En las últimas dos décadas, más del 20 % de los océanos del planeta se ha oscurecido de manera preocupante, poniendo en riesgo a innumerables especies marinas y alterando ecosistemas esenciales para la vida en la Tierra.
Durante mucho tiempo, la imagen idílica de los océanos como espacios brillantes, turquesas y llenos de vida ha dominado el imaginario colectivo. Sin embargo, investigaciones recientes indican que esta percepción ya no corresponde con la realidad. Una parte considerable del océano se está oscureciendo, y no en sentido figurado: cada vez menos luz solar penetra en las aguas superficiales, lo que reduce el área conocida como zona fótica, donde ocurre la fotosíntesis y prospera la mayoría del ecosistema marino.
Un estudio liderado por la Universidad de Plymouth y publicado en la revista Global Change Biology revela que, entre los años 2003 y 2022, se ha producido una marcada disminución de la luz disponible en los océanos. Usando datos satelitales de la NASA y modelos computacionales avanzados, los investigadores detectaron una reducción significativa de la profundidad de la zona fótica en vastas regiones oceánicas, con consecuencias aún difíciles de dimensionar, pero potencialmente devastadoras.
¿Qué es la zona fótica y por qué es tan importante?
La zona fótica (también conocida como zona epipelágica o eufótica) constituye la capa superior del océano, por lo general hasta los 200 metros de profundidad, donde la luz solar aún es lo suficientemente intensa como para permitir la fotosíntesis. Esta región es fundamental para el funcionamiento de los ecosistemas marinos: es el hogar del fitoplancton, base de la cadena alimentaria marina, así como de peces, zooplancton y arrecifes de coral que dependen de la luz para orientarse, reproducirse y sobrevivir.
Además, esta capa oceánica tiene un papel esencial en la regulación climática del planeta. El fitoplancton no solo produce gran parte del oxígeno que respiramos, sino que también captura grandes cantidades de dióxido de carbono, ayudando a mitigar el calentamiento global. La salud y estabilidad de esta zona son, por tanto, fundamentales no solo para la vida marina, sino también para los humanos.
Una tendencia alarmante: menos luz, menos vida
El equipo liderado por el ecólogo marino Dr. Thomas Davies evaluó más de 20 años de datos obtenidos del Ocean Colour Web de la NASA, que descompone los océanos en una cuadrícula de píxeles de 9 km de lado. Usando algoritmos capaces de calcular la penetración de la luz solar en la columna de agua, determinaron que el 21 % de los océanos del mundo (más de 75 millones de km²) se ha oscurecido notablemente desde 2003.
Lo más preocupante es que en casi el 10 % del océano global (más de 32 millones de km²) la profundidad de la zona fótica ha disminuido más de 50 metros, y en un 2,6 % de la superficie analizada, esa pérdida superó los 100 metros. Si bien un 10 % de los océanos experimentó un aumento en la penetración de luz, el balance global apunta claramente hacia una pérdida neta de iluminación.
“Nuestros resultados muestran que estas transformaciones han provocado un oscurecimiento generalizado que reduce la porción de océano disponible para los animales que dependen de la luz solar y lunar para su supervivencia y reproducción”, explicó Davies. “También nosotros dependemos de la zona fótica para el aire que respiramos, la comida que consumimos, la lucha contra el cambio climático y la salud general del planeta”.
Sedimentos, nutrientes y proliferación de algas: el papel de la contaminación
Este oscurecimiento no se debe a una única causa, sino a la interacción de múltiples factores relacionados con la actividad humana y el cambio climático. Uno de los principales responsables es el incremento de materia en suspensión: sedimentos, nutrientes y materia orgánica que fluyen desde ríos y tierras agrícolas hacia el mar. Estos aportes provienen especialmente de zonas costeras con fuerte impacto humano, y su llegada al océano ha sido intensificada por precipitaciones más intensas, deforestación y malas prácticas agrícolas.
Otro factor clave es la proliferación de algas, que se ve favorecida por el aumento de nutrientes y las temperaturas más cálidas. Aunque el fitoplancton forma parte esencial de la cadena alimentaria marina, un exceso puede provocar “floraciones algales nocivas”, que enturbian el agua, consumen oxígeno y generan toxinas peligrosas. Este fenómeno, cada vez más frecuente, reduce drásticamente la cantidad de luz que logra penetrar en las profundidades marinas, lo que a su vez afecta a las especies que dependen de esa luz para subsistir.
Cambio climático: el disparador invisible
La crisis climática también juega un papel importante en esta transformación. Las temperaturas oceánicas más altas modifican la estratificación del agua, reduciendo la mezcla vertical que suele llevar nutrientes a la superficie. Además, las corrientes oceánicas están cambiando, lo que altera la distribución del plancton y la disponibilidad de luz a distintas profundidades.
“La luz en el océano no es constante: varía a lo largo del día y afecta directamente el comportamiento de muchos animales”, señaló el profesor Tim Smyth, director científico del Plymouth Marine Laboratory. “Una disminución de unos 50 metros en la zona fótica puede obligar a numerosas especies a concentrarse más cerca de la superficie, lo que genera una mayor competencia por alimentos y recursos. Esto podría provocar transformaciones fundamentales en todo el ecosistema marino”.
Los más afectados: regiones polares y mares cerrados
Los datos recopilados en el estudio muestran que las zonas donde el oscurecimiento ha sido más intenso se ubican en el Atlántico Norte, el Ártico, el Antártico y la región superior de la Corriente del Golfo. Estas áreas no solo están entre las más afectadas por el cambio climático, sino que también sufren presiones antropogénicas significativas.
Asimismo, se han observado niveles alarmantes de oscurecimiento en mares cerrados o semiabiertos como el mar Báltico, donde el flujo de agua dulce cargada de nutrientes y sedimentos desde el continente europeo ha creado condiciones óptimas para la proliferación de algas y la opacidad del agua.
¿Qué significa esto para la biodiversidad marina?
La reducción de la zona fótica amenaza la base misma de la vida oceánica. La disponibilidad de luz condiciona la fotosíntesis, y por lo tanto la producción primaria del océano. Si disminuye la productividad del fitoplancton, toda la red trófica marina (desde pequeños crustáceos hasta grandes depredadores como tiburones y ballenas) podría verse afectada.
Además, especies que dependen del sol y la luna para sus ciclos de reproducción y migración podrían experimentar desorientación y fracaso reproductivo, lo que alteraría sus poblaciones a largo plazo. Las zonas donde se concentra la pesca también podrían cambiar, generando consecuencias económicas para comunidades humanas que dependen de la actividad pesquera.
“Este tipo de cambios no solo amenazan la biodiversidad, sino también los servicios ecosistémicos que obtenemos de los océanos, como la captura de carbono y la regulación del clima”, advirtió Davies. “Estamos frente a una señal de alarma sobre cómo la actividad humana está afectando los entornos más vastos y esenciales del planeta”.
Medición por satélite: cómo se detecta el oscurecimiento
La evaluación del oscurecimiento oceánico fue posible gracias a una combinación sin precedentes de datos satelitales y algoritmos ópticos avanzados. Los investigadores utilizaron imágenes del MODIS Aqua, un satélite de la NASA que monitorea el color del océano, lo cual permite estimar la concentración de clorofila y la turbidez del agua.
El algoritmo desarrollado permite calcular cuánta luz solar penetra a distintas profundidades, y con ello, determinar la profundidad de la zona fótica para cada píxel del océano. Este método fue complementado con modelos que simulan la disponibilidad de luz solar y lunar en cada ubicación, para evaluar también los impactos sobre especies nocturnas.
Uno de los hallazgos más interesantes del estudio fue que, si bien los cambios nocturnos en la profundidad de la zona fótica fueron menores, siguen siendo ecológicamente significativos, especialmente para especies que dependen de la luz lunar para actividades como la migración o el apareamiento.
Un fenómeno silencioso que avanza sin pausa
A diferencia de otros impactos del cambio climático, como las olas de calor marinas o el blanqueamiento de corales, el oscurecimiento de los océanos es menos visible para el público y más difícil de comunicar. Sin embargo, sus implicaciones pueden ser igual de graves o incluso peores, ya que afectan la base de la vida marina y sus procesos fundamentales.
Los autores del estudio hacen un llamado urgente a integrar el monitoreo de la zona fótica en las estrategias globales de conservación marina y mitigación climática. “La salud del océano es nuestra salud. Si oscurecen sus aguas, también lo hace nuestro futuro”, concluyó Smyth.
Fuente: Davies, T.W. and Smyth, T. (2025), Darkening of the Global Ocean. Glob Change Biol, 31: e70227. https://doi.org/10.1111/gcb.70227
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