones hasta ahora poco exploradas, especialmente en el hemisferio sur. Australia, Sudamérica y África podrían ocultar fósiles que ayuden a llenar los vacíos evolutivos del Devónico y el Carbonífero temprano.

Además, el método combinado de análisis fósil y molecular podría convertirse en una herramienta estándar para resolver otros enigmas evolutivos.

Lo que está claro es que estas huellas no solo pertenecen a un animal que caminó hace 355 millones de años. También marcan un antes y un después en la historia de la paleontología.

Fuente: Long, J.A., Niedźwiedzki, G., Garvey, J. et al. Earliest amniote tracks recalibrate the timeline of tetrapod evolution. Nature (2025). https://doi.org/10.1038/s41586-025-08884-5

Sin comentarios