Durante décadas, se creyó que el océano Ártico estuvo completamente congelado y cubierto por una gruesa capa de hielo durante las épocas más frías de las glaciaciones. Sin embargo, una nueva investigación internacional cambia radicalmente esta visión al demostrar que, incluso en los períodos más gélidos de los últimos 750 000 años, hubo regiones de aguas abiertas que permitieron la entrada de luz solar y el desarrollo de vida marina.
Este descubrimiento ofrece una nueva perspectiva sobre el comportamiento del hielo marino ártico bajo condiciones climáticas extremas. También refuerza la importancia de reconstruir el pasado para entender mejor el futuro de los océanos polares en el contexto del actual calentamiento global.
A lo largo de los últimos años, numerosos estudios habían defendido la hipótesis de que durante los máximos glaciares —como el Último Máximo Glacial hace unos 21 000 años— el océano Ártico estaba sellado bajo una inmensa capa de hielo de kilómetros de espesor, lo que habría hecho imposible cualquier forma de vida fotosintética. Sin embargo, una colaboración de científicos europeos vinculados al proyecto Into the Blue (i2B) ha reunido evidencia que contradice esa narrativa.
Una línea del tiempo enterrada bajo el océano
La clave del hallazgo reside en el análisis de núcleos de sedimento extraídos del fondo marino del Ártico central, en las regiones del mar de Nansen y el altiplano de Yermak, al norte de Svalbard. Estas muestras, conocidas como testigos de sedimento, funcionan como archivos naturales que conservan los rastros de las condiciones ambientales pasadas, gracias a las capas acumuladas de material orgánico e inorgánico a lo largo del tiempo.
“Algunas de las algas que detectamos en los sedimentos solo pueden sobrevivir en aguas abiertas, mientras que otras prosperan bajo hielo marino estacional”, explicó Jochen Knies, geólogo marino de la Universidad Ártica de Noruega (UiT) y autor principal del estudio publicado en la revista Science Advances. “Nuestros datos muestran que incluso durante los momentos más fríos, hubo presencia de vida marina. Eso significa que había luz solar y partes del océano sin hielo. Eso sería imposible si todo estuviera cubierto por una enorme capa de hielo sólido”.
Uno de los indicadores más reveladores fue la presencia recurrente de la molécula IP25, un compuesto producido exclusivamente por ciertos tipos de algas que viven en el hielo marino estacional. Su presencia constante en los núcleos sugiere que, en lugar de una cobertura continua de hielo, el océano Ártico experimentaba ciclos anuales de congelamiento y deshielo.
Simulaciones que coinciden con las evidencias
Para poner a prueba sus observaciones, los investigadores utilizaron un avanzado modelo climático: el AWI Earth System Model, desarrollado por el Instituto Alfred Wegener en Alemania. Este sistema de simulación permitió recrear las condiciones ambientales del Ártico durante dos de las épocas más frías del Pleistoceno: el Último Máximo Glacial, y una glaciación aún más antigua, hace aproximadamente 140 000 años.
“Los modelos confirman lo que hemos visto en los sedimentos”, afirmó Knies. “Incluso durante esos periodos extremos, las aguas cálidas del Atlántico seguían llegando al Ártico, manteniendo ciertas áreas libres de hielo”. Además, las simulaciones mostraron que el hielo marino se movía con las estaciones, abriéndose en ciertas zonas para dejar pasar la luz solar, lo cual permitía el desarrollo de fitoplancton y otras formas de vida.
Este enfoque combinado de pruebas físicas y modelado climático fortalece la conclusión de que el Ártico nunca estuvo completamente cubierto por hielo durante las épocas glaciares, como se pensaba anteriormente.
Una narrativa antigua, puesta en duda
La idea de un casquete glaciar uniforme y persistente sobre el océano Ártico tiene una larga historia en la ciencia del clima. Algunos investigadores habían identificado supuestos rastros de erosión provocados por grandes masas de hielo en el fondo del océano Ártico, lo que sugería la presencia de una capa de hielo similar a la que cubre hoy la Antártida.
Sin embargo, el nuevo estudio rebate esta interpretación. “Es posible que en momentos excepcionalmente fríos se formaran placas de hielo temporales en algunas regiones del océano Ártico”, reconoció Knies. “Pero no hemos encontrado ninguna prueba de una capa de hielo extensa y continua que se mantuviera durante miles de años”.
Uno de los pocos episodios que podría sugerir una cobertura más extensa ocurrió hace unos 650 000 años, cuando los sedimentos muestran una drástica disminución en la actividad biológica. Aun así, los autores del estudio consideran que se trató de un evento breve, sin evidencia de congelación completa del océano.
Claves para anticipar el futuro del hielo polar
Más allá del debate histórico, el valor más significativo de este hallazgo es su contribución al conocimiento del comportamiento del Ártico bajo condiciones extremas. Comprender cómo respondió esta región en el pasado puede ayudar a prever sus reacciones futuras frente al calentamiento global, y los posibles “puntos de no retorno” que podrían desencadenar transformaciones irreversibles.
“Estas reconstrucciones nos permiten entender qué tan dinámicos son el hielo marino y las corrientes oceánicas”, explicó Gerrit Lohmann, coautor del estudio y climatólogo del Instituto Alfred Wegener. “Eso es esencial si queremos proyectar cómo responderán los sistemas polares al calentamiento continuo del planeta”.
De hecho, el hielo del Ártico ha mostrado en las últimas décadas una tendencia acelerada de retroceso, con registros mínimos de extensión en verano y un adelgazamiento progresivo del hielo multianual. Las consecuencias de este fenómeno no se limitan al ecosistema regional, sino que afectan el equilibrio climático global.
Knies insistió en este punto: “Es fundamental entender cómo reacciona el océano Ártico bajo presión y dónde están sus puntos críticos. Los cambios actuales pueden interpretarse mejor si conocemos con precisión lo que ocurrió en el pasado”.
Una visión más matizada del pasado glacial
Este estudio no solo corrige una idea errónea sobre la historia del Ártico, sino que también demuestra la importancia de mirar más allá de los modelos tradicionales que han dominado la paleoclimatología. La existencia de vida marina y agua abierta durante las edades de hielo más intensas sugiere que el sistema climático polar es mucho más dinámico y resiliente de lo que se asumía.
“La imagen de un océano Ártico completamente sellado por el hielo es demasiado simplista”, concluyó Knies. “Lo que vemos es un sistema que, incluso en los momentos más extremos, mantenía cierto nivel de circulación, intercambio energético y actividad biológica”.
Esto tiene implicaciones tanto para los modelos climáticos actuales como para las estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático. La ciencia paleoclimática, al ofrecernos estas ventanas al pasado, se convierte así en una herramienta clave para navegar el incierto futuro del planeta.
Fuente: Jochen Knies et al. ,Seasonal sea ice characterized the glacial Arctic-Atlantic gateway over the past 750,000 years. Sci. Adv. 11, eadu7681 (2025). https://doi.org/10.1126/sciadv.adu7681
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