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La humanidad rompe un nuevo récord de emisiones y se acerca al límite de 1,5 grados de calentamiento
martes, noviembre 18, 2025

La humanidad rompe un nuevo récord de emisiones y se acerca al límite de 1,5 grados de calentamiento

Chimeneas industriales expulsando densas columnas de humo gris al cielo, ilustrando la contaminación atmosférica y el impacto de las emisiones de fábricas.

Un panorama científico cada vez más contundente advierte que el margen para evitar un calentamiento global más peligroso se está evaporando con rapidez, mientras las emisiones de CO₂ vuelven a marcar máximos históricos.

Las emisiones globales provenientes del uso de combustibles fósiles volverán a aumentar este año hasta alcanzar 38,1 gigatoneladas, según el análisis más reciente del Global Carbon Project. El incremento, estimado en un 1,1 % respecto al año anterior, confirma que los esfuerzos desplegados por numerosos países para impulsar energías limpias no logran compensar la demanda energética que sigue creciendo en prácticamente todo el mundo. La investigación, publicada como parte del Global Carbon Budget 2025, subraya que la humanidad está agotando el poco tiempo disponible para contener el calentamiento global dentro del límite acordado internacionalmente de 1,5 °C.

La evaluación indica que, pese a avances regionales —incluida la reducción de emisiones en varias economías que han logrado crecer mientras disminuyen su huella de carbono—, la tendencia mundial sigue apuntando en dirección contraria. La disminución moderada de las emisiones vinculadas a la deforestación y al uso del suelo ayuda, pero no logra revertir el conjunto. Tal como señalan los autores del informe, el problema ya no se limita únicamente a la quema de combustibles fósiles: la propia capacidad de la Tierra para absorber CO₂ mediante bosques y océanos está perdiendo fuerza ante el ritmo de calentamiento actual.

La carrera contra el presupuesto de carbono

El estudio advierte que el presupuesto de carbono restante para mantener la meta de 1,5 °C se está consumiendo con una velocidad alarmante, poniendo de manifiesto que el desafío muta de urgente a crítico. Con un margen disponible de unos 170 gigatoneladas de CO₂, la humanidad dispone de menos de una década antes de cruzar un umbral que los científicos consideran difícilmente reversible. Pierre Friedlingstein, investigador de la University of Exeter y autor principal del informe, señala que “con el CO₂ que aún está aumentando, ya no es realista pensar que podemos mantener la temperatura bajo 1,5 °C”. El especialista explica que el panorama refleja un deterioro continuado de los sumideros naturales de carbono: bosques, suelos y océanos que históricamente han absorbido una parte relevante de nuestras emisiones.

La investigación detalla que estos sistemas naturales muestran señales persistentes de saturación. Desde la década de 1960, alrededor del 8 % del incremento observado en la concentración de CO₂ se debe a la pérdida de eficiencia de estos sumideros. Factores como las olas de calor intensas, las sequías prolongadas y los incendios de gran escala reducen la capacidad de absorción, debilitando un mecanismo que hasta ahora había amortiguado parte del impacto humano. La reciente fase de El Niño en 2023–2024 agravó temporalmente este fenómeno, aunque al remitir dejó tras de sí indicadores preocupantes de una recuperación limitada. Según Friedlingstein, “vemos que el planeta nos envía señales inequívocas de que debemos intervenir con mayor determinación”.

La concentración atmosférica de CO₂ alcanzará en 2025 unas 425,7 ppm, lo que supone un incremento del 52 % frente a los niveles preindustriales. Este valor histórico encamina al mundo hacia un momento decisivo: si la trayectoria actual no cambia, el presupuesto de carbono para evitar superar 1,5 °C se agotará en apenas cuatro años. Se trata de una advertencia científica que coloca a gobiernos, industrias y sociedades frente a una encrucijada que, de no abordarse, consolidará impactos irreversibles en múltiples sistemas climáticos.

Tensiones globales en la transición energética

El informe del Global Carbon Project destaca que el panorama de emisiones varía significativamente según la región. China continúa siendo uno de los principales emisores debido a su elevada demanda energética, aunque también encabeza el desarrollo y despliegue de energías renovables en términos absolutos. En otras partes del mundo, los resultados son dispares: mientras algunos países logran estabilizar o reducir su producción de CO₂, otros elevan sus emisiones con rapidez a medida que expanden infraestructuras y consumo energético. La Unión Europea, por ejemplo, ha logrado descensos constantes en los últimos años, reflejando la eficacia de ciertas políticas climáticas y de eficiencia energética.

Sin embargo, el contexto general impone un límite claro: aunque regiones concretas presenten avances relevantes, el balance global continúa inclinándose hacia un aumento neto. La reducción de emisiones derivadas de la deforestación, subraya la investigación, es una señal alentadora, especialmente en áreas como la Amazonía. La científica Corinne Le Quéré, de la University of East Anglia, explica que “35 países han conseguido disminuir sus emisiones mientras mantienen crecimiento económico, el doble que hace una década”, aunque advierte que estas mejoras son todavía demasiado frágiles para consolidar un descenso global. La tendencia dominante sigue siendo un aumento constante en la quema de carbón, petróleo y gas, especialmente en economías donde las energías limpias avanzan más lentamente.

Al mismo tiempo, algunos logros ambientales recientes se ven amenazados por fenómenos extremos impulsados por el calentamiento global. La investigadora Julia Pongratz, de la Ludwig-Maximilian-Universität de Múnich, recuerda que “la deforestación en el Amazonas ha caído a su nivel más bajo desde 2014, pero los devastadores incendios de 2024 evidencian la fragilidad del ecosistema mientras no logremos frenar el aumento de temperatura”. Este tipo de eventos subraya la importancia de acciones integrales que combinen políticas ambientales estrictas con una aceleración decisiva hacia matrices energéticas bajas en carbono.

Los sumideros naturales en declive

Los océanos y los bosques han sido durante siglos aliados silenciosos frente al exceso de CO₂ emitido por la actividad humana. Su función de absorber y almacenar carbono mitigó en gran medida la concentración atmosférica que, de otro modo, habría aumentado con aún mayor velocidad. Sin embargo, estos sistemas llegan ahora a un punto de inflexión. El informe subraya que su debilitamiento está directamente asociado a las alteraciones del clima: temperaturas oceánicas más altas reducen la solubilidad del CO₂, mientras que la degradación de los ecosistemas terrestres limita la capacidad de crecimiento vegetal y, por tanto, la absorción de carbono.

La reciente serie de incendios masivos y sequías intensas en distintos continentes no solo destruye vegetación, sino que libera grandes cantidades de carbono previamente almacenado, contribuyendo a un círculo vicioso en el que cada evento climático extremo acelera el proceso que lo origina. Los investigadores destacan que, a pesar de un leve repunte tras el fin de El Niño, la tendencia general es la de una capacidad de absorción cada vez menor. Este problema añade una dimensión adicional a la urgencia climática, ya que obliga a contemplar un escenario en el que los principales sumideros naturales no solo dejarán de compensar parte de nuestras emisiones, sino que podrían convertirse parcialmente en fuentes netas de CO₂ en determinadas condiciones.

Frente a este panorama, los científicos insisten en que la política ambiental debe considerar tanto la reducción drástica de emisiones como la protección de ecosistemas clave. No se trata únicamente de disminuir el uso de combustibles fósiles, sino también de preservar y restaurar bosques, zonas húmedas, manglares y otros entornos cuya función resulta esencial en la regulación del clima global.

Tecnologías limpias, economía y una urgencia ineludible

A pesar de la gravedad del análisis, los investigadores señalan que existen señales reales de progreso. Glen Peters, del centro CICERO, afirma que “tenemos evidencia contundente de que las tecnologías limpias no solo ayudan a reducir emisiones, sino que, además, resultan económicamente más ventajosas que las alternativas fósiles”. Este punto se ha convertido en un argumento central para acelerar la transición energética global, ya que no se trata únicamente de una cuestión ambiental, sino también de competitividad económica para las próximas décadas.

El despliegue de energías renovables ha alcanzado ritmos récord en numerosas naciones, mientras que los costes de tecnologías como la solar y la eólica han disminuido de manera drástica. La electrificación del transporte y la eficiencia energética en edificios e industrias también avanzan, aunque aun a un ritmo insuficiente para contrarrestar el crecimiento de la demanda energética global. Las nuevas políticas climáticas adoptadas en distintos continentes comienzan a mostrar efectos, pero su impacto sigue siendo parcial frente a la magnitud del desafío.

Los autores del informe advierten que el tiempo para acciones graduales se ha agotado. La comunidad científica resalta que, si bien las señales positivas deben aplaudirse, también deben impulsar compromisos mucho más ambiciosos en todos los sectores económicos. El calentamiento global no se detendrá únicamente con avances tecnológicos: requiere transformaciones profundas en la producción, el consumo y el uso del territorio a escala planetaria.

Un reloj que no deja de avanzar

El Global Carbon Budget 2025 presenta un mensaje inequívoco: la humanidad está a menos de un lustro de agotar por completo el presupuesto de carbono compatible con la meta de 1,5 °C. Superar ese límite significaría entrar en un territorio climático con riesgos significativamente mayores para la estabilidad de sistemas naturales y sociales. Friedlingstein resume la advertencia de forma categórica al señalar que “cada tonelada de CO₂ que logramos evitar cuenta; la época de los pequeños pasos ha quedado atrás”.

El informe recuerda que el planeta ya está experimentando impactos considerables del calentamiento, y que cada año adicional de emisiones crecientes reduce la capacidad de los ecosistemas para responder. Si el mundo desea conservar una posibilidad realista de limitar el calentamiento global, deberá lograr recortes drásticos y sostenidos en un plazo extraordinariamente corto. La ciencia es clara: el reloj avanza y la ventana de oportunidad se estrecha.

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