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Un día con estrés puede bastar para aumentar el riesgo de problemas de memoria, revela estudio
jueves, agosto 21, 2025

Un día con estrés puede bastar para aumentar el riesgo de problemas de memoria, revela estudio

Mujer adulta con gesto de estrés, llevándose las manos a la cabeza, simbolizando el impacto del estrés diario en la memoria.

Un nuevo estudio revela que los adultos tienen más probabilidades de experimentar problemas de memoria en días marcados por situaciones estresantes, como una discusión, un contratiempo en el tráfico o presiones de tiempo.

El avance fue descrito en un estudio publicado en la revista Psychology and Aging, en el que investigadores de Tilburg University analizaron durante ocho días consecutivos el impacto de la vida cotidiana en 1071 adultos de entre 43 y 90 años. A través de entrevistas telefónicas diarias, los científicos recogieron información sobre la presencia de eventos estresantes, el estado emocional de los participantes y la frecuencia de sus dificultades de memoria. Los hallazgos sugieren que incluso las tensiones consideradas menores, repetidas o no, tienen efectos inmediatos en la memoria, en particular en el recuerdo de sucesos pasados.

Antes de adentrarse en las implicaciones más profundas de la investigación, los expertos subrayan que el fenómeno observado no implica necesariamente que el estrés ocasional sea dañino en sí mismo. Más bien, los resultados apuntan a un vínculo entre la energía mental disponible, la atención que exige un evento estresante y la capacidad de recordar lo que ya se ha vivido.

El peso de las tensiones diarias en la memoria

El equipo de investigación detectó que los participantes reportaban más olvidos en los días en que experimentaban situaciones estresantes, como conflictos interpersonales, pequeñas molestias físicas o la presión de llegar a tiempo a un compromiso. En esos días, era habitual que olvidaran elementos retrospectivos —como dónde habían dejado un objeto o el nombre de alguien— mientras que la memoria prospectiva, es decir, la relacionada con tareas futuras como acudir a una cita o terminar un trabajo, se mantenía relativamente estable.

Los investigadores sostienen que este patrón podría explicarse por el uso frecuente de herramientas externas —listas de tareas, recordatorios en teléfonos móviles o agendas— que ayudan a mantener en mente las obligaciones pendientes. En contraste, los recuerdos vinculados a experiencias pasadas no suelen tener apoyos de este tipo y, por tanto, quedan más expuestos a la distracción que genera un estado de tensión.

En palabras de Zeynep Saruhanlioglu, autora principal del estudio, “tenemos solo una cantidad limitada de energía mental en un momento dado, y el estrés puede consumir una gran parte de ella. Cuando aparece un factor estresante, el cuerpo y la mente reaccionan: aumenta la frecuencia cardíaca, se liberan hormonas como el cortisol y los pensamientos se enfocan en el problema. Esa concentración deja menos espacio para otros recuerdos que intentamos retener”.

Un hallazgo que sorprende y confirma a la vez

Los resultados, aunque en parte previsibles, también dejaron espacio para lo inesperado. No resultó sorprendente que el estrés diario ocupara espacio mental y desplazara otros recuerdos. Sin embargo, llamó la atención de los investigadores que la edad no influyera en la magnitud del efecto: adultos de mediana edad mostraron la misma vulnerabilidad que adultos mayores ante los efectos de los factores estresantes sobre la memoria.

Asimismo, el equipo esperaba encontrar algún efecto protector en la vivencia de emociones positivas durante los días de estrés. Pero el estudio reveló que las emociones agradables experimentadas en el mismo día no reducían la interferencia del estrés en el recuerdo. Lo que sí observaron fue que, en términos generales, quienes mantenían un estado emocional positivo a lo largo de la semana tenían menos probabilidades de sufrir problemas de memoria, lo que sugiere que las emociones agradables no actúan como un escudo inmediato, pero sí como un recurso a largo plazo para la salud cognitiva.

“Los eventos estresantes consumen espacio mental. Cuando algo demandante ocurre, la atención se dirige hacia ello y queda menos capacidad para otros recuerdos”, explican los autores en la publicación. No obstante, subrayan que la correlación entre emociones positivas mantenidas en el tiempo y menor riesgo de olvidos refuerza la importancia de cultivar un bienestar emocional estable.

¿Qué ocurre en el cerebro durante el estrés?

El papel de las hormonas del estrés, especialmente el cortisol, es clave para comprender la relación entre tensión emocional y memoria. Investigaciones previas ya habían sugerido que estas sustancias interfieren con los procesos neuronales implicados en la atención y en la consolidación de recuerdos. En este nuevo trabajo, los científicos apuntan a que la “ocupación mental” generada por la tensión inmediata desvía recursos que de otro modo estarían disponibles para recordar eventos recientes.

Saruhanlioglu señala que “no es que el cerebro deje de funcionar bajo estrés; simplemente está temporalmente ocupado en otra tarea: atender al factor estresante”. Esto explicaría por qué la memoria de sucesos pasados se ve más afectada que la de tareas pendientes: lo urgente desplaza a lo ya vivido.

Estrés hoy, memoria mañana

Una de las grandes preguntas abiertas es si la acumulación de días estresantes puede tener efectos más duraderos en la memoria y en la salud cerebral. El estudio de Tilburg University se centró en los efectos inmediatos, observados en el mismo día en que ocurrían los eventos tensos. Sin embargo, los investigadores reconocen que la repetición constante de pequeñas tensiones podría acumularse y generar un impacto más serio a largo plazo.

“Cada día estresante por sí mismo puede parecer trivial”, explica Saruhanlioglu. “Pero cuando se acumulan, sus efectos sobre la salud mental y física pueden volverse significativos. Nuestro trabajo muestra que incluso la presencia de estos factores cotidianos basta para afectar la memoria en el mismo día. Además, las personas que reportaron mayor frecuencia de estrés también reportaron más problemas de memoria, lo cual apunta a posibles efectos de largo plazo. Aun así, debemos ser cautelosos: factores como el estatus socioeconómico también podrían influir”.

Este matiz es importante, porque el estudio es de tipo observacional. Aunque se identifican correlaciones claras, no puede establecerse una relación causal directa sin descartar la influencia de otras variables. A pesar de ello, se suma a la creciente evidencia de que la exposición continua a la tensión diaria podría tener consecuencias negativas en la salud cognitiva con el paso de los años.

Más allá del estrés: la complejidad de la memoria

El equipo investigador subraya que la memoria no es un proceso único y homogéneo. Existen distintos sistemas, como el retrospectivo y el prospectivo, el de corto plazo y el de largo plazo, o incluso la memoria subjetiva —lo que la persona percibe sobre su propio rendimiento— frente a la memoria objetiva medida en pruebas. Cada uno de estos sistemas puede responder de manera diferente a la tensión.

“Cada forma de memoria puede mostrar un patrón propio en relación con el estrés”, explica Saruhanlioglu. “Y cuanto mejor comprendamos estos patrones, más efectivas podrán ser las recomendaciones prácticas que ayuden a las personas a mantenerse mentalmente activas”. Entre esas recomendaciones se incluyen estrategias simples para liberar espacio mental, como anotar pendientes, hacer pausas breves o realizar actividades que eleven el estado de ánimo.

La línea de investigación también busca explorar si las personas con mayor capacidad para regular sus emociones pueden proteger mejor su memoria en contextos de estrés. Esto abre la puerta a intervenciones basadas en el entrenamiento emocional y en la gestión de la tensión cotidiana.

Estrategias frente a lo inevitable

Aunque la vida diaria inevitablemente trae consigo factores estresantes, el mensaje de los investigadores no es alarmista. De hecho, Saruhanlioglu recuerda que no toda tensión debe ser evitada: “Muchas veces necesitamos superar obstáculos y enfrentarnos a retos para alcanzar nuestras metas. El estrés puede ayudarnos a crecer, y solemos aprender de esas situaciones”.

Lo importante, según señala, es reconocer cuándo un factor estresante está consumiendo toda la atención. En esos casos, técnicas como tomar un descanso breve, anotar lo que no se quiere olvidar o realizar una actividad placentera pueden marcar la diferencia. La clave estaría en mantener un equilibrio entre aceptar que el estrés forma parte de la vida y desarrollar mecanismos que impidan que sus efectos se conviertan en una carga acumulada.

Próximos pasos en la investigación

Los investigadores de Tilburg University ya trabajan en proyectos de seguimiento para comprender mejor cómo las personas lidian con factores estresantes y con emociones negativas en su día a día. Uno de esos estudios busca voluntarios de 30 años o más que trabajen en entornos de oficina altamente demandantes y estén dispuestos a ser monitoreados durante diez días consecutivos. El objetivo es identificar estrategias que puedan mitigar el impacto del estrés en la memoria y en la salud mental general.

El interés por este campo no es casual: en sociedades donde la carga de trabajo, las obligaciones familiares y la sobreexposición a estímulos digitales incrementan la tensión diaria, entender cómo afecta el estrés a la mente resulta crucial para la salud pública. Con cada nuevo hallazgo, los científicos se acercan un poco más a trazar un mapa detallado de cómo los pequeños contratiempos de cada día moldean nuestra capacidad de recordar, aprender y adaptarnos.

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