Un nuevo análisis internacional revela que cantidades sorprendentemente pequeñas de plásticos de gran tamaño pueden resultar fatales para aves marinas, tortugas y mamíferos oceánicos, con umbrales de mortalidad que desmontan la percepción general de que solo ingestas masivas provocan la muerte.
A partir de más de 10 000 necropsias de animales marinos, un equipo de especialistas de Ocean Conservancy calculó con precisión cuánta cantidad de macroplásticos —fragmentos de más de 5 milímetros— basta para causar la muerte en distintas especies. El estudio, cuyos resultados también se difundieron en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) y en un comunicado de EurekAlert!, combina modelos de riesgo con registros detallados sobre la causa de muerte y el material ingerido por aves, tortugas y mamíferos. Lejos de tratarse de un problema marginal, los hallazgos indican que basta una fracción mínima de lo que muchos imaginarían para provocar obstrucciones letales, perforaciones internas o fallos sistémicos.
Los investigadores analizaron 1537 aves marinas de 57 especies, 1306 tortugas pertenecientes a las siete especies existentes y 7569 mamíferos marinos de 31 especies. Esa base de datos permitió estimar con precisión los umbrales de riesgo. En la mayoría de los casos, la cantidad de plástico fatal equivale a objetos del tamaño cotidiano de un cubo de azúcar, una pelota de béisbol o un balón, dependiendo de la especie. Estas comparaciones permiten dimensionar mejor la gravedad de una amenaza que, por años, se percibió asociada únicamente a casos extremos.
Erin Murphy, autora principal de la investigación, afirma que el objetivo era traducir años de evidencias dispersas en estimaciones concretas que cualquier lector pueda comprender. “Sabemos desde hace mucho tiempo que animales de todo tipo y tamaño ingieren plástico, pero lo que queríamos saber es cuánto es demasiado”, señaló. “La dosis letal varía según la especie, su tamaño, el tipo de plástico y otros factores, pero en general la cantidad fatal es mucho menor de lo que se pensaba. Es preocupante si recordamos que cada minuto más de un camión de basura lleno de plástico termina en el océano”.
Consecuencias invisibles en el océano
Antes de llegar a conclusiones, los especialistas evaluaron patrones de ingestión. El 35 % de las aves estudiadas tenía plástico en el tracto digestivo, igual que el 47 % de las tortugas y el 12 % de los mamíferos analizados. En conjunto, el 21,5 % de todos los animales contenía fragmentos de macroplásticos. Cada grupo de especies mostró tendencias específicas: las aves consumían principalmente plásticos duros; las tortugas, materiales blandos como bolsas; y los mamíferos marinos, piezas de artefactos de pesca.
En términos de letalidad, los resultados resultan especialmente alarmantes. Para aves marinas como el frailecillo atlántico, que mide cerca de 28 centímetros, menos de tres cubos de azúcar en volumen equivalentes de plástico conllevan un 90 % de probabilidad de muerte. Para tortugas de la talla de la tortuga boba, de alrededor de 90 centímetros, apenas un volumen similar al de dos pelotas de béisbol puede ser fatal. Y en mamíferos como la marsopa común, de 1,5 metros de largo, basta la cantidad de plástico equivalente a un balón de fútbol para alcanzar un riesgo del 90 %.
Sin embargo, los investigadores advierten que los niveles de riesgo son aún más delicados cuando se considera la tasa de mortalidad del 50 %. En ese escenario, las cantidades críticas se reducen a menos de un cubo de azúcar para aves pequeñas, menos de media pelota de béisbol para tortugas y menos de un sexto de balón para marsopas. La idea de que tan poco material puede desencadenar una cadena fatal de daños fisiológicos subraya la gravedad silenciosa del problema.
Britta Baechler, coautora del estudio, enfatiza que el análisis evidencia la amenaza que representan objetos en apariencia inofensivos. “Este estudio nos recuerda que las bolsas de plástico, los aparejos de pesca perdidos y otros objetos grandes pueden ser peligrosos para animales grandes y pequeños”, declaró. “Una de cada veinte tortugas que analizamos murió por ingerir plástico. Yo no asumiría ese riesgo”.
El comunicado difundido por EurekAlert resalta que las conclusiones de este trabajo representan el primer intento a gran escala de cuantificar los umbrales de mortalidad por ingestión de macroplásticos. El artículo publicado en PNAS añade que los modelos matemáticos empleados permiten extrapolar el impacto en poblaciones enteras de especies vulnerables y anticipar su declive.
Plasticidad del riesgo según el tipo de residuo
Además de cuantificar dosis fatales, el estudio identificó qué tipos de plástico resultan más peligrosos para cada grupo de animales. Las aves marinas, por ejemplo, consumen principalmente plásticos duros, pero el análisis mostró que el caucho sintético, aunque se encuentre en fragmentos mínimos —seis piezas del tamaño de un guisante—, puede provocar lesiones internas mortales. Esta sensibilidad se debe a la forma irregular del material y su resistencia a la fragmentación, lo que aumenta el riesgo de que quede atascado o cause desgarros.
Las tortugas marinas, en cambio, tienden a confundir materiales blandos como bolsas o envoltorios con medusas, una de sus presas habituales. El estudio halló que 342 fragmentos de plásticos blandos del tamaño de un guisante son suficientes para causar la muerte, debido a obstrucciones intestinales que derivan en infecciones graves, desnutrición o perforaciones.
En mamíferos marinos, la situación es distinta: el 72 % del material ingerido correspondía a residuos de pesca. Para especies emblemáticas como el cachalote, 28 fragmentos menores que una pelota de tenis bastan para provocar una probabilidad del 90 % de mortalidad. Los investigadores advierten que, en estos casos, los daños suelen estar relacionados con piezas rígidas o filamentos que forman bloqueos especialmente difíciles de superar.
Nicholas Mallos, otro de los investigadores asociados al estudio, advierte sobre la dimensión sistémica del problema. “Esta investigación demuestra que la contaminación plástica es una amenaza existencial para la diversidad de la vida en nuestro planeta”, afirmó. “Ingerir plástico es solo una de las formas en las que los animales marinos están en peligro. Imagina los riesgos si añadimos la posibilidad de quedar enredados y la exposición continua a sustancias tóxicas provenientes del plástico”.
Estas observaciones ayudan a entender por qué el impacto real de la contaminación plástica probablemente supera lo estimado por la investigación. El análisis se centró exclusivamente en macroplásticos, pero no contempló microplásticos, vertidos químicos relacionados ni fenómenos de enredo, todos ellos asociados a una mortalidad significativa. De hecho, casi la mitad de los animales que habían ingerido plástico pertenecían a especies catalogadas como amenazadas o casi amenazadas por organismos internacionales.
Un panorama global que exige respuestas urgentes
La escala del problema requiere una visión amplia. Cada año ingresan más de 11 millones de toneladas de plástico en los océanos, buena parte procedente de productos de un solo uso. La cifra podría duplicarse en las próximas décadas si no se adoptan medidas tajantes. El análisis publicado en PNAS subraya que la reducción de la producción, la mejora de los sistemas de reciclaje y la eliminación de residuos existentes constituyen pilares esenciales para evitar daños irreversibles.
Anja Brandon, especialista en políticas de plásticos y también vinculada a Ocean Conservancy, celebra que el estudio brinde una base cuantitativa para la toma de decisiones. “Estamos satisfechos de que esta investigación cuantifique por fin el impacto del plástico en los animales”, afirmó. “Estas cifras confirman que prohibir ciertos productos de un solo uso tiene un efecto concreto. En la protección de la fauna marina, cada medida y cada acción individual cuenta”.
A la luz de los resultados, los autores señalan que la solución no depende únicamente de la regulación. También implica transformar patrones de consumo, mejorar la gestión de residuos en regiones donde las infraestructuras son insuficientes y aumentar la vigilancia sobre la pesca industrial, una de las principales fuentes de macroplásticos peligrosos. El informe destaca que, incluso con sistemas de reciclaje robustos, solo una fracción del plástico producido globalmente vuelve a convertirse en nuevos materiales, lo que vuelve imprescindible atacar el problema desde la raíz: la sobreproducción.
Para muchas especies que ya se encuentran al límite, estos datos llegan en un momento crítico. La degradación de los hábitats marinos, el avance del cambio climático y la presión pesquera han reducido su margen de supervivencia. Añadir la contaminación plástica a esta ecuación incrementa un riesgo acumulativo que amenaza la estabilidad de ecosistemas enteros. Los expertos advierten que, sin intervenciones contundentes, algunas especies podrían enfrentar descensos abruptos de población en cuestión de décadas.
No obstante, los científicos también sostienen que la solución es alcanzable si los gobiernos, las industrias y la ciudadanía actúan de forma concertada. El estudio, reforzado por la publicación en PNAS y la difusión en EurekAlert!, ofrece una base científica sólida para respaldar políticas más estrictas contra la contaminación plástica y destaca que reducir la amenaza es posible si se aplican medidas sistemáticas y sostenidas.
En un océano donde miles de millones de animales dependen de la estabilidad de sus ecosistemas, comprender cuánta cantidad de plástico es suficiente para causar daños mortales no es solo una cuestión científica: es una llamada de advertencia sobre un problema que ya no puede ignorarse. La evidencia reunida confirma que incluso pequeños fragmentos, invisibles para la mayoría de las personas, pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte de algunas de las especies más emblemáticas del planeta.

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