Inicio
Cambio Climático
Geología
Terremoto
Tierra
Volcanes
El calentamiento global está provocando cambios profundos en la corteza terrestre
miércoles, noviembre 12, 2025

El calentamiento global está provocando cambios profundos en la corteza terrestre

Vista del lago Turkana en Kenia, donde un estudio científico reveló que las variaciones climáticas pueden influir en la actividad sísmica y volcánica.

Un estudio reciente revela que las variaciones climáticas no solo transforman la superficie terrestre, sino que también modifican la actividad de las fallas y el magma bajo la corteza, según una investigación realizada en el lago Turkana, en el norte de Kenia.

Durante décadas, la ciencia ha documentado los efectos visibles del calentamiento global: sequías, inundaciones, incendios y huracanes cada vez más intensos. Sin embargo, una nueva investigación liderada por científicos de la Syracuse University y la University of Auckland demuestra que el impacto del clima llega mucho más abajo, hasta los procesos tectónicos que moldean el planeta desde sus entrañas. Los resultados, publicados en Scientific Reports y difundidos por EurekAlert!, ofrecen una mirada inédita a cómo las variaciones climáticas pueden alterar la formación de fallas y la producción de magma en regiones volcánicas activas.

El estudio se centró en el lago Turkana, una vasta masa de agua situada en el extremo norte de Kenia y considerada la cuna de la humanidad por la abundancia de fósiles que han permitido reconstruir la historia evolutiva de los primeros homínidos. Sin embargo, esta región también guarda una historia geológica singular. Las oscilaciones del nivel del lago a lo largo de los milenios no solo cambiaron su entorno ecológico, sino que también afectaron la dinámica interna de la corteza terrestre.

Cuando el clima modifica la tectónica

Hasta hace poco, la comunidad científica consideraba que la formación de fallas continentales —el proceso conocido como rifting— dependía exclusivamente de los movimientos internos de las placas tectónicas. Pero el nuevo estudio demuestra que factores superficiales, como la cantidad de agua o la presión atmosférica asociadas al clima, también influyen en la manera en que la Tierra se deforma. “La formación de rift continentales se ha entendido tradicionalmente como un proceso enraizado en la tectónica de placas”, explicó Chris Scholz, profesor de Ciencias de la Tierra en la Syracuse University. “Nuestro trabajo demuestra que el rifting también está moldeado por procesos de superficie, incluyendo influencias climáticas regionales”.

Los investigadores observaron que, durante los períodos húmedos del pasado —entre hace unos 9600 y 5300 años—, el lago Turkana alcanzó niveles al menos 100 metros más altos que los actuales. Esa enorme masa de agua añadía presión sobre la corteza, ralentizando la actividad de las fallas. En contraste, durante las fases secas, cuando el nivel descendía, la reducción de peso en la superficie facilitaba el ascenso de magma y el desplazamiento de las fracturas geológicas. Según el investigador principal James D. Muirhead, de la University of Auckland, “estas variaciones de presión alteran la fusión de las rocas a gran profundidad, lo que incrementa la producción de magma y la probabilidad de que se generen movimientos sísmicos”.

Una misión científica bajo condiciones extremas

Para recopilar datos precisos, el equipo viajó hasta la remota cuenca del lago Turkana, una de las zonas más inhóspitas del planeta. “Las condiciones en el norte del lago Turkana son de las más duras que nuestro equipo ha enfrentado en cualquier parte del mundo”, comentó Scholz. “Es el lago desértico más grande del planeta, situado en una de las regiones más ventosas y aisladas de África”.

Los investigadores tuvieron que transportar sus embarcaciones por tierra hasta el lago, y realizar mediciones en medio de un entorno sin infraestructuras de rescate o apoyo logístico. Pese a las dificultades, consiguieron registrar datos sísmicos subterráneos de 27 fallas bajo el lago, los más detallados obtenidos en los últimos 10 000 años dentro del sistema de rift de África oriental. Muirhead destacó que estos registros ofrecen “las mejores estimaciones disponibles sobre la evolución de la actividad de las fallas en los sistemas de rift africanos”.

Magma y sequías, un vínculo inesperado

El análisis de los sedimentos y las estructuras tectónicas confirmó que los períodos secos coincidían con una mayor actividad sísmica y volcánica. La relación no es exclusiva del este de África: estudios previos en Islandia y el oeste de Estados Unidos ya habían sugerido que la desaparición del hielo glacial —que reduce la presión sobre la corteza— incrementa el movimiento tectónico. “Nos sorprendió cuánto puede cambiar la velocidad de desplazamiento de las fallas con apenas unos cientos de metros de diferencia en el nivel del agua”, explicó Muirhead. “El derretimiento de las rocas y la producción de magma parecen amplificar la respuesta tectónica a esas variaciones”.

Este descubrimiento también arroja luz sobre las duras condiciones ambientales a las que estuvieron expuestos los primeros homínidos. En épocas de sequía, el aumento de la actividad volcánica y sísmica habría modificado drásticamente el paisaje, dificultando el acceso al agua y a los recursos naturales. Es probable que estos factores influyeran indirectamente en los patrones migratorios y evolutivos de las poblaciones humanas tempranas que habitaron el entorno del Turkana.

El clima como fuerza geológica

Más allá del valor histórico, el hallazgo tiene implicaciones directas para el presente. “El cambio climático —ya sea natural o provocado por el ser humano— probablemente influye en la probabilidad de futuras erupciones volcánicas o terremotos en África oriental”, advirtió Muirhead. “Pero estos efectos se desarrollan a escala geológica, no humana, por lo que resultan sutiles y, en su mayoría, imperceptibles durante una vida o incluso en varias generaciones”.

A corto plazo, las proyecciones climáticas apuntan a un aumento del caudal de los ríos que alimentan el lago Turkana, lo que podría hacer crecer su volumen en las próximas dos décadas y elevar el riesgo de inundaciones. Ese incremento del nivel del agua, aunque beneficioso para los ecosistemas locales, podría modificar nuevamente la presión sobre la corteza terrestre, alterando la dinámica de las fallas. Los investigadores advierten que los modelos geológicos deben considerar estas interacciones entre clima, agua y tectónica para comprender mejor los posibles escenarios futuros.

Muirhead subrayó que “nos estamos moviendo hacia una comprensión más holística de los procesos que impulsan la tectónica de placas, reconociendo también la influencia del clima en el sistema geológico y, a su vez, cómo la tectónica puede modificar el clima a largo plazo”. Esta interconexión, añadió, es fundamental para evaluar riesgos en regiones propensas a terremotos o erupciones volcánicas. “Si tuviera que hacer una evaluación de riesgo para una falla en una zona de rift como la del Turkana”, señaló, “debería considerar cómo el nivel del agua y las tendencias climáticas actuales pueden afectar la velocidad de la actividad sísmica y, con ello, la probabilidad de un sismo”.

Una nueva mirada al equilibrio del planeta

El estudio redefine la forma en que se entienden los vínculos entre la superficie terrestre y las profundidades de la corteza. Ya no se trata de un sistema en el que la tectónica dicta el relieve y el clima responde, sino de una interacción mutua en la que ambos factores se retroalimentan. Las fluctuaciones del agua, el deshielo, las lluvias extremas o las sequías prolongadas no solo transforman el paisaje visible, sino que también ejercen una presión física sobre la Tierra que, con el tiempo, puede cambiar el curso de la actividad geológica.

Los autores coinciden en que este conocimiento puede mejorar la precisión de los modelos de riesgo sísmico y volcánico, especialmente en regiones donde los cambios ambientales son acelerados. Comprender cómo el clima influye en la corteza terrestre es, en definitiva, comprender un engranaje más del sistema planetario que sostiene la vida.

El lago Turkana, con su historia de transformaciones y resiliencia, vuelve así a situarse en el centro de una gran narrativa científica: la del vínculo profundo entre el clima y la geología, entre la superficie y el corazón ardiente de la Tierra.

Sin comentarios