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Monos capuchinos inician una inquietante moda: secuestran crías de otra especie
miércoles, mayo 21, 2025

Monos capuchinos inician una inquietante moda: secuestran crías de otra especie

Un mono capuchinos en la isla Jicarón, Panamá.

Durante más de un año, un grupo de investigadores ha documentado un comportamiento inédito entre los monos capuchinos de la isla Jicarón, en Panamá: el secuestro sistemático de crías de monos aulladores por parte de jóvenes machos. Lejos de tratarse de un hecho aislado, esta práctica ha evolucionado hasta convertirse en una insólita tradición cultural entre los primates.

En el corazón del Parque Nacional Coiba, en la costa pacífica de Panamá, se encuentra la isla de Jicarón, un territorio de apenas 20 kilómetros cuadrados donde la naturaleza se expresa sin intervención humana. Allí vive una población de monos capuchinos que ha fascinado a los científicos durante años por su capacidad para usar herramientas de piedra. Sin embargo, una serie de grabaciones obtenidas entre 2022 y 2023 reveló una conducta mucho más inquietante: el secuestro de crías de monos aulladores por parte de varios machos jóvenes capuchinos. Este comportamiento, nunca antes observado en la especie, se propagó rápidamente entre varios individuos y plantea interrogantes profundos sobre la cultura y la cognición en los primates no humanos.

Una observación insólita

El fenómeno salió a la luz casi por casualidad. En su investigación a largo plazo sobre el uso de herramientas, los científicos del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal, en colaboración con colegas de la Universidad de California Davis y otras instituciones, habían instalado cámaras activadas por movimiento para captar la vida cotidiana de los capuchinos. Fue al revisar estas grabaciones cuando se toparon con una escena inusual: un macho capuchino adulto transportaba una cría de mono aullador a cuestas.

“Fue tan raro”, declaró Zoë Goldsborough, autora principal del estudio publicado en la revista Current Biology. La cría, de apenas unas semanas de vida, no era de la especie capuchina, ni pertenecía a la familia del macho en cuestión. A diferencia de los comportamientos de adopción interespecífica observados en otras ocasiones, este acto carecía de toda lógica parental.

Intrigados, los investigadores revisaron miles de horas de imágenes registradas por las cámaras entre enero de 2022 y julio de 2023. Lo que descubrieron superó todas sus expectativas: en al menos once ocasiones distintas, se documentó cómo un total de cinco machos jóvenes capuchinos secuestraron crías de monos aulladores, cargándolas sobre sus espaldas durante varios días. En todos los casos, las víctimas eran infantes de menos de cuatro semanas de vida.

Un comportamiento que se propaga

El primer macho identificado realizando este tipo de secuestros fue bautizado por los investigadores como “Joker”. Inicialmente se pensó que su conducta era un experimento individual, una rareza sin trascendencia. “Concluimos que era solo un individuo que estaba intentando algo nuevo”, explicó Brendan Barrett, coautor del estudio. “Eso no es raro en los capuchinos; son animales muy curiosos que constantemente exploran formas de interactuar con su entorno”.

Pero meses después, el fenómeno resurgió, y esta vez no se trataba solo de Joker. Al menos otros cuatro machos jóvenes comenzaron a imitar su conducta, secuestrando a crías de monos aulladores y cargándolas durante días, como si fueran propias. El patrón no podía atribuirse al azar: lo que comenzó como una acción individual se convirtió en una moda, una forma de tradición cultural que se diseminó socialmente entre varios miembros del grupo.

“Contamos con una cronología completa que narra la fascinante historia de un solo individuo que mostró un comportamiento inusual, y que luego fue imitado cada vez más rápido por otros jóvenes machos”, sostuvo Barrett. Esta transmisión social de comportamientos (algo ya documentado en otras especies) da cuenta de la capacidad de los capuchinos para desarrollar culturas propias, incluso cuando estas no tienen un beneficio adaptativo evidente.

Una tragedia para los aulladores

La otra cara de esta peculiar tradición es mucho más oscura. Las víctimas de los secuestros son siempre crías de monos aulladores (Alouatta palliata), una especie que ya se encuentra en situación vulnerable en Jicarón. Aunque los capuchinos no mostraron signos de violencia directa hacia las crías, tampoco podían proporcionarles los cuidados necesarios para su supervivencia. “Los capuchinos no les hacían daño”, afirmó Goldsborough. “Pero no podían darles la leche que necesitaban para sobrevivir”.

Las grabaciones mostraron escenas conmovedoras y perturbadoras a la vez: madres aulladoras emitiendo vocalizaciones angustiadas desde las copas de los árboles, incapaces de recuperar a sus crías secuestradas. En al menos cuatro casos, los investigadores pudieron constatar que las crías murieron mientras eran transportadas por los capuchinos. La duración de los secuestros varió de unas pocas horas a hasta nueve días.

Además, en ninguno de los casos se pudo confirmar un intento real de adopción. La hipótesis inicial de que los capuchinos podrían estar intentando cuidar a las crías como un acto de altruismo interespecífico fue descartada. “En general, las adopciones entre animales son realizadas por hembras, que a veces crían crías ajenas como forma de practicar para su futura maternidad”, explicó Goldsborough. “Pero Joker no era una hembra, y no mostraba signos de ofrecer cuidados adecuados”.

Una moda sin sentido… o no tanto

La gran pregunta es: ¿por qué? ¿Qué ganan estos capuchinos con estos actos? La respuesta no es sencilla. Desde una perspectiva evolutiva, este comportamiento no ofrece ventajas aparentes. De hecho, podría incluso ser costoso, al implicar esfuerzo físico y riesgos innecesarios. No obstante, esto no lo hace único. Entre los humanos, también existen modas y tradiciones que carecen de utilidad clara o incluso pueden ser autodestructivas. Tal vez, en este sentido, los capuchinos de Jicarón no sean tan distintos de nosotros.

Barrett sugiere que esta tradición caprichosa, aunque perjudicial para los aulladores, es un ejemplo más de la capacidad de los animales para desarrollar “culturas” propias, más allá de la supervivencia inmediata. “Demostramos que los animales pueden desarrollar tradiciones culturales que no tienen una función clara, pero que sí tienen consecuencias destructivas para el mundo que los rodea”.

El estudio también ofrece una posible explicación para la aparición de esta conducta en Jicarón: el ambiente excepcionalmente benigno de la isla. “Sobrevivir parece ser fácil en Jicarón”, indicó Meg Crofoot, otra de las investigadoras del equipo. “No hay depredadores naturales ni mucha competencia. Los capuchinos tienen mucho tiempo libre y pocas amenazas. Este estilo de vida ‘lujoso’ permite a los animales sociales ser innovadores. Muestra que la invención no siempre surge de la necesidad; para un animal muy inteligente que vive en un entorno seguro (incluso aburrido), el ocio y el aburrimiento pueden ser suficientes”.

Implicaciones más allá de Jicarón

El comportamiento documentado por el equipo plantea implicaciones significativas sobre cómo entendemos la cultura en animales no humanos. Hasta ahora, la mayor parte de los estudios sobre transmisión cultural en animales se ha centrado en comportamientos adaptativos, como el uso de herramientas, cantos complejos o rutas migratorias. Pero esta “moda” entre capuchinos introduce una nueva categoría: la tradición sin sentido aparente, con consecuencias negativas para otros.

Se trata también de un recordatorio de que la cultura animal no es necesariamente benigna. En este caso, las consecuencias de la conducta se traducen en sufrimiento y muerte para otra especie, una que además se encuentra en una situación vulnerable en el ecosistema insular. Si esta práctica continúa o se expande a otros grupos de capuchinos, podría representar una amenaza real para las poblaciones locales de monos aulladores.

Además, el hecho de que este comportamiento haya surgido y se haya propagado exclusivamente entre machos jóvenes sugiere una dimensión social que aún no se comprende del todo. ¿Es un modo de establecer estatus dentro del grupo? ¿Un sustituto de conductas paternas no expresadas? ¿Una forma de entretenimiento o un acto de mera curiosidad? Por ahora, no hay respuestas definitivas.

El futuro de los capuchinos… ¿Y de los aulladores?

Aunque la observación concluyó en julio de 2023, las cámaras continúan grabando a los capuchinos de Jicarón. Los investigadores todavía están procesando los datos más recientes, y aún no está claro si esta moda ha continuado, se ha intensificado o se ha extinguido. Sin embargo, de continuar, podría transformarse en un serio problema de conservación.

Los capuchinos de Jicarón han demostrado ser individuos extremadamente inteligentes, curiosos y sociales, capaces de desarrollar comportamientos complejos y compartirlos con rapidez. Que esa inteligencia y sociabilidad se haya canalizado hacia una conducta potencialmente letal para otra especie plantea nuevos desafíos tanto éticos como científicos.

El caso de Joker y sus imitadores podría convertirse en un hito en el estudio de la cultura animal, al mostrar que no toda innovación comportamental es positiva o funcional. También plantea una inquietante reflexión sobre cómo la inteligencia, combinada con el ocio y la ausencia de amenazas, puede dar lugar a comportamientos que no solo desafían nuestra comprensión de los animales, sino también nuestras propias motivaciones como especie.

Fuente: Goldsborough, Z., Crofoot, M. C., Jacobson, O. T., Corewyn, L., Rosario-Vargas, E. del, León, J., & Barrett, B. J. (2025). Rise and spread of a social tradition of interspecies abduction. Current Biology, 35(10), R375–R376. https://doi.org/10.1016/j.cub.2025.03.056

Fuente: EurekAlert. (2025). Capuchin monkeys develop bizarre “fad” of abducting baby howlers. https://www.eurekalert.org/news-releases/1083539

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