Un grupo de científicos descubrió que algunos beneficios neurológicos del deporte pueden lograrse mediante la administración de lactato en el torrente sanguíneo, sin necesidad de realizar actividad física.
Durante décadas, la ciencia ha demostrado que el ejercicio físico es una de las mejores herramientas para mantener el cuerpo y la mente en buen estado. No solo fortalece los músculos y mejora la circulación, sino que también estimula la liberación de sustancias que favorecen la salud cerebral. Sin embargo, una investigación reciente abre la puerta a un escenario inesperado: replicar algunos de estos efectos sin moverse.
El estudio, publicado en la revista Frontiers in Cellular Neuroscience por un equipo de la Escuela Sueca de Ciencias del Deporte y la Salud en Estocolmo, explora cómo el lactato —una sustancia producida por el organismo durante entrenamientos intensos— podría desencadenar respuestas similares a las del ejercicio en el cerebro.
El papel del lactato en el cerebro
Los investigadores recuerdan que la práctica deportiva promueve la producción de un factor clave: la proteína conocida como factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés). Este compuesto desempeña un papel fundamental en el crecimiento, la supervivencia y el mantenimiento de las neuronas, lo que lo convierte en un aliado esencial para la plasticidad cerebral y la protección frente al deterioro cognitivo.
Estudios previos ya habían sugerido que la cadena fisiológica que lleva a la producción de BDNF comienza con niveles elevados de lactato en la sangre. El lactato se genera cuando el cuerpo transforma carbohidratos en energía, sobre todo en situaciones de gran esfuerzo físico en las que el oxígeno es limitado.
La novedad de esta investigación está en que los científicos lograron inducir esta misma respuesta sin que los voluntarios hicieran ejercicio. Lo hicieron administrando lactato directamente en la sangre a través de un infusor. “Aquí mostramos por primera vez que una administración de este tipo conduce a niveles de lactato en la sangre característicos de un esfuerzo físico intenso. Esto eleva los niveles del precursor del BDNF, que probablemente es liberado por los músculos esqueléticos”, explicó el doctor Marcus Moberg, autor principal del trabajo y profesor asociado en la institución sueca.
Cómo se diseñó el experimento
El ensayo contó con la participación de doce adultos sanos, quienes recibieron un infusor con lactato de sodio durante una hora. Pasados entre siete y treinta días, repitieron la experiencia, pero esta vez con una simple solución salina como placebo. Un subgrupo realizó el procedimiento en orden inverso.
Antes y después de cada infusión se tomaron biopsias musculares y muestras de sangre, que permitieron seguir los cambios fisiológicos en tiempo real. Además, una segunda cohorte de seis personas actuó como grupo de control, recibiendo únicamente el placebo.
Los resultados fueron claros: durante la infusión de lactato, las concentraciones en sangre alcanzaron picos comparables a los observados en entrenamientos de alta intensidad. A los quince minutos de suspender el tratamiento, los niveles de pro-BDNF en sangre se incrementaron, y este efecto se mantuvo durante al menos dos horas. No obstante, los investigadores no hallaron un aumento del precursor en el tejido muscular.
¿Sustituto del deporte o complemento?
El hallazgo generó entusiasmo, ya que muestra que algunos efectos del ejercicio podrían replicarse mediante un procedimiento médico. Sin embargo, los especialistas advierten que no se trata de una solución mágica para quienes detestan el deporte.
De acuerdo con Moberg, “sospechamos que la intensidad del entrenamiento es especialmente importante cuando el objetivo es la salud cerebral. Realizar varias sesiones intensas a la semana, que expongan al cerebro a niveles altos de lactato, es lo más recomendable para un envejecimiento neurológicamente saludable”.
Esto significa que, aunque el infusor con lactato puede imitar ciertas reacciones fisiológicas, el ejercicio sigue teniendo un abanico de beneficios mucho más amplio que no puede reemplazarse con una intervención médica puntual.
Implicaciones para la medicina del futuro
A pesar de las advertencias, los autores destacan que los resultados abren una puerta interesante para la medicina preventiva y terapéutica. “En el futuro, estas conclusiones pueden ayudar a diseñar programas de entrenamiento personalizados en contextos de salud, especialmente para personas con una función cerebral reducida”, señaló Moberg.
Dado que se sabe que el lactato ejerce efectos similares a los de una hormona, los científicos creen que podrían surgir tratamientos novedosos basados en su administración. El objetivo sería ofrecer alternativas a pacientes que, por enfermedad o limitaciones físicas, no puedan realizar ejercicio vigoroso, pero que se beneficiarían de la estimulación de factores neuroprotectores como el BDNF.
Aun así, los expertos subrayan que se requiere más investigación para comprender el mecanismo exacto por el cual el lactato modula el metabolismo del BDNF en humanos. Será necesario realizar estudios con grupos más grandes, en distintos rangos de edad y condiciones de salud, antes de pensar en aplicaciones clínicas concretas.
Un nuevo capítulo en la ciencia del ejercicio
El estudio de la Escuela Sueca de Ciencias del Deporte y la Salud no plantea eliminar la actividad física de la vida cotidiana, sino aportar nuevas herramientas que complementen lo que ya se sabe sobre la relación entre cuerpo y cerebro. Los investigadores coinciden en que la actividad física seguirá siendo insustituible, tanto por su impacto global en la salud cardiovascular, metabólica y emocional, como por el papel central que tiene en la vida social de millones de personas.
Lo que sí resulta novedoso es la posibilidad de que, en un futuro no tan lejano, médicos puedan recurrir a estrategias basadas en lactato para estimular la plasticidad cerebral de pacientes vulnerables. Mientras tanto, el mensaje es claro: quienes puedan moverse, deben seguir haciéndolo.
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