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El deshielo antártico podría ejercer un inesperado efecto de estabilidad sobre la circulación atlántica
jueves, noviembre 20, 2025

El deshielo antártico podría ejercer un inesperado efecto de estabilidad sobre la circulación atlántica

Imagen aérea del deshielo en la Antártida Occidental con grandes bloques de hielo fracturados y agua de deshielo fluyendo hacia el océano.

Nuevas simulaciones climáticas indican que el agua de deshielo de la Antártida Occidental podría moderar el debilitamiento de la circulación oceánica del Atlántico, uno de los sistemas más sensibles del clima global.

La Circulación Meridional de Retorno del Atlántico, conocida como AMOC por sus siglas en inglés, es desde hace años uno de los puntos de inflexión más vigilados del sistema climático. Su posible debilitamiento ante el avance del calentamiento global y el aumento del aporte de agua dulce procedente del deshielo de Groenlandia ha generado preocupación en la comunidad científica, que advierte de alteraciones potencialmente abruptas en los patrones de temperatura y precipitaciones a escala planetaria. Comprender cómo interactúan entre sí las distintas regiones polares se ha convertido en una tarea clave para anticipar los escenarios más plausibles en las próximas décadas.

Una investigación reciente publicada en Science Advances ofrece un matiz inesperado: bajo determinadas condiciones, el deshielo de la capa de hielo de la Antártida Occidental podría tener un efecto estabilizador sobre la AMOC. El estudio, liderado por el investigador Sacha Sinet junto con colegas especializados en oceanografía y dinámica atmosférica, combina teoría climática, modelos conceptuales previos y simulaciones más complejas para analizar cómo interactúan los principales puntos de inflexión del sistema climático.

Una interacción que desafía las expectativas habituales

El hallazgo parte de una base ampliamente conocida: a medida que Groenlandia pierde hielo, grandes volúmenes de agua dulce entran en el Atlántico Norte, disminuyen la salinidad superficial y pueden reducir el hundimiento de las aguas densas que alimentan la AMOC. Este mecanismo se ha estudiado durante años y numerosos trabajos lo señalan como un factor de debilitamiento significativo.

Sin embargo, el nuevo análisis plantea un escenario adicional. Según Sinet, “en mis experimentos con modelos observé que cuando el agua de deshielo se libera en la zona de la Antártida Occidental, la circulación oceánica es capaz de soportar mejor el aporte de agua dulce procedente de Groenlandia”. Añade que “a esa dinámica la llamamos una interacción estabilizadora”, una descripción que contrasta con la visión más común, centrada casi exclusivamente en interacciones que aceleran los desequilibrios.

La relevancia del resultado se entiende mejor si se recuerda que tanto la AMOC como las capas de hielo de Groenlandia y la Antártida Occidental forman parte del conjunto de puntos de inflexión climáticos. Estos elementos, al superar ciertos umbrales, pueden cambiar de estado de manera abrupta. Tradicionalmente, las investigaciones han destacado las interacciones que refuerzan los efectos desestabilizadores —las conocidas cascadas de “dominó climático”—, pero el nuevo trabajo pone de relieve que existen también relaciones compensatorias entre sistemas alejados del planeta.

De los modelos conceptuales al salto hacia simulaciones más realistas

La idea de que el deshielo antártico pudiera influir en la estabilidad de la AMOC no es completamente nueva. Ya había sido planteada en modelos conceptuales del clima que simplifican la dinámica oceánica a un conjunto de cajas interconectadas con diferente densidad y salinidad. Estos modelos, aunque valiosos para deducir mecanismos fundamentales, no representan fielmente la complejidad física del sistema real.

Como explica el propio Sinet, “este tipo de modelos ayuda a comprender los mecanismos subyacentes, pero representan la física real del clima solo de manera parcial”. Por ello, el equipo decidió avanzar hacia un modelo climático de complejidad intermedia, capaz de reproducir de manera más realista la circulación oceánica y su interacción con la atmósfera. El resultado fue sorprendente incluso para los investigadores: “teníamos razones teóricas para anticipar que algo así podía ocurrir, pero aun así fue sorprendente verlo materializarse en las simulaciones”, señala el autor. “Siempre resulta llamativo encontrar en un modelo más cercano a la realidad algo que antes solo habíamos visto en versiones simplificadas”.

El estudio no solo valida un concepto propuesto previamente en investigaciones más abstractas, sino que lo sitúa en un marco físico más detallado, donde se incluyen procesos de salinidad, redistribución de masas de agua, intercambio de calor y cambios en la formación de aguas profundas. Esto permite inferir que la climatología de ambos polos está más entrelazada de lo que se pensaba, y que los efectos de perturbaciones simultáneas pueden no ser aditivos, sino interactivos.

Un hallazgo importante que no implica alivio alguno

Aun así, los autores enfatizan que el resultado no puede interpretarse como una noticia tranquilizadora. La posibilidad de que el deshielo antártico ejerza un efecto estabilizador sobre la AMOC se refiere a escenarios en los que la capa de hielo de la Antártida Occidental pierde una cantidad de masa lo suficientemente grande como para modificar de manera significativa la densidad y salinidad del agua circundante.

Sinet es muy claro al respecto: “estamos hablando de un escenario en el que desaparece por completo una enorme capa de hielo, lo que implicaría un aumento del nivel del mar de varios metros”. Subraya que “eso es, por sí mismo, catastrófico”, y recalca que comprender las interacciones estabilizadoras es fundamental, no porque ofrezcan soluciones, sino porque ayudan a predecir cómo responderá el sistema climático cuando varios puntos de inflexión se activen al mismo tiempo.

Esta advertencia es esencial para evitar interpretaciones erróneas: el estudio no sugiere que la AMOC esté a salvo ni que el deshielo del hemisferio sur sea positivo. Más bien, revela que, incluso en escenarios de cambio climático extremo, las respuestas del sistema pueden incluir efectos compensatorios que hasta ahora no habían sido estudiados a detalle.

Un sistema global de retroalimentaciones múltiples

La investigación conecta con una línea creciente de estudios que analizan cómo se relacionan los sistemas polares. En los últimos años, trabajos centrados en la redistribución de masas de hielo, la variabilidad del océano profundo y la estabilidad de las corrientes atlánticas han demostrado que el sistema climático opera como una red de retroalimentaciones interdependientes.

Si el aporte de agua dulce desde la Antártida Occidental modifica la resistencia de la AMOC a las perturbaciones del norte, las proyecciones de futuro deberán integrar estos efectos cruzados. Surgen nuevas preguntas: ¿hasta qué punto ese efecto estabilizador podría retrasar un posible colapso? ¿Cómo influiría en el umbral crítico asumido en proyecciones actuales? ¿Puede introducir resiliencia temporal, aunque no un cambio en la dirección final de la tendencia?

El estudio no ofrece respuestas definitivas, pero sí demuestra que las interacciones climáticas entre regiones remotas del planeta pueden producir resultados no lineales. Estas conclusiones exigen que la comunidad científica refine sus modelos para incluir procesos combinados que, en ocasiones, actúan en direcciones opuestas.

Una pieza clave para interpretar los escenarios futuros

El futuro de la AMOC depende de una combinación de factores: variabilidad oceánica natural, pérdida de hielo en Groenlandia, redistribución de masas en la Antártida, calentamiento de las aguas profundas y cambios en la atmósfera. Por ello, los expertos coinciden en que comprender la interacción entre todos estos elementos es indispensable para anticipar el comportamiento de la circulación atlántica durante el siglo XXI.

El estudio no elimina los riesgos asociados al calentamiento global ni disminuye la gravedad de un eventual colapso de la capa de hielo antártica. Lo que sí hace es aportar evidencia de que el sistema climático no responde de forma aislada a perturbaciones individuales, sino mediante respuestas cruzadas complejas que pueden amortiguar o amplificar los efectos.

La interconexión entre polos y la posibilidad de interacciones estabilizadoras muestran que el planeta funciona como un conjunto de mecanismos acoplados. En este contexto, la investigación sirve como recordatorio de que cada pieza del sistema climático tiene potencial para modificar el comportamiento del conjunto, incluso de maneras inesperadas.

A medida que aumenten las observaciones y se perfeccionen los modelos, estudios como este ayudarán a clarificar qué escenarios son más probables y qué procesos pueden modificar el ritmo de los cambios ya en marcha. Lo que permanece claro es que incluso cuando se identifican efectos estabilizadores, estos no implican una mejora del panorama general: emergen únicamente en situaciones que ya representan graves amenazas para sociedades y ecosistemas.

En definitiva, el hallazgo ofrece una visión más matizada del comportamiento de la AMOC y de las interacciones entre los polos, subrayando la necesidad de investigar con mayor detalle cómo los distintos puntos de inflexión climáticos pueden influirse mutuamente. En un mundo que continúa calentándose, comprender estas conexiones será esencial para anticipar la magnitud y la velocidad de los cambios que definirán las próximas décadas.

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