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Los cohetes espaciales podrían amenazar la recuperación de la capa de ozono, advierten científicos
miércoles, julio 23, 2025

Los cohetes espaciales podrían amenazar la recuperación de la capa de ozono, advierten científicos

Cohete espacial despegando entre una nube de humo, ilustrando el impacto ambiental de los lanzamientos en la atmósfera y la capa de ozono

La creciente frecuencia de lanzamientos espaciales podría retrasar significativamente la restauración de la capa de ozono, que aún se recupera de los daños causados por los CFC prohibidos hace más de tres décadas, según advierte un nuevo estudio internacional liderado por la Universidad de Canterbury.

En las últimas décadas, la humanidad ha celebrado el avance en la recuperación de la capa de ozono, un escudo vital que protege la vida en la Tierra de la dañina radiación ultravioleta. Este progreso fue posible en gran parte gracias al Protocolo de Montreal de 1987, que logró reducir drásticamente el uso de clorofluorocarbonos (CFC). Sin embargo, un nuevo desafío ha comenzado a emerger silenciosamente en la estratósfera: los lanzamientos espaciales.

Una industria en expansión que deja huella en la atmósfera

El número de cohetes que ascienden hacia el espacio ha aumentado de forma notable en los últimos años. Mientras que en 2019 se lanzaron 97 misiones espaciales en todo el mundo, en 2023 esa cifra se elevó a 258, y se espera que siga creciendo con rapidez. Esta explosión en la actividad espacial no solo viene impulsada por agencias gubernamentales, sino principalmente por actores privados como SpaceX, de Elon Musk, que ha incrementado su ritmo de lanzamientos en busca de una economía basada en la órbita baja terrestre.

Este crecimiento sin precedentes tiene un costo ambiental que hasta ahora ha sido subestimado. Investigadores del Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zúrich (ETH Zürich) y de la Universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda, han advertido que los cohetes y el material que reingresa desde el espacio están liberando sustancias químicas que podrían frenar o incluso revertir los avances logrados en la reparación de la capa de ozono.

“Durante mucho tiempo se pensó que el impacto de los cohetes era insignificante en comparación con otras fuentes de contaminación”, explica Laura Revell, científica atmosférica y autora principal del estudio publicado en npj Climate and Atmospheric Science. “Pero con el actual ritmo de crecimiento, esa suposición ya no se sostiene”.

Sustancias que permanecen más tiempo y hacen más daño

A diferencia de las emisiones generadas a nivel del suelo, las partículas liberadas en las capas medias y altas de la atmósfera permanecen allí durante décadas. Esto se debe a que esas regiones carecen de procesos naturales de limpieza como las precipitaciones o las nubes que absorban contaminantes.

Las emisiones más preocupantes provienen de dos fuentes principales: el despegue de los cohetes y el reingreso de satélites al final de su vida útil. En el primer caso, los gases expulsados por ciertos combustibles liberan cloro y partículas de hollín, ambos destructores potentes del ozono. El cloro ataca directamente las moléculas de ozono, mientras que el hollín calienta la atmósfera media y acelera las reacciones químicas perjudiciales.

“Los motores de cohetes que utilizan combustibles sólidos o queroseno emiten grandes cantidades de estas sustancias nocivas”, señala Revell. “En cambio, los sistemas de propulsión basados en combustibles criogénicos, como el oxígeno líquido y el hidrógeno líquido, tienen un efecto prácticamente nulo sobre la capa de ozono. El problema es que solo alrededor del 6 % de los lanzamientos actuales utilizan esta tecnología más limpia”.

El ozono polar, especialmente vulnerable

El modelo climático utilizado en el estudio simuló un escenario de alta actividad espacial en el año 2030, con hasta 2040 lanzamientos anuales, aproximadamente ocho veces más que la cifra actual. En este supuesto, los investigadores estiman que la capa de ozono podría adelgazar un 0,3 % a nivel global, con reducciones estacionales de hasta el 4 % sobre la Antártida, una región que ya sufre cada primavera del conocido “agujero de ozono”.

Aunque a primera vista estas cifras pueden parecer menores, los científicos advierten que son significativas. Actualmente, la capa de ozono aún es un 2 % más delgada en promedio que antes de la Revolución Industrial, lo que significa que cualquier nuevo deterioro puede tener consecuencias acumulativas y agravar el problema.

“El ozono polar es particularmente vulnerable debido a las condiciones frías que favorecen la formación de nubes estratosféricas polares, donde ocurren muchas de las reacciones químicas que destruyen ozono”, añade Revell.

Los peligros ocultos del reingreso atmosférico

Además del despegue de cohetes, los objetos que reentran en la atmósfera terrestre constituyen una fuente adicional de contaminación. Cuando satélites y partes de cohetes regresan y se queman en la atmósfera superior, liberan una serie de contaminantes metálicos, como aluminio, y óxidos de nitrógeno.

Estas emisiones ocurren a altitudes donde su persistencia y reactividad son mucho mayores. Los óxidos de nitrógeno también pueden descomponer el ozono, mientras que los metales pueden actuar como núcleos para la formación de nubes estratosféricas o servir como superficies donde ocurren reacciones catalíticas destructoras del ozono.

“El impacto total de estas emisiones de reentrada aún no se ha cuantificado completamente, pero todo indica que es mayor de lo que hasta ahora se ha estimado”, advierte el estudio.

¿Es inevitable el daño?

A pesar del panorama preocupante, los investigadores insisten en que aún estamos a tiempo de evitar una crisis ambiental provocada por la carrera espacial moderna. Entre las medidas propuestas se incluyen:

  • Monitorear activamente las emisiones derivadas de los lanzamientos espaciales.
  • Limitar el uso de combustibles que liberen cloro o produzcan hollín.
  • Incentivar el desarrollo y la adopción de tecnologías de propulsión más limpias.
  • Establecer marcos regulatorios internacionales para la industria espacial.

“El Protocolo de Montreal demostró que la cooperación global puede resolver desafíos planetarios”, subraya Revell. “Ahora que estamos entrando en una nueva era de actividades espaciales, necesitamos el mismo tipo de coordinación internacional para proteger la capa de ozono”.

Un llamado urgente a la acción global

La capa de ozono no es solo un problema del pasado. Si bien el mundo ha logrado importantes avances desde la prohibición de los CFC, su recuperación sigue en proceso, y la creciente actividad espacial representa una amenaza emergente que podría desandar ese camino. El auge de los lanzamientos comerciales, la proliferación de satélites y el desarrollo de nuevas constelaciones orbitales plantean interrogantes que deben abordarse con urgencia.

Si se permite que esta tendencia continúe sin restricciones, las consecuencias podrían afectar tanto a la salud humana como al equilibrio ecológico global. El aumento de la radiación ultravioleta derivado del adelgazamiento de la capa de ozono puede incrementar la incidencia de cáncer de piel, cataratas y afectar los ecosistemas marinos, entre otros efectos nocivos.

Por ello, los científicos hacen un llamado a las agencias espaciales, gobiernos, empresas privadas y organizaciones internacionales para que trabajen juntos en la implementación de prácticas sostenibles en el espacio. Como concluye el estudio, el futuro de la capa de ozono —y de nuestra protección frente al sol— podría depender de las decisiones que tomemos hoy.

Fuente: Revell, L.E., Bannister, M.T., Brown, T.F.M. et al. Near-future rocket launches could slow ozone recovery. npj Clim Atmos Sci 8, 212 (2025). https://doi.org/10.1038/s41612-025-01098-6

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