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¿Te sorprende que los hinchas se vuelvan locos por el fútbol? Su cerebro también lo hace
jueves, noviembre 13, 2025

¿Te sorprende que los hinchas se vuelvan locos por el fútbol? Su cerebro también lo hace

Aficionados del fútbol animan con banderas y camisetas desde las gradas de un estadio lleno durante un partido, mostrando la pasión y energía de la hinchada.

Un estudio con resonancia magnética funcional reveló que los cerebros de los hinchas se activan intensamente cuando su equipo gana o pierde frente a un rival, mostrando patrones similares a los de una respuesta emocional extrema.

El fútbol es mucho más que un juego: para millones de personas en todo el mundo es una fuente de identidad, orgullo y pertenencia. Esa pasión, sin embargo, también tiene una contraparte biológica. Una investigación publicada en la revista Radiology demuestra que los cerebros de los fanáticos experimentan una auténtica montaña rusa emocional durante los partidos, especialmente cuando su equipo enfrenta a un clásico rival. Los resultados explican por qué muchos aficionados viven las victorias o derrotas con una intensidad que, en algunos casos, puede llegar a la violencia.

El trabajo fue dirigido por el biólogo y académico Francisco Zamorano, profesor asociado en la Facultad de Ciencias para el Cuidado de la Salud de la Universidad San Sebastián en Santiago de Chile. Mediante técnicas avanzadas de neuroimagen, su equipo descubrió que las regiones cerebrales relacionadas con la recompensa, el control emocional y la toma de decisiones se comportan de manera radicalmente distinta dependiendo del resultado del partido y del tipo de rivalidad.

El fútbol como espejo del comportamiento humano

La investigación, detallada en Radiology y difundida también por EurekAlert!, partió de una pregunta fundamental: ¿por qué el fanatismo futbolístico puede llegar a límites tan extremos? Zamorano explica que el fenómeno del fútbol permite observar, en tiempo real, la construcción de la identidad social y los mecanismos de pertenencia a un grupo. “El fanatismo futbolístico ofrece un entorno comparable con otros ámbitos radicales, lo que nos permite analizar este tipo de comportamiento”, señala el investigador.

El equipo reclutó a sesenta hombres, todos fanáticos del fútbol y con edades entre 20 y 45 años. Se les pidió que identificaran a sus clubes favoritos y a sus principales rivales históricos, y luego completaron cuestionarios sobre su nivel de identificación con el equipo y su disposición a conductas agresivas. Durante el experimento, los participantes fueron sometidos a resonancias magnéticas funcionales (fMRI) mientras observaban 63 secuencias de goles de partidos reales en los que aparecían sus equipos, sus rivales y equipos neutrales.

Los resultados fueron claros: cuando el equipo preferido marcaba un gol contra su rival, se activaban con fuerza las regiones cerebrales relacionadas con el sistema de recompensa. Pero cuando el gol lo hacía el equipo contrario, esa misma red disminuía su actividad, mientras otras zonas vinculadas a la frustración y la toma de decisiones mostraban una respuesta opuesta.

Ganar o perder no se vive igual en el cerebro

El equipo chileno comprobó que la rivalidad cambia por completo la respuesta cerebral. “La rivalidad entre clubes altera el equilibrio entre la recompensa y el control emocional en cuestión de segundos”, explica Zamorano. “Durante una victoria clara, el circuito de la recompensa se activa con más intensidad que cuando el rival no genera tanta enemistad. En cambio, ante una derrota frente al clásico rival, una región clave del cerebro —la corteza cingulada anterior dorsal— actúa de forma inversa: en lugar de suprimir pensamientos y emociones, los amplifica”.

Este patrón sugiere que los hinchas no solo experimentan alegría o tristeza, sino una auténtica pérdida de control emocional. La activación intensa de las zonas vinculadas al placer y al conflicto interno explica por qué muchos aficionados que en circunstancias normales son racionales pueden reaccionar de forma impulsiva, e incluso violenta, durante los encuentros.

Además, el estudio evidenció diferencias en la intensidad de la reacción según el tipo de fanático. Aquellos con una vinculación más fuerte hacia su club, como los miembros de la llamada “barra brava”, mostraron respuestas cerebrales más extremas tanto en los momentos de euforia como de frustración. “Este mismo patrón de más recompensa y menos control en contextos de rivalidad probablemente explica otros conflictos fuera del deporte, como los políticos o sectarios”, advierte Zamorano.

Identidad, grupo y rivalidad

Uno de los hallazgos más reveladores del estudio es que la identidad grupal se refuerza precisamente frente al adversario. Las imágenes cerebrales mostraron una mayor activación en regiones asociadas a la pertenencia cuando el equipo del participante anotaba contra su enemigo histórico, en comparación con un equipo neutral. Esa diferencia sugiere que la rivalidad es un componente esencial para consolidar la sensación de “nosotros” frente a “ellos”.

Zamorano subraya que este mecanismo no se limita al fútbol. “Las emociones que surgen en la rivalidad deportiva son un reflejo de la forma en que las personas estructuran su identidad colectiva”, explica. “Comprender cómo los circuitos neuronales responden ante el éxito o el fracaso del grupo al que se pertenece nos ayuda a entender comportamientos de masas en la política, la religión o los movimientos sociales”.

Los científicos destacan que la intensidad emocional asociada a la rivalidad también puede ser modulada por factores sociales. Políticas adecuadas de comunicación y estrategias de prevención podrían disminuir las reacciones extremas. La gestión del público en los estadios y la educación emocional desde edades tempranas son herramientas que, según los autores, podrían reducir la violencia asociada al fútbol.

Educación emocional desde la infancia

El estudio va más allá de la simple observación del fanatismo deportivo y aborda una cuestión de salud pública. “Estudiar el fanatismo futbolístico es crucial porque nos muestra cómo el cerebro influye en la línea que separa la pasión del comportamiento polarizado, violento o dañino para la sociedad”, afirma Zamorano. “Lo esencial es enseñar desde la infancia el control emocional y la empatía: la exposición a la frustración y la socialización en entornos positivos determinan el equilibrio entre recompensa y control”.

Para el científico, la prevención debe comenzar en los primeros años de vida. “La estrategia más efectiva es garantizar que los niños crezcan en entornos saludables”, concluye. “En sociedades que descuidan el desarrollo temprano, el fanatismo extremo puede intensificarse y derivar en comportamientos destructivos”.

Los hallazgos ofrecen una nueva ventana a la comprensión de la pasión futbolística y de los mecanismos que la sustentan. Más allá del deporte, ponen de relieve cómo los lazos emocionales y las rivalidades moldean el cerebro humano y, con él, la manera en que vivimos nuestra identidad colectiva. El fútbol, espejo de tantas pasiones humanas, se revela así como un escenario perfecto para observar la neurobiología de la emoción, la pertenencia y el conflicto.

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