Los científicos han inventado un plástico capaz de disolverse por sí mismo. Lo han conseguido insuflando nueva vida al material, literalmente. Este “plástico vivo” representa un avance revolucionario en la lucha contra la contaminación plástica, ya que ofrece una solución sostenible para reducir la acumulación de desechos plásticos en el medio ambiente.
Suena un tanto extraño, pero nada más lejos de la realidad: los científicos han inventado el “plástico vivo”. Además, la investigación demuestra de inmediato que se trata de una cura milagrosa: el nuevo material es más resistente y flexible que antes. Y no solo eso: la mayor baza del plástico vivo es que puede disolverse por sí mismo, sin ayuda externa. El científico Jonathan K. Pokorski está entusiasmado. Así lo explica: “Este material puede descomponerse por sí mismo sin la presencia de otros microbios. Es muy posible que, en el futuro, gran parte de este tipo de plástico acabe fuera de una planta de compostaje donde se puede procesar. Por tanto, la capacidad de degradarse a sí mismo hace que esta tecnología sea mucho más versátil”. La investigación se publicó en la revista Nature Communications.
Evolución de especie bacteriana en laboratorio
El proceso de producción directa del nuevo material resulta ser sorprendentemente sencillo. Por ejemplo, los científicos utilizaron poliuretano termoplástico (TPU), un plástico blando muy utilizado, entre otras cosas, para la espuma con memoria. A continuación utilizaron la especie bacteriana Bacillus subtilis, conocida por su capacidad para descomponer el plástico. Pokorski añadió: “Se trata de una propiedad inherente a estas bacterias. Elegimos entre varias muestras de bacterias e investigamos cuál podía aprovechar mejor el TPU. Después, elegimos la que mejor podía crecer”.
Para el último paso del proceso de producción, los “ingredientes” se calentaron a una temperatura de 135 grados centígrados y luego se mezclaron en una máquina capaz de producir plástico. Sin embargo, había un problema: en un principio, la especie bacteriana tampoco estaba preparada para sobrevivir a esta temperatura. Así que hubo que seguir investigando para garantizar que el proceso de producción saliera bien. El investigador Adam Feist colaboró en el estudio. Explica: “En el laboratorio, evolucionamos continuamente las células para que pudieran hacer frente a las temperaturas más altas necesarias para producir TPU”. Este proceso consistía principalmente (de forma muy práctica) en calentar bacterias a temperaturas cada vez más altas, para después seguir cultivando los especímenes supervivientes y repetir las pruebas posteriormente. Feist revela: “Al final conseguimos un espécimen que podía soportar el calor intenso. Fue sorprendente lo bien que funcionó al final este proceso de evolución y selección bacteriana”.
Aún queda mucho por mejorar
El nuevo material es interesante porque puede disolverse en un 90 % en solo cinco meses. Además, las bacterias también parecen fortalecer y ablandar el plástico. Pokorski añade: “Ambas propiedades mejoraron mucho tras la llegada de las bacterias. Esto es fantástico porque la adición de la especie bacteriana podría así llevar las propiedades mecánicas del material mucho más allá de los límites actuales. Antes, siempre había un equilibrio entre resistencia y flexibilidad”.
Sin embargo, a los científicos aún les queda mucho por investigar. Por ejemplo, aún no se sabe qué queda del plástico una vez que se ha descompuesto. Los científicos especulan que el residuo no debería ser perjudicial, ya que B. subtilis suele ser bueno para la salud de los seres humanos, los animales y las plantas. Los científicos revelan que, en el futuro, planean repetir el estudio con más tipos de plástico. Feist concluye: “Hay muchos tipos diferentes de plástico comercial, el TPU es solo uno de ellos. Para nuestro plan de seguimiento, queremos fabricar más materiales degradables que se apoyen en esta tecnología”.
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