Un nuevo estudio de la revista BMJ Global Health revela cómo la Fundación Gates influye en las prioridades de la Organización Mundial de la Salud, orientando gran parte de los fondos hacia vacunas y polio, mientras áreas esenciales como el fortalecimiento de los sistemas sanitarios quedan relegadas.
La investigación, publicada por BMJ Global Health, examina más de dos décadas de donaciones entre 2000 y 2024 y concluye que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha visto comprometida su independencia debido a su creciente dependencia de donantes privados y gubernamentales. La Fundación Bill y Melinda Gates, que se presenta como uno de los principales benefactores de la salud global, ha destinado más del 50 % de sus aportes a la OMS a programas de vacunación y erradicación de la polio.
En total, la fundación donó 5500 millones de dólares en ese periodo, de los cuales más de 3200 millones se destinaron a la polio y otros 2900 millones a proyectos de inmunización. En contraste, apenas el 0,2 % fue asignado a programas de agua y saneamiento, y el 0,7 % a iniciativas de fortalecimiento de sistemas sanitarios. Los investigadores señalan que estos últimos son precisamente los ejes estratégicos que la OMS considera prioritarios para garantizar la salud pública a largo plazo.
Dependencia creciente y prioridades distorsionadas
El informe advierte que la OMS, que en teoría debería mantener independencia operativa respecto a los intereses políticos y privados, se ha transformado en una organización financieramente subordinada a sus patrocinadores. En la actualidad, alrededor del 90 % de su presupuesto proviene de aportes voluntarios, y la mayoría de esos fondos están “etiquetados”, es decir, los donantes determinan de antemano a qué proyectos deben destinarse.
“Las contribuciones obligatorias de los Estados miembros están muy por debajo del nivel necesario para financiar los objetivos estratégicos de la OMS”, señalan los autores del estudio. “En consecuencia, la organización se ve forzada a depender de donaciones voluntarias, lo que termina orientando los recursos hacia las áreas que interesan a los donantes, en detrimento de otros temas igualmente cruciales”.
Esa dependencia se traduce en un desequilibrio notable: mientras las enfermedades infecciosas reciben ingentes recursos, los programas para combatir patologías no transmisibles —como cáncer, diabetes o enfermedades cardiovasculares— continúan subfinanciados, a pesar de que son responsables del 74 % de las muertes en el mundo, y tres cuartas partes de ellas ocurren en países de ingresos bajos y medios.
La influencia de los grandes donantes
Según el estudio, desde 2010 la Fundación Gates representa por sí sola el 9,5 % del presupuesto total de la OMS, situándose solo por detrás de Estados Unidos. Alemania y el Reino Unido completan el grupo de los mayores financiadores. Esta estructura de aportes ha configurado una nueva jerarquía dentro de la gobernanza sanitaria global, donde las prioridades ya no se determinan únicamente por criterios de salud pública, sino también por la voluntad de quienes controlan los fondos.
“Los donantes privados pueden actuar con buenas intenciones, pero sus intereses y estrategias no siempre coinciden con las necesidades globales de salud”, advierten los investigadores. De este modo, los programas con mayor atractivo político o retorno mediático suelen recibir más apoyo, mientras los proyectos estructurales —como los de salud primaria, nutrición o infraestructura sanitaria— quedan marginados.
El informe también subraya que el modelo actual de financiamiento favorece una visión fragmentada de la cooperación sanitaria internacional. Cada gran donante impulsa su propia agenda, lo que genera duplicación de esfuerzos y competencia entre programas en lugar de coordinación. La OMS, diseñada originalmente como un ente rector, se ve así obligada a adaptar sus planes para asegurar la llegada de fondos.
Un futuro incierto tras el posible retiro de Estados Unidos
La dependencia financiera de la OMS podría agravarse aún más con la anunciada salida de Estados Unidos de la organización en enero de 2026. Washington ha sido históricamente el principal contribuyente, tanto en fondos obligatorios como voluntarios. Su partida dejaría un vacío difícil de llenar y podría ampliar el poder relativo de actores privados como la Fundación Gates.
“El retiro de Estados Unidos no solo implicaría una reducción presupuestaria drástica, sino también un aumento de la influencia de donantes con intereses específicos”, señala el análisis. Ante ese escenario, los autores advierten que la OMS correría el riesgo de transformarse en una entidad aún más dependiente de capitales filantrópicos y corporativos.
Los investigadores insisten en que el problema no recae exclusivamente en los donantes privados. “No debemos olvidar que son los propios Estados miembros los que han permitido esta situación al negarse a incrementar sus contribuciones obligatorias en proporción a las crecientes necesidades de la OMS”, escriben. “Esto ha dejado a la organización sin otra opción que aceptar la financiación condicionada de donantes externos”.
Una independencia comprometida
El estudio de BMJ Global Health concluye que el modelo financiero de la OMS amenaza su capacidad de respuesta frente a emergencias sanitarias y su función de coordinación global. Al depender de fondos marcados por los intereses de los contribuyentes, la institución pierde flexibilidad para asignar recursos según las verdaderas necesidades de salud pública.
La propia OMS ha reconocido en varios informes que su sistema de financiamiento actual es “insostenible”. En 2022, la Asamblea Mundial de la Salud aprobó un plan para aumentar gradualmente las contribuciones obligatorias de los Estados, pero los avances han sido lentos. Mientras tanto, los grandes donantes privados mantienen su influencia intacta.
El estudio propone una reforma estructural del modelo de financiación, que incluya mayores aportes regulares de los países miembros, mecanismos de transparencia sobre las donaciones condicionadas y una distribución más equilibrada de los recursos. Solo así, advierten los autores, podrá recuperarse la autonomía que la OMS necesita para cumplir su mandato.
“Mientras los Estados no asuman su responsabilidad financiera, serán los financiadores quienes definan las prioridades globales de salud”, concluyen los investigadores. “Y eso significa que las decisiones de la OMS no estarán determinadas por la ciencia o la equidad, sino por el poder del dinero”.

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