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Por qué las emisiones de metano siguen creciendo sin freno a pesar de los esfuerzos globales
viernes, septiembre 05, 2025

Por qué las emisiones de metano siguen creciendo sin freno a pesar de los esfuerzos globales

Fábrica emitiendo humo a la atmósfera, símbolo de la contaminación industrial y las emisiones de gases de efecto invernadero como el metano

El metano tiene un poder de calentamiento 80 veces mayor que el dióxido de carbono en un periodo de 20 años, sin embargo, sus emisiones continúan aumentando en todo el mundo sin señales de desaceleración.

El avance fue descrito en un artículo publicado en la revista Nature Communications, donde un equipo internacional de investigadores analizó las emisiones de metano en 164 países y 120 sectores desde 1990 hasta 2023. Se trata de la evaluación más amplia realizada hasta ahora sobre este gas de efecto invernadero, que ya ha contribuido en torno al 30 % del calentamiento global desde la era preindustrial. Los resultados muestran una paradoja: aunque el mundo ha mejorado en la eficiencia para reducir las emisiones por unidad de producto, el volumen total sigue creciendo, impulsado por el aumento de la producción y el consumo a escala global.

Durante años, la atención política y mediática sobre el cambio climático se ha centrado en el dióxido de carbono (CO₂), el gas más abundante y con mayor permanencia en la atmósfera. Sin embargo, el metano (CH₄), aunque menos presente, tiene un impacto desproporcionado en el calentamiento a corto plazo. Su permanencia en la atmósfera es más breve que la del CO₂, lo que significa que los recortes en su liberación pueden generar beneficios inmediatos en la lucha contra el cambio climático. A pesar de esta oportunidad, las emisiones globales de metano no han dejado de aumentar en las últimas tres décadas.

La paradoja del comercio mundial y las emisiones de metano

El estudio revela que la dinámica del comercio internacional es uno de los factores clave detrás del crecimiento sostenido de las emisiones de metano. Aproximadamente un 30 % de la liberación de este gas se vincula de manera directa a los flujos comerciales, que en los últimos años han cambiado de forma significativa.

Las transacciones entre países en desarrollo, conocidas como comercio Sur-Sur, se han convertido en un motor creciente de emisiones. Asia y la región en desarrollo del Pacífico destacan como los mayores contribuyentes, debido a un proceso simultáneo de industrialización acelerada y explosión demográfica. Estos factores han hecho que las cadenas de suministro globales se transformen, trasladando cada vez más la producción intensiva en metano hacia países con menor capacidad tecnológica para reducir las fugas y con marcos regulatorios menos estrictos.

Frente a esta tendencia, los países desarrollados muestran un patrón opuesto: sus economías continúan expandiéndose, pero logran mantener una reducción sostenida en sus emisiones de metano. Este fenómeno se explica por mejoras en la eficiencia de producción, avances tecnológicos en la detección de fugas en la industria energética y la aplicación de políticas ambientales más estrictas. Sin embargo, el estudio señala que estas mejoras regionales no alcanzan a compensar el crecimiento en los países emergentes.

Un gas de alto impacto en poco tiempo

El metano presenta una particularidad que lo diferencia de otros gases de efecto invernadero. Su tiempo de residencia en la atmósfera es relativamente corto —en torno a una década— frente a los siglos que puede permanecer el dióxido de carbono. Sin embargo, durante ese período ejerce un efecto de calentamiento desproporcionado: es unas 80 veces más potente que el CO₂ en un horizonte de 20 años.

Esto significa que, aunque su eliminación no resolvería por sí sola la crisis climática, cualquier reducción de metano puede generar beneficios inmediatos en la desaceleración del calentamiento global. Además, el metano está estrechamente vinculado a la formación de ozono troposférico, un contaminante que agrava la calidad del aire y provoca alrededor de un millón de muertes prematuras cada año.

El autor principal del estudio, Yuli Shan, de la Universidad de Birmingham, destacó esta doble dimensión: “El metano tiene una corta vida en la atmósfera, lo que significa que reducciones hoy pueden tener un impacto inmediato. Nuestras conclusiones subrayan la urgencia de una acción global coordinada, en especial en las regiones en desarrollo donde las emisiones crecen con mayor rapidez”.

Mejoras en eficiencia, pero más consumo

Uno de los hallazgos más sorprendentes del análisis es que, desde 1998, el mundo ha mejorado casi un 70 % en términos de eficiencia: es decir, se libera menos metano por cada producto o actividad que se genera. No obstante, el crecimiento constante en la producción de bienes y servicios, junto con el aumento del consumo global, han anulado esta ganancia relativa.

El panorama es similar al observado con el dióxido de carbono, aunque con diferencias importantes. Mientras que las emisiones de CO₂ aún crecen, su ritmo de incremento se ha ralentizado en comparación con décadas anteriores. En el caso del metano, en cambio, los registros no muestran señales de desaceleración. Esta diferencia preocupa a la comunidad científica, ya que compromete los objetivos de reducción de gases de efecto invernadero para mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 1,5 °C establecidos en el Acuerdo de París.

El coautor del estudio, Klaus Hubacek, de la Universidad de Groningen, subrayó que el análisis va más allá de identificar dónde se emite el metano. “Esta investigación ofrece una guía para los responsables políticos a fin de integrar el metano en las estrategias nacionales contra el cambio climático. No se trata solo de saber dónde ocurre la emisión, sino también por qué, y eso exige mirar toda la cadena de suministro”, explicó.

Regiones y sectores más críticos

La investigación detalla que las emisiones de metano se concentran en ciertos sectores clave:

  • Energía: La extracción y el transporte de petróleo y gas natural son responsables de grandes cantidades de fugas de metano, muchas veces invisibles y difíciles de medir.
  • Agricultura: La ganadería, en particular la producción de carne vacuna y lácteos, libera enormes cantidades de metano a través de la digestión de los rumiantes y el manejo de estiércol.
  • Residuos: Los vertederos y sistemas de tratamiento de aguas residuales representan otra fuente significativa, especialmente en países en desarrollo con infraestructura deficiente.

El mapa global de emisiones muestra que Asia concentra la mayor parte del crecimiento, pero también resalta que América Latina enfrenta desafíos particulares por la expansión agrícola y la deforestación asociada. África, por su parte, se encuentra en una fase inicial de industrialización, lo que significa que sus emisiones podrían crecer de forma acelerada en las próximas décadas si no se aplican medidas preventivas.

Opciones tecnológicas y cambios de hábitos

El informe plantea un abanico de soluciones para reducir de manera efectiva las emisiones de metano. En el sector energético, la prioridad es mejorar la detección y reparación de fugas en los sistemas de extracción y transporte de hidrocarburos. Tecnologías avanzadas de monitoreo satelital y sensores en tierra permiten identificar rápidamente los puntos críticos y minimizar las pérdidas.

En la agricultura, los investigadores sugieren innovaciones en el diseño de dietas para el ganado, con aditivos que reducen la producción de metano durante la digestión. También se menciona el desarrollo de razas más eficientes y la implementación de mejores prácticas en la gestión de estiércol.

En cuanto al manejo de residuos, la clave está en optimizar los procesos de reciclaje, aumentar la captura de gas en vertederos y promover sistemas de tratamiento más avanzados de aguas residuales. Estas medidas requieren inversión tecnológica, pero ofrecen beneficios inmediatos en reducción de emisiones y mejora de la calidad de vida urbana.

No obstante, los científicos también insisten en el papel de los consumidores. Cambiar patrones de alimentación, en particular reducir el consumo de carne roja, tendría un impacto directo en la disminución de emisiones de metano. Aunque se trata de una medida que depende de decisiones individuales y culturales, el estudio señala que incluso pequeñas reducciones en la demanda pueden tener repercusiones significativas en toda la cadena de suministro.

La necesidad de una estrategia global coordinada

El análisis concluye que ninguna medida aislada será suficiente para revertir la tendencia actual de emisiones crecientes. Es imprescindible que las políticas climáticas incluyan al metano en la misma prioridad que el dióxido de carbono, con planes específicos adaptados a las realidades de cada región.

Los investigadores recalcan que la cooperación internacional es crucial, sobre todo en un contexto de cadenas de suministro interconectadas. Un país puede reducir sus emisiones directas, pero si traslada su producción intensiva en metano a otro territorio, el efecto neto en el clima sigue siendo negativo.

En palabras de Yuli Shan, “la lucha contra el metano debe abordarse de manera colectiva, ya que las emisiones de un país afectan al clima global en el corto plazo. Este es un reto compartido que requiere acciones coordinadas más allá de las fronteras nacionales”.

La urgencia de actuar queda clara: con el metano contribuyendo de forma desproporcionada al calentamiento en las próximas dos décadas, cualquier retraso en las decisiones políticas y tecnológicas reducirá las posibilidades de cumplir los objetivos climáticos globales. La ventana para actuar aún está abierta, pero se estrecha rápidamente.

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