Durante décadas se pensó que los primeros representantes del género humano habían escalado rápidamente hasta convertirse en cazadores dominantes. Sin embargo, un nuevo estudio internacional sugiere que tanto Homo habilis como Homo erectus seguían ocupando un lugar vulnerable en la cadena alimenticia, siendo víctimas frecuentes de grandes carnívoros como los leopardos.
Aunque hoy damos por sentada nuestra posición en la cima de la pirámide alimenticia, el camino hasta allí fue mucho menos directo de lo que se creía. Una investigación reciente publicada en Annals of the New York Academy of Sciences pone en duda la teoría clásica que presentaba a los primeros humanos como depredadores supremos. El estudio, liderado por el antropólogo Manuel Domínguez-Rodrigo, de la Rice University, revela que estos antepasados aún eran cazados de manera activa por grandes felinos, y que el tránsito de presa a cazador dominante fue un proceso mucho más prolongado y complejo.
El mito del Homo habilis como primer gran cazador
Durante gran parte del siglo XX, los paleoantropólogos defendieron la idea de que Homo habilis, considerado una de las especies más antiguas de nuestro linaje, había dado un salto decisivo en la evolución gracias a la invención de herramientas de piedra y la inclusión sistemática de carne en su dieta. Según esta hipótesis, el desarrollo de utensilios líticos permitió a estos grupos dejar atrás la vulnerabilidad de sus ancestros y convertirse en depredadores capaces de competir con otras especies carnívoras.
Sin embargo, los nuevos hallazgos cuestionan esta visión lineal. El equipo de Domínguez-Rodrigo encontró evidencias de que tanto Homo habilis como Homo erectus no solo cazaban y carroñeaban, sino que también eran objeto de caza por parte de depredadores. Los fósiles examinados muestran marcas inequívocas de mordidas de leopardos, lo que indica que la realidad de la supervivencia humana en aquel periodo era mucho más precaria de lo que se pensaba.
“Descubrimos que estos primeros humanos eran consumidos por otros carnívoros en lugar de dominar el paisaje en aquel tiempo”, explicó Domínguez-Rodrigo en declaraciones recogidas por EurekAlert!. Esto significa que el paso de presa a cazador dominante no se produjo de manera abrupta, sino en un proceso largo y gradual.
Cerebros grandes, cuerpos frágiles
El estudio pone de relieve una paradoja clave en la evolución humana: aunque especies como Homo habilis ya contaban con cerebros relativamente desarrollados, su capacidad de supervivencia seguía siendo limitada frente a las amenazas de la sabana africana.
“El inicio del cerebro humano no significa que inmediatamente lo controláramos todo”, señaló Domínguez-Rodrigo. “Es una historia mucho más compleja”. Estas palabras subrayan que la inteligencia, sin herramientas tecnológicas avanzadas ni estrategias sociales consolidadas, no bastaba para evitar caer presa de felinos y otros depredadores.
Los hallazgos sugieren que nuestros ancestros vivieron durante miles de años en un frágil equilibrio: desarrollaban herramientas y habilidades cognitivas cada vez más sofisticadas, pero aún no contaban con la fuerza ni la organización suficiente para ocupar el lugar de depredadores dominantes.
Inteligencia artificial al servicio de la paleoantropología
Uno de los aspectos más innovadores de este trabajo fue la aplicación de técnicas de inteligencia artificial al análisis de fósiles. El equipo de investigadores entrenó un modelo de aprendizaje automático para identificar con precisión microscópicas marcas de mordeduras en huesos fósiles.
Hasta ahora, la identificación de tales huellas dependía de la experiencia de los especialistas y de métodos comparativos que llevaban décadas sin avances significativos. Pero el uso de la IA permitió distinguir con gran exactitud entre los patrones dejados por leopardos, leones y hienas.
Cuando el sistema analizó restos de Homo habilis hallados en la garganta de Olduvai, en Tanzania, identificó con alta fiabilidad señales de mordidas de leopardo. “La inteligencia artificial es un cambio de juego”, afirmó Domínguez-Rodrigo. “Lleva a un nivel inesperado metodologías que habían permanecido estables durante 40 años. Por primera vez, no solo podemos demostrar que estos humanos fueron devorados, sino también identificar quién lo hizo”.
Implicaciones para la historia evolutiva
Este descubrimiento obliga a replantear la narrativa de la evolución humana. En lugar de un salto directo desde el consumo de carroña hasta la caza especializada y el dominio del entorno, la evidencia apunta a una transición más lenta, en la que las primeras especies humanas compartieron un lugar intermedio en la cadena trófica.
El hecho de que nuestros ancestros fueran tanto cazadores como presas refleja una estrategia de supervivencia mucho más flexible y arriesgada. Por un lado, el consumo de carne permitió el desarrollo de cerebros más grandes; por otro, la vulnerabilidad ante los depredadores condicionó la necesidad de cooperación, refugio y estrategias colectivas de defensa.
En este sentido, la investigación conecta con una idea central en la antropología: que la evolución de la inteligencia humana no se debió únicamente a la capacidad de cazar, sino también a la presión constante de sobrevivir frente a amenazas externas.
Una herramienta para futuros hallazgos
Más allá de este hallazgo concreto, los investigadores confían en que la metodología desarrollada pueda aplicarse a otros yacimientos y fósiles humanos. Si la inteligencia artificial es capaz de reconstruir con tal precisión los depredadores que dieron caza a nuestros ancestros, podría abrir nuevas ventanas para entender capítulos oscuros de nuestra historia evolutiva.
Este tipo de estudios no solo aclara el papel de los humanos en ecosistemas antiguos, sino que también puede iluminar aspectos sobre cómo surgieron las primeras formas de organización social y tecnológica. Al depender tanto de la cooperación para sobrevivir, es probable que estas especies hayan sentado las bases de la solidaridad y la cohesión que más tarde definirían a Homo sapiens.
La investigación publicada en Annals of the New York Academy of Sciences y difundida por EurekAlert! marca un punto de inflexión: invita a reconsiderar la imagen tradicional de nuestros orígenes y a entender que llegar a la cima de la cadena trófica no fue un destino inmediato, sino un proceso lleno de riesgos, depredadores y resiliencia.
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