Un nuevo estudio científico reveló que un tipo anómalo de tejido adiposo conocido como grasa reptante (“creeping fat”) desempeña un papel directo en la formación de tejido cicatricial que estrecha los intestinos en personas con enfermedad de Crohn. Este hallazgo ofrece una explicación de por qué los tratamientos basados únicamente en fármacos antiinflamatorios suelen ser insuficientes y abre la puerta a posibles nuevas terapias para prevenir complicaciones en esta patología crónica.
La enfermedad de Crohn es un trastorno inflamatorio intestinal que suele aparecer en la adolescencia o la juventud temprana y se caracteriza por dolor abdominal, diarrea recurrente, pérdida de peso y fatiga persistente. Con el tiempo, muchos pacientes desarrollan estenosis intestinal, es decir, segmentos del intestino que se vuelven rígidos y estrechos debido a la acumulación de tejido cicatricial. Estos bloqueos, difíciles de tratar de forma duradera, afectan sobre todo a la zona de transición entre el intestino delgado y el intestino grueso, donde la pared intestinal sufre una tensión mecánica mayor.
El papel de la grasa abdominal en la cicatrización intestinal
Durante décadas, la ciencia entendió la grasa corporal principalmente como un depósito de energía. Sin embargo, investigaciones recientes han demostrado que el tejido adiposo cumple funciones más complejas, incluidas la regulación de procesos inmunológicos y la producción de hormonas. El nuevo estudio, publicado en la revista Cell, aporta evidencia de que la grasa reptante no es un mero acompañante de la enfermedad de Crohn, sino un actor central en la progresión de las complicaciones intestinales.
Este tejido surge cuando la delgada capa de grasa que normalmente recubre los intestinos, llamada mesenterio, se inflama y se engrosa de manera anormal. El equipo de investigación halló en él una gran cantidad de fibroblastos activados: células del tejido conectivo encargadas de generar cicatrices. Estas células no solo respondían a señales inflamatorias, sino también a la tensión mecánica, lo que intensificaba la producción de colágeno y fibras que terminan estrechando el intestino.
“Lo que observamos es muy similar a lo que ocurre en la piel cuando se forman cicatrices bajo tensión mecánica”, explicó el cirujano e investigador Michael Longaker, quien destacó que esta reacción se concentra sobre todo en la frontera entre la grasa inflamada y el tejido intestinal.
Estrategias quirúrgicas y sus limitaciones
La obstrucción causada por cicatrices intestinales representa uno de los mayores retos clínicos en la enfermedad de Crohn. Aunque la cirugía para extirpar las secciones estrechas puede proporcionar alivio temporal, no es una solución permanente. “Las estenosis vuelven a aparecer con frecuencia. Y cada vez que se extraen segmentos de intestino, el paciente pierde más tejido funcional”, señaló Longaker, subrayando que esta estrategia conlleva un alto costo físico y emocional para los afectados.
Los investigadores subrayan que, debido a la naturaleza reincidente de estas complicaciones, es fundamental desarrollar enfoques terapéuticos que prevengan la formación de cicatrices desde el inicio del proceso, en lugar de tratar únicamente las consecuencias.
Evidencia en humanos y en modelos animales
Para llegar a estas conclusiones, el equipo examinó tejido fresco extraído durante cirugías a pacientes con enfermedad de Crohn. Gracias a este material, pudieron estudiar directamente cómo la grasa reptante interactúa con la pared intestinal. Además, desarrollaron un modelo en ratones que reproduce fielmente la progresión de la enfermedad y la formación de estenosis.
En los animales, al igual que en los pacientes, los fibroblastos situados en la interfase entre la grasa inflamada y el intestino se activaban de forma intensa cuando la pared intestinal estaba sometida a estiramiento mecánico. Esta reacción se amplificaba aún más en presencia de inflamación, confirmando que la combinación de ambos factores —señales inmunológicas y tensión tisular— es la principal fuerza que impulsa la cicatrización patológica.
La investigadora Jeong Hyun, también integrante del equipo, subrayó el impacto humano de estos hallazgos: “Estos pacientes lo pasan realmente mal. No solo se sienten agotados físicamente, sino que también experimentan una gran impotencia porque no pueden predecir cuándo aparecerán los síntomas. Creo que con este estudio hemos dado un paso hacia la posibilidad de aliviar parte de ese sufrimiento”.
Limitaciones de los tratamientos actuales
El hallazgo de que la grasa abdominal inflamada alimenta la formación de cicatrices intestinales ayuda a explicar por qué los medicamentos antiinflamatorios, que son la base del tratamiento actual, no logran detener la progresión en todos los pacientes. De hecho, hasta un 80 % de quienes padecen Crohn no obtiene un control completo de la enfermedad con estos fármacos.
La cirugía, por su parte, se utiliza como último recurso cuando los bloqueos intestinales amenazan la calidad de vida o la salud del paciente, pero conlleva el riesgo de recurrencia y complicaciones posteriores. “No es un camino sostenible ni para los pacientes ni para los médicos”, insistió Longaker.
Nuevas rutas para futuras terapias
Uno de los aspectos más prometedores del estudio es que los investigadores identificaron una vía de señalización celular específica que parece impulsar la actividad de los fibroblastos en la grasa reptante. Esta ruta podría convertirse en un blanco terapéutico para desarrollar fármacos capaces de detener o reducir la formación de cicatrices, ofreciendo un enfoque más preventivo que los actuales.
Aunque estos resultados son preliminares y todavía requieren ensayos clínicos, el hallazgo representa una oportunidad para replantear el tratamiento de la enfermedad de Crohn. En lugar de centrarse únicamente en la inflamación intestinal, las terapias futuras podrían incluir estrategias destinadas a modular el comportamiento del tejido adiposo circundante.
“Estamos convencidos de que al comprender mejor cómo el tejido graso se convierte en un factor activo en la cicatrización intestinal, podremos diseñar intervenciones más eficaces y menos invasivas”, señalaron los autores en Cell.
Una visión más amplia de la enfermedad
Este descubrimiento se suma a una creciente evidencia de que la enfermedad de Crohn no puede entenderse solo como una inflamación localizada en el intestino. Más bien, se trata de una condición en la que interactúan múltiples tejidos —mucosa intestinal, sistema inmune y tejido adiposo— en un complejo proceso que termina debilitando la función digestiva.
La identificación del papel de la grasa reptante redefine la comprensión de la enfermedad y resalta la necesidad de un abordaje multidisciplinario en la investigación y el tratamiento, en el que gastroenterólogos, cirujanos, inmunólogos y especialistas en biología del tejido adiposo colaboren estrechamente.
Con millones de personas afectadas en todo el mundo y un impacto significativo en la calidad de vida de los pacientes, el avance representa un paso clave hacia terapias más específicas y efectivas. La comunidad científica espera que los próximos estudios permitan confirmar estos hallazgos y traducirlos en soluciones médicas que reduzcan la dependencia de la cirugía y mejoren el pronóstico a largo plazo de quienes conviven con la enfermedad de Crohn.
Sin comentarios