Descubrimiento Impactante: creer que el tiempo vuela puede acelerar la curación de heridas

¿Sabías que el simple acto de creer que el tiempo pasa más rápido podría convertirse en una herramienta terapéutica? Según este estudio, la percepción acelerada del tiempo no solo afecta nuestra mente, ¡sino que también puede influir en la velocidad a la que nuestras heridas sanan!

Todos conocemos el efecto placebo: dar a la gente una pastilla falsa (sin que se den cuenta) y en muchos casos el dolor remite. Algo aún más sorprendente han demostrado ahora unos investigadores para la cicatrización de heridas. A saber, que va más rápido cuando los pacientes creen que el tiempo pasa más deprisa de lo que realmente lo hace.

Nuestras mentes tienen un impacto mucho mayor en nuestra salud física de lo que usted puede comprender con su sobria visión del mundo. Dos psicólogos de Harvard lo demostraron ingeniosamente en un experimento en el que se infligió a unos voluntarios una lesión menor. Después manipularon el tiempo. En primer lugar, lo ralentizaron a la mitad de la velocidad real, de modo que cuando, por ejemplo, pasaba una hora, los sujetos pensaban que solo había transcurrido media hora. En la segunda situación, el tiempo transcurría con normalidad y, finalmente, el tiempo transcurría el doble de rápido, de modo que al cabo de una hora, los sujetos pensaban que habían pasado dos horas.

Los resultados fueron realmente extraños: cuando los participantes pensaban que el tiempo pasaba el doble de rápido, sus heridas se curaban más rápido. El proceso de curación era más lento si los sujetos lesionados pensaban que había pasado menos tiempo. En realidad, el tiempo transcurría exactamente al mismo ritmo.

“Si los sujetos pensaban que habían pasado 14 minutos, solo 5 de 32 tenían un índice de curación de 8 o superior, en comparación con 8 de 32 si pensaban que habían pasado 28 minutos y 11 de 32 si parecía que habían pasado 56 minutos”, explica Peter Aungle, psicólogo de Harvard. “En otras palabras, algo más de un tercio de los participantes se curaban casi por completo si creían que habían pasado 56 minutos. Eso es más del doble del número de personas que se curaron en el ensayo de 14 minutos”.

Útil después de cirugías

Esto podría tener importantes implicaciones para, por ejemplo, pacientes que acaban de ser operados y cuyas heridas quirúrgicas necesitan recuperarse. Si se les acelerara el tiempo, se curarían antes.

Pero se necesita más investigación para entender cómo es esto posible. “Aprendemos que la curación siempre está en función del tiempo e implícitamente también asociamos la curación con el paso del tiempo cuando nos hacemos una herida y experimentamos lo que tarda en pasar”, explica Aungle.

Efecto placebo poco convencional

“Pero nuestros cerebros no están hechos para llevar la cuenta del tiempo tal y como lo conocemos (el movimiento exacto de la Tierra alrededor del Sol), así que los relojes, sobre todo cuando el periodo es corto, son el paso intermedio en nuestra asociación entre tiempo y curación. Al acelerar el tiempo, presumiblemente activamos una forma de aprendizaje asociativo, que movilizó recursos para curar la lesión y permitió que la curación se produjera gracias a la expectativa de más curación en el futuro a través del paso del tiempo”, explica el psicólogo.

Ahora está trabajando en un artículo para profundizar en cómo la atención, las creencias y las expectativas afectan colectivamente a la salud a largo plazo. “Entonces podré decir aún más sobre este y otros efectos placebo no convencionales”.

Mientras tanto, el estudio ya deja claro que tenemos que fijarnos más en la unidad del cuerpo y la mente. Deberíamos considerar una gama mucho más amplia de influencias psicológicas en la salud física. Normalmente, pensamos en el impacto del duelo, por ejemplo. Por ejemplo, las personas pueden sufrir un infarto tras la muerte de un ser querido, lo que se denomina síndrome del corazón roto. También sabemos que el estrés puede provocar una disminución de la inmunidad, entre otras cosas.

Pero aún hay más. “Nuestros cerebros y cuerpos están moldeados por experiencias pasadas, aunque estas experiencias parezcan irrelevantes para el presente, y esto afecta a lo que notamos, creemos y esperamos. Pero nosotros mismos también influimos en lo que esperamos y creemos. Este estudio demuestra que merece la pena practicarlo”, afirma Aungle.

Pensamientos positivos

“Si creemos que una lesión es peor de lo que piensan los médicos o que se materializará el peor de los escenarios, debemos examinar nuestras creencias: ¿cómo lo sabemos con certeza? ¿Qué pruebas hay en contra? ¿Existen creencias más constructivas, que podamos adoptar, pero que encajen con nuestras experiencias actuales? Merece la pena ser un poco curioso y cuestionar creencias que no son ciertas o que no podemos conocer, y luego prestar atención a aspectos más constructivos de las experiencias negativas sobre los que sí tenemos control”, concluye el investigador.

En otras palabras, una mayor confianza en un buen resultado y unos pensamientos más positivos podrían favorecer el proceso de curación.

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