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Un estudio revela cuántos microplásticos realmente consumes al comer mariscos
lunes, julio 21, 2025

Un estudio revela cuántos microplásticos realmente consumes al comer mariscos

Plato de mariscos variados con mejillones, camarones y calamares, servido en un plato blanco sobre una mesa de madera.

En todo el mundo, los científicos alertan sobre la presencia creciente de microplásticos en los alimentos. Aunque aún no se comprenden completamente los efectos sobre la salud humana, cada vez existen más evidencias de que los productos marinos —como pescados, mejillones y camarones— concentran una cantidad significativa de estos diminutos contaminantes. Ahora, un equipo de investigadores del Max Rubner-Institut de Alemania ha desarrollado un nuevo método que permite detectar con mayor precisión cuántos microplásticos están presentes en el tejido comestible de los productos del mar.

La investigación, publicada recientemente en la revista Food Control y complementada con datos de Analytical and Bioanalytical Chemistry y European Food Research and Technology, supone un paso importante para cuantificar de manera fiable la exposición humana a microplásticos a través de la dieta, especialmente en alimentos de origen marino.

Obstáculos para detectar microplásticos comestibles

Hasta ahora, medir con precisión los microplásticos en alimentos era un gran reto técnico. La falta de métodos estandarizados, sumada a las enormes diferencias entre los resultados de estudios previos, ha dificultado cualquier tipo de comparación global. En el caso de mariscos, además, buena parte de las investigaciones se había centrado en órganos no comestibles, como los intestinos de los animales.

“Para saber realmente cuántos microplásticos ingerimos, debemos analizar solo la parte comestible del alimento, como el músculo del pescado o el cuerpo del camarón, sin el tracto digestivo”, explicó la doctora Julia Süssmann, investigadora principal del Max Rubner-Institut. Sin embargo, eliminar todos los componentes biológicos del tejido —como grasas, proteínas y carbohidratos— sin dañar los plásticos microscópicos ha sido una tarea muy compleja.

Para resolverlo, el equipo alemán diseñó un procedimiento específico de digestión enzimática que permite descomponer el tejido animal sin alterar las partículas plásticas. Esta técnica se basa en el uso combinado de enzimas y productos químicos cuidadosamente seleccionados, seguida por una etapa de filtración por presión que aísla las partículas sólidas.

Colores para ver lo invisible

Una de las innovaciones más notables del nuevo enfoque es el uso de colorantes fluorescentes para distinguir de forma fiable las partículas de plástico de los restos naturales que pueden confundirse con ellas, como fragmentos de caparazones o huesos finos.

En este método, las muestras son teñidas con dos tipos de colorantes: uno que se adhiere exclusivamente a los polímeros sintéticos y otro que marca únicamente los tejidos orgánicos. Esta doble tinción, combinada con técnicas de microscopía avanzada y análisis de imagen semiautomatizado, permite identificar la presencia, cantidad, tamaño y forma de los microplásticos de forma más precisa que nunca.

“Esta técnica nos permite visualizar incluso los fragmentos más pequeños que antes pasaban desapercibidos”, dijo Süssmann. Con estos avances, su equipo logró establecer un perfil detallado del contenido de microplásticos en distintas especies de mariscos disponibles en el mercado.

Cuántos microplásticos hay en los mariscos

Según los resultados obtenidos por el equipo alemán, el contenido de microplásticos en productos del mar es altamente variable. Las cifras oscilan desde unas pocas decenas hasta más de 4000 partículas por kilogramo de alimento. “La distribución no es homogénea, incluso entre individuos de una misma especie”, aclaró Süssmann, lo cual indica que múltiples factores —como el hábitat, la dieta del animal y las condiciones ambientales— pueden influir en la carga plástica final.

Los polímeros más detectados fueron polietileno (PE), polipropileno (PP), y poliestireno (PS), que se corresponden con los tipos de plásticos más comunes en embalajes, utensilios desechables y productos industriales. Esto sugiere una conexión directa entre la contaminación ambiental y la cadena alimentaria humana.

Una técnica complementaria utilizada por los investigadores fue la pirólisis acoplada a espectrometría de masas, que permite determinar el tipo y la concentración de plásticos a partir de la descomposición térmica del material en ausencia de oxígeno. Esta herramienta ayudó a confirmar que los microplásticos detectados provenían efectivamente de materiales sintéticos, descartando falsas detecciones por interferencias biológicas.

Un problema de contaminación invisible… pero omnipresente

Además de los desafíos técnicos para medir microplásticos, el equipo se enfrentó a un problema aún más complicado: evitar la contaminación cruzada durante el análisis. “El plástico está literalmente en todas partes”, subrayó Süssmann. “Puede provenir de la ropa de laboratorio, de los recipientes, o incluso del aire”.

Para garantizar la fiabilidad de los resultados, los investigadores realizaron controles rigurosos con muestras blancas (sin contenido biológico) y protocolos de descontaminación. Aun así, la posibilidad de introducir inadvertidamente plásticos durante los experimentos es una preocupación constante.

Este hallazgo refuerza lo que muchos estudios ya advertían: los microplásticos no son un fenómeno exclusivo del océano. Según la doctora Süssmann, también se han hallado partículas similares en alimentos terrestres como carne, leche, huevos e incluso en productos apícolas como la miel.

¿Y qué pasa con los nanoplásticos?

El estudio también intentó cuantificar la presencia de nanoplásticos, partículas aún más pequeñas que los microplásticos, con un tamaño inferior a 1 micrómetro. Sin embargo, la detección resultó mucho más complicada.

Los nanoplásticos tienden a formar aglomerados o a quedar atrapados en los filtros durante los procesos de extracción, dificultando su identificación. Además, los restos de lípidos y proteínas en los alimentos generan señales que interfieren en las mediciones.

“Todavía no podemos asegurar cuántos nanoplásticos hay en los mariscos”, reconoció Süssmann. La falta de herramientas sensibles y selectivas para este tipo de partículas representa un importante vacío científico, especialmente considerando que su tamaño podría facilitar una mayor absorción en tejidos humanos.

¿Qué implicaciones tiene para nuestra salud?

La gran pregunta sigue siendo si estos microplásticos tienen efectos negativos para la salud. De acuerdo con el Bundesinstitut für Risikobewertung (BfR), la agencia alemana de evaluación de riesgos, no existen pruebas concluyentes de que el consumo de microplásticos en niveles actuales represente un riesgo para la población general. No obstante, los expertos coinciden en que aún falta mucha investigación.

“Necesitamos entender mejor cómo el cuerpo humano procesa estas partículas”, indicó Süssmann. Algunas hipótesis apuntan a que la mayoría podrían ser excretadas sin causar daño, pero también hay preocupación por posibles efectos inflamatorios o la acumulación de aditivos tóxicos usados en la fabricación de plásticos.

El hecho de que microplásticos hayan sido detectados en órganos humanos y en fluidos como la sangre y la placenta plantea nuevas preguntas sobre sus rutas de absorción y sus consecuencias a largo plazo. Algunos estudios experimentales han sugerido que podrían interferir con el sistema inmunológico, pero los datos en humanos siguen siendo escasos.

¿Cuánto plástico comes realmente?

A modo de referencia, el Voedingscentrum —el centro oficial de nutrición de Países Bajos— ha estimado que ciertos productos del mar, como moluscos y crustáceos, pueden contener entre 200 y 4600 partículas de microplástico por kilogramo. En comparación, una muestra promedio de sal de mesa puede contener hasta 140 partículas por kilo, y el agua potable contiene menos de una por litro.

Sin embargo, sorprendentemente, la mayor fuente de exposición podría no ser el agua ni la comida, sino el aire. Al respirar, inhalamos diariamente partículas plásticas suspendidas en interiores, especialmente en ambientes con textiles sintéticos o donde se usa calefacción o ventilación mecánica.

Hacia una mejor comprensión del riesgo

El desarrollo de metodologías estandarizadas, como la propuesta por el equipo de Süssmann, es clave para avanzar en la evaluación real del riesgo. Solo con datos fiables se podrá establecer si es necesario —y cómo— intervenir en la producción, procesamiento y comercialización de alimentos para reducir la exposición humana a estos contaminantes invisibles.

Además, una detección más precisa permitirá a los reguladores establecer límites máximos de seguridad y a los consumidores tomar decisiones más informadas sobre su dieta. Aunque por ahora no hay razones para alarmarse, los investigadores insisten en que este es un problema global que debe ser abordado con seriedad.

“Microplásticos hay en todas partes. No podemos eliminarlos de un día para otro, pero sí podemos aprender a controlarlos mejor”, concluyó Süssmann.

Fuente: Süssmann, J., Fischer, E.K., Hildebrandt, L. et al. Nile red staining for rapid screening of plastic-suspect particles in edible seafood tissues. Anal Bioanal Chem 416, 3459–3471 (2024). https://doi.org/10.1007/s00216-024-05296-8

Fuente: Süssmann, J., Walz, E., Hetzer, B. et al. Pressure-assisted isolation of micro- and nanoplastics from food of animal origin with special emphasis on seafood. J Consum Prot Food Saf 20, 141–154 (2025). https://doi.org/10.1007/s00003-025-01543-x

Fuente: Süssmann, J., Krause, T., Fischer, E. K., Walz, E., Greiner, R., Rohn, S., & Fritsche, J. (2026). Microplastics in fresh and processed seafood – A survey of products sold in Germany. Food Control, 179, 111565. https://doi.org/10.1016/j.foodcont.2025.111565

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