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La evolución del vuelo en pterosaurios fue casi instantánea, según un nuevo hallazgo
lunes, diciembre 01, 2025

La evolución del vuelo en pterosaurios fue casi instantánea, según un nuevo hallazgo

Pterosaurio en vuelo mostrando su envergadura y características anatómicas durante el Triásico.

Un nuevo análisis paleobiológico reconstruye cómo los pterosaurios desarrollaron en muy poco tiempo las estructuras cerebrales necesarias para volar, un proceso evolutivo sorprendentemente rápido que contrasta con la lenta transición que siguieron las aves millones de años después.

Los pterosaurios, célebres por sus espectaculares alas y su legado como los primeros vertebrados capaces de vuelo activo, dominaron los cielos durante más de 150 millones de años. Su aparición a finales del Triásico marcó un antes y un después en la historia de los seres vivos que alcanzaron la capacidad de desplazarse propulsados por sus propias alas. Sin embargo, todavía existían muchas dudas sobre cómo surgieron las bases neurológicas de ese vuelo. Un trabajo dirigido por especialistas vinculados a Johns Hopkins Medicine, publicado en la revista Current Biology, reconstruye con precisión las etapas iniciales del cerebro de estos antiguos reptiles y concluye que su salto evolutivo hacia el aire fue tan rápido y radical que transformó para siempre la dinámica de los ecosistemas del Mesozoico. En paralelo, datos divulgados a través de EurekaAlert! aportan contexto sobre el papel evolutivo de los lagerpetidos, un grupo de pequeños reptiles trepadores muy emparentados con los pterosaurios y clave para entender la transición anatómica que desembocó en el vuelo.

Una revisión detallada de estructuras craneales fósiles, unida a avanzadas tomografías computarizadas, permitió reconstruir las cavidades cerebrales de un amplio rango de fósiles triásicos y jurásicos. Los investigadores sostienen que los pterosaurios desarrollaron de manera casi instantánea las capacidades sensoriales necesarias para controlar maniobras aéreas complejas, sin pasar por el lento proceso de expansión cerebral que caracteriza a los linajes que originaron a las aves. Este contraste entre velocidad y gradualismo convierte al grupo en un caso singular dentro de la evolución del vuelo, una habilidad que surgió tres veces en la historia de los vertebrados: en pterosaurios, aves y murciélagos.

Un salto neurológico que transformó a los primeros vertebrados voladores

La investigación analiza la aparición y configuración del lóbulo óptico, una región fundamental para el procesamiento visual rápido y la percepción del movimiento en pleno vuelo. La reconstrucción muestra que los pterosaurios contaban con un sistema visual sumamente desarrollado desde sus primeras etapas evolutivas, lo que sugiere que aquellas especies pioneras ya disponían de las habilidades sensoriales para orientarse, estabilizarse y detectar presas durante el planeo y el batido de alas. Esta adaptación temprana resulta especialmente llamativa porque, según los autores del estudio, otras especies que posteriormente conquistarían el cielo, como las aves primitivas, recorrieron un camino mucho más prolongado.

Las conclusiones del equipo parten de comparaciones directas entre fósiles de pterosaurios tempranos, especies de la línea hacia las aves y antiguos parientes de los cocodrilos. Esta aproximación multigrupo revela que la anatomía cerebral que permitió el vuelo surgió en un periodo relativamente breve y sin precedentes de la historia de los vertebrados. Los análisis incluyeron fósiles de especies de gran tamaño, cuyos ejemplares maduros podían desplegar hasta 9 metros de envergadura y alcanzar pesos cercanos a los 225 kilogramos, así como especímenes más pequeños que muestran la diversidad temprana del grupo. La rapidez con la que los pterosaurios adquirieron sus facultades aéreas sugiere que, una vez aparecidas, estas estructuras resultaron tan efectivas que propiciaron una expansión ecológica veloz y profunda dentro de los ecosistemas triásicos.

Los investigadores destacan que el desarrollo temprano del sistema visual del grupo encaja con la evidencia de que los pterosaurios ocuparon desde sus orígenes ambientes dinámicos, donde el vuelo permitía buscar alimento, escapar de depredadores y colonizar nuevos nichos. De esta manera, la flexibilidad adaptativa de su cerebro y su capacidad aerodinámica emergieron como dos pilares evolutivos que explican su notable diversificación a lo largo de millones de años.

El papel clave de los lagerpetidos en la transición hacia el vuelo

Los datos complementarios divulgados por EurekaAlert ponen el foco en los lagerpetidos, reptiles esbeltos y trepadores que vivieron entre 240 y 210 millones de años atrás. Aunque no podían volar y carecían de alas, su posición en el árbol evolutivo los sitúa como parientes muy cercanos de los pterosaurios. Esta proximidad los convierte en una pieza fundamental para reconstruir las etapas previas del desarrollo de los cerebros que más tarde permitirían a los pterosaurios dominar los cielos.

Entre las conclusiones más relevantes del análisis se encuentra la presencia, en los lagerpetidos, de un lóbulo óptico relativamente grande para animales de su tamaño y época. Esta característica apunta a un incremento en la capacidad de procesar información visual rápida. Mario Bronzati, uno de los investigadores, describió así el hallazgo: “El cerebro de los lagerpetidos mostraba ya rasgos asociados con una visión mejorada, como un lóbulo óptico ampliado. Esa adaptación pudo haber ayudado más tarde a sus parientes pterosaurios a conquistar el aire”. La afirmación refuerza la hipótesis de que algunos de los fundamentos neurológicos del vuelo comenzaron a formarse antes de que existiera el vuelo propiamente dicho, tal vez como consecuencia de la vida en los árboles o de la necesidad de coordinar movimientos precisos en entornos tridimensionales.

Sin embargo, las diferencias entre los cerebros de lagerpetidos y pterosaurios también aportan información. Aunque comparten algunos rasgos visuales amplificados, la arquitectura general de sus hemisferios cerebrales diverge con claridad. Las partes del sistema nervioso que permitieron el control del vuelo surgieron exclusivamente en los pterosaurios tempranos y no estaban presentes en sus precursores trepadores. Esa brecha estructural generó una hipótesis fuerte en el equipo: la adquisición de la capacidad de vuelo en pterosaurios ocurrió en un episodio evolutivo rápido, más cercano a un estallido adaptativo que a un trayecto progresivo.

Matteo Fabbri, integrante del equipo internacional que lideró el análisis publicado en Current Biology, explicó la importancia de estas diferencias a través de una interpretación contundente citada en la investigación: “Las pocas similitudes sugieren que los pterosaurios, que aparecieron poco después de los lagerpetidos, desarrollaron su capacidad de vuelo en una sola explosión evolutiva. Sus cerebros cambiaron con rapidez, lo justo y necesario para que pudieran volar desde su origen”. Su reflexión subraya la singularidad de este grupo como ejemplo de innovación rápida en la historia biológica.

Una evolución distinta a la que condujo al vuelo de las aves

La comparación entre el camino de los pterosaurios y el de las aves es uno de los elementos centrales del análisis. En lugar de un salto brusco, el linaje que desembocó en las aves siguió un proceso paulatino, marcado por un incremento gradual del tamaño de varias regiones cerebrales. Durante millones de años, los dinosaurios terópodos que precedieron a las aves expandieron sus cerebros, desarrollaron capacidades visuales más complejas y reforzaron zonas vinculadas con la coordinación fina y el equilibrio. Esta expansión progresiva sentó las bases para que los primeros pájaros utilizaran esas estructuras en la transición hacia el vuelo.

Un estudio publicado en 2024 por la investigadora Amy Balanoff, también vinculada a Johns Hopkins, avala esta interpretación. La autora ha señalado en repetidas ocasiones que los cerebelos voluminosos fueron determinantes para la evolución del vuelo en el linaje aviar. En declaraciones recogidas dentro del contexto de estos trabajos, Balanoff afirmó: “Todo lo que podamos aprender sobre los cerebros de los dinosaurios y las aves ayuda a entender la evolución del vuelo y el papel de los sentidos en ese proceso”. Su comentario establece un puente entre los dos grupos, al tiempo que destaca que cada uno recorrió caminos diferentes para alcanzar la misma habilidad.

La diferencia de ritmos evolutivos también se refleja en la comparación directa de las cavidades cerebrales. Los pterosaurios poseían lóbulos ópticos agrandados, pero el volumen total de sus hemisferios no superaba enormemente al de otros dinosaurios no avianos. En contraste, las aves modernas exhiben cavidades cerebrales mucho más amplias, que sostienen un repertorio sensorial sofisticado y un control motor extremadamente preciso. Esta divergencia refuerza la idea de que el vuelo en ambos grupos respondió a presiones selectivas distintas y se desarrolló en escenarios ecológicos particulares.

Mirar dentro del cráneo para entender el origen del vuelo

Los resultados presentados por el equipo de Current Biology se apoyan en reconstrucciones tridimensionales detalladas generadas mediante escaneos de alta resolución. Al comparar la morfología interna de cráneos fósiles muy distantes entre sí, tanto en edad como en posición filogenética, los investigadores lograron identificar patrones que solo pueden explicarse por cambios neurológicos rápidos.

En el caso de los pterosaurios, los datos muestran un aumento temprano y notable del tamaño del lóbulo óptico y de las regiones vinculadas al equilibrio. Aunque las proporciones no llegan a los niveles de las aves modernas, sí representaron un punto de inflexión decisivo en la evolución de estos reptiles alados, que desde su aparición demostraron capacidades aerodinámicas avanzadas. De hecho, la ausencia de una tendencia de crecimiento cerebral sostenida indica que no dependieron de un cerebro grande para volar, sino de una reorganización específica y muy eficiente de regiones clave.

La reconstrucción de estas cavidades también permitió observar el grado de similitud entre pterosaurios y dinosaurios cercanos al origen de las aves. Aunque algunos dinosaurios terópodos, como los troodóntidos o Archaeopteryx, presentaban estructuras cerebrales que los acercaban a la capacidad de maniobra aérea, ninguna de estas especies igualaba la organización interna observada en los pterosaurios tempranos. Este contraste confirma que las tres líneas evolutivas que alcanzaron vuelo activo lo hicieron por caminos independientes y bajo condiciones fisiológicas concretas.

La anatomía cerebral de los pterosaurios confirma además que estos animales fueron capaces de ejecutar conductas complejas sin requerir el desarrollo gradual de grandes cerebros. Las implicaciones de este hallazgo pueden extenderse más allá de la paleontología, ya que muestra como rasgos funcionales relevantes pueden surgir, en determinados contextos, sin un incremento sustancial del tamaño cerebral, siempre que exista una reorganización anatómica adecuada.

Lo que el cerebro de los pterosaurios revela sobre los principios del vuelo

El estudio señala que comprender la arquitectura interna del cerebro de los pterosaurios puede ayudar a identificar principios fundamentales del vuelo vertebrado. Entre las hipótesis más comentadas figura la de que su organización neurológica refleja un equilibrio óptimo entre procesamiento visual rápido, coordinación motora y estabilidad durante el planeo y el batido de alas.

La disposición de las cavidades internas sugiere que estos animales desarrollaron un sistema sensorial capaz de detectar cambios en el entorno en fracciones mínimas de segundo. Esta capacidad habría sido crucial para evitar obstáculos, corregir trayectorias y adaptarse a turbulencias repentinas. El hecho de que tales habilidades aparecieran tan temprano indica que la selección natural actuó con fuerza en un periodo breve, favoreciendo mutaciones que potenciaron las capacidades aéreas iniciales.

Fabbri ha señalado en el marco de esta investigación que estudiar cómo se organizaban estas estructuras “puede ofrecer más pistas sobre los principios de base del vuelo en general”. Tal afirmación sugiere que las adaptaciones de los pterosaurios no solo constituyen un caso histórico, sino también un modelo funcional que explica cómo los vertebrados pueden desarrollar soluciones aerodinámicas efectivas con recursos anatómicos mínimos.

El contraste entre la velocidad con la que los pterosaurios aparecieron en los cielos y el lento proceso que dio lugar al vuelo de las aves también plantea nuevas preguntas. Una de ellas es si existieron condiciones ecológicas particulares, como abundancia de insectos voladores o ausencia de competidores aéreos, que precipitaron esa explosión adaptativa. Aunque el estudio no aborda este punto con detalle, sugiere que el entorno triásico ofrecía oportunidades suficientes para que un animal capaz de volar se expandiera con rapidez.

Una huella duradera en la historia de los ecosistemas mesozoicos

El éxito de los pterosaurios no solo se explica por su capacidad temprana de vuelo, sino también por su amplia diversificación. A lo largo de millones de años evolucionaron desde formas pequeñas y ligeras hasta gigantes que surcaban el cielo, extendiendo alas de 9 metros de punta a punta. Estos cambios reflejan una variedad de nichos ocupados, desde depredadores costeros hasta cazadores de insectos y carroñeros ocasionales.

Esa diversidad confirma que las adaptaciones cerebrales surgidas en su origen fueron lo suficientemente versátiles como para sostener múltiples estilos de vida. Si bien las aves superaron finalmente a los pterosaurios en términos de diversidad morfológica y número de especies, los pterosaurios mantuvieron su dominio aéreo hasta el evento de extinción masiva ocurrido hace 66 millones de años.

Uno de los puntos más destacados del estudio es que la aparición temprana de las capacidades de vuelo no estuvo acompañada de cambios cerebrales notables posteriores. A diferencia de las aves, que incrementaron su tamaño cerebral para perfeccionar maniobras y conductas complejas, los pterosaurios alcanzaron desde el inicio un equilibrio fisiológico que les permitió sostener el vuelo sin grandes modificaciones evolutivas. Esta estabilidad resulta excepcional y subraya la eficiencia de su diseño neuroanatómico.

Una ventana privilegiada hacia los orígenes del vuelo vertebrado

La combinación de análisis cerebrales, interpretación filogenética y datos divulgados a través de fuentes como Current Biology y EurekaAlert permite obtener una visión más clara de cómo surgió el vuelo vertebrado por primera vez. El caso de los pterosaurios aporta evidencias sólidas de que la evolución puede transitar rutas extremadamente rápidas cuando confluyen ciertas presiones selectivas. También demuestra que estructuras sensoriales específicas pueden transformarse en cortos intervalos para habilitar nuevas capacidades locomotoras.

La conclusión general que se desprende del trabajo es que los pterosaurios se convirtieron en maestros del aire prácticamente desde su origen. No hubo etapas intermedias prolongadas ni desarrollos inciertos: surgieron y volaron. La eficiencia de su cerebro, su capacidad visual extraordinaria y la reorganización precisa de regiones cerebrales vinculadas al equilibrio les otorgaron una ventaja evolutiva inmediata.

Los investigadores consideran que comprender estos procesos permitirá avanzar en el conocimiento de la evolución sensorial y locomotora de los vertebrados. Al mismo tiempo, la historia de los pterosaurios recuerda que la innovación evolutiva puede producirse de maneras tan inesperadas como fascinantes. A diferencia de las aves, que tardaron millones de años en perfeccionar sus herramientas para el vuelo, los pterosaurios se adueñaron del cielo en un abrir y cerrar de ojos, consolidándose como algunos de los pioneros aéreos más formidables que jamás hayan existido.

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