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Judy, la dinosauria que revela su última comida tras 100 millones de años
miércoles, junio 11, 2025

Judy, la dinosauria que revela su última comida tras 100 millones de años

Reconstrucción artística del dinosaurio  en su hábitat natural durante el Cretácico, alimentándose de plantas.

Un hallazgo extraordinario en Australia ha permitido a los científicos adentrarse, literalmente, en el estómago de un dinosaurio que vivió hace unos 100 millones de años. Se trata de la primera vez que se recupera el auténtico y bien preservado contenido estomacal de un saurópodo, arrojando luz no solo sobre lo que comían estos gigantes del pasado, sino también sobre cómo lo hacían.

El fósil pertenece a un ejemplar de Diamantinasaurus matildae, una especie de dinosaurio herbívoro que vivió en el Cretácico temprano. La criatura, informalmente apodada “Judy” por el equipo de investigación, fue hallada en el noreste de Australia, más específicamente en el estado de Queensland, una región conocida por su riqueza paleontológica.

La importancia de este descubrimiento, detallado en la revista Current Biology, va mucho más allá del simple hallazgo de huesos. El estudio, liderado por Stephen Poropat del Museo de Victoria y la Universidad de Curtin, ofrece una ventana única a la ecología y hábitos alimenticios de los saurópodos, una de las familias de dinosaurios más emblemáticas y de mayor tamaño que jamás haya existido.

Un estómago que habla tras millones de años

“Es fenomenal formar parte del equipo que descubrió el contenido estomacal de Judy”, afirmó el paleontólogo Stephen Poropat en declaraciones recogidas por EurekAlert. Y no es para menos: hasta ahora, los registros fósiles no habían ofrecido evidencia directa de lo que comían los saurópodos. A pesar de que se han encontrado restos de estos dinosaurios en todos los continentes, y de que vivieron durante al menos 130 millones de años, nunca se había recuperado una muestra genuina y bien conservada de su contenido digestivo.

El análisis microscópico de la región abdominal del fósil reveló una compleja mezcla de restos vegetales fosilizados. Los investigadores descubrieron en la muestra fragmentos de hojas de plantas como coníferas y helechos con semillas (o “zaadvarens”), tal como se esperaba. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue la presencia de hojas de angiospermas, es decir, plantas con flores.

Este detalle resulta significativo porque las angiospermas eran todavía relativamente nuevas en la época en que vivió Judy. Según Poropat, “me parece sorprendente, porque las angiospermas —es decir, las plantas con flores— eran todavía relativamente nuevas en aquel tiempo”. Estas plantas se habían establecido como parte de la flora australiana solo unos 30 millones de años antes de la vida de Judy, lo que sugiere que los saurópodos no tardaron en adaptar su dieta a estas nuevas especies.

Confirmaciones y revelaciones

Uno de los logros clave de este hallazgo es que confirma varias hipótesis que hasta ahora solo podían deducirse a través del estudio de los dientes, mandíbulas y otras partes anatómicas. Entre ellas, la idea de que los saurópodos no masticaban su comida, sino que la ingerían entera y dejaban la digestión en manos de bacterias intestinales.

“Los saurópodos no tenían dientes frontales, caninos, premolares ni molares; solo poseían dientes que funcionaban como incisivos (para cortar o arrancar), pero carecían de dientes adaptados para triturar”, explicó Poropat. Es decir, su aparato digestivo era altamente especializado y estaba diseñado para procesar grandes cantidades de vegetación a través de una fermentación microbiana similar a la de algunos grandes herbívoros actuales, como los elefantes.

Esto confirma la imagen que muchos paleontólogos ya tenían de estos animales: enormes herbívoros que pasaban la mayor parte del tiempo alimentándose, dado que su tamaño requería una ingesta calórica masiva. Lo novedoso aquí es que, por primera vez, los científicos no tienen que especular sobre su dieta: pueden verla con sus propios ojos.

¿Qué comía realmente un saurópodo?

El estudio del contenido estomacal de Judy reveló una variedad interesante de restos vegetales. Además de las ya mencionadas coníferas y helechos con semillas, que eran comunes en la vegetación del Cretácico, el hallazgo de angiospermas sugiere que Judy (y quizás otros saurópodos de su tiempo) estaban ampliando su menú.

Según explicó Poropat, esta adaptación podría haber influido profundamente en la evolución de las propias plantas. “La presencia de plantas con flores en el contenido estomacal de Judy sugiere que los saurópodos ya se habían adaptado a comer estas plantas. Eso debió ejercer una presión evolutiva considerable sobre las plantas para reproducirse rápidamente o volver a crecer con rapidez si solo se comían sus hojas y tallos”, indicó.

Este fenómeno podría haber desencadenado mecanismos similares a los que hoy se observan en la relación entre aves y plantas: algunas especies vegetales dependen de que sus semillas sean transportadas por animales. En el caso de los saurópodos, si ingerían las semillas de las angiospermas y luego las excretaban en sus excrementos, probablemente facilitaban su dispersión a nuevos territorios, enriquecidos además con fertilizante natural.

Un testimonio único, pero limitado

A pesar del entusiasmo por la calidad del fósil y la cantidad de información revelada, los científicos mantienen cierta cautela. Y es que, después de todo, Judy es un solo individuo, y no necesariamente representa la dieta estándar de todos los saurópodos.

Además, Judy no era un adulto completamente desarrollado. “Creo que Judy estaba en una fase de transición; es una joven adulta, en realidad una adolescente”, explicó Poropat. Esto implica que su dieta podría haber estado influida por su edad y tamaño. Por ejemplo, es poco probable que pudiera alcanzar las hojas más altas de los árboles, por lo que su alimentación se habría limitado a lo que estuviera a nivel del suelo o a ramas caídas.

“Un Diamantinasaurus joven no habría sido capaz de alcanzar el follaje de las coníferas, a menos que encontrara ramas caídas o se alimentara de brotes jóvenes”, añadió Poropat. Esto sugiere que los adultos podrían haber tenido una dieta distinta, basada en una vegetación de mayor altura.

Otro punto a tener en cuenta es la variabilidad estacional y geográfica de la dieta. Lo que se encontró en el estómago de Judy pudo haber sido simplemente lo que estaba disponible en su entorno inmediato en un momento específico, y no necesariamente su dieta habitual. “Es probable que lo que comía cambiara con las estaciones y dependiera de dónde estuviera y qué plantas tuviera a su alcance en ese momento”, subrayó el investigador.

Un puente hacia el pasado ecológico

Más allá de las plantas específicas identificadas, el hallazgo de Judy permite a los científicos reconstruir de forma más precisa cómo los dinosaurios interactuaban con su entorno. “Queremos entender cómo los saurópodos y las plantas se influenciaron mutuamente durante el Jurásico y el Cretácico”, dijo Poropat. En ese contexto, uno de los eventos ecológicos más importantes fue la rápida expansión de las angiospermas.

El hallazgo refuerza la idea de que estas plantas no solo se beneficiaron del clima cambiante y otras condiciones ambientales, sino también de su interacción con los dinosaurios. La presión evolutiva ejercida por los hábitos alimenticios de animales tan grandes pudo haber acelerado su diversificación, con profundas consecuencias ecológicas que aún resuenan en la flora moderna.

Además, el hecho de que Judy comiera una combinación de plantas sugiere que los saurópodos tenían dietas más variadas de lo que se pensaba. Esta diversidad alimentaria habría contribuido a su éxito evolutivo, permitiéndoles habitar distintos tipos de ambientes y sobrevivir a fluctuaciones climáticas o cambios estacionales en la disponibilidad de alimento.

Hacia una paleontología más completa

El equipo de investigación espera que este hallazgo sea solo el comienzo. Poropat y sus colegas confían en que el descubrimiento de más fósiles con contenido estomacal bien preservado permitirá establecer patrones más sólidos sobre la dieta de los saurópodos y su papel ecológico. “Espero que encontremos más contenidos estomacales de dinosaurios”, comentó el paleontólogo.

Poropat también expresó un interés especial en descubrir qué comían los sauropodomorpha, los antecesores más primitivos de los saurópodos. “Basándonos en su anatomía, algunos de ellos podrían haber sido omnívoros”, dijo. Otro tema fascinante es la dieta de los bebés saurópodos, un aspecto completamente inexplorado que podría ofrecer pistas sobre su desarrollo y estrategias de supervivencia.

En palabras del propio investigador, “Judy nos ha contado su historia de manera directa, a través de su estómago. Pero ahora queremos escuchar las historias de muchos más dinosaurios”.

Fuente: Poropat, S. F., Tosolini, A.-M. P., Beeston, S. L., Enchelmaier, M. J., Pentland, A. H., Mannion, P. D., Upchurch, P., Chin, K., Korasidis, V. A., Bell, P. R., Enriquez, N. J., Holman, A. I., Brosnan, L. M., Elson, A. L., Tripp, M., Scarlett, A. G., Godel, B., Madden, R. H. C., Rickard, W. D. A., ... Grice, K. (2025). Fossilized gut contents elucidate the feeding habits of sauropod dinosaurs. Current Biology, 35(11), 2597-2613.e7. https://doi.org/10.1016/j.cub.2025.04.053

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