Un alarmante 44 % de las personas que viven con diabetes en el planeta desconoce que tiene la enfermedad. La cifra revela un problema de salud pública de dimensiones globales que afecta especialmente a pacientes con diabetes tipo 2 y que expone a millones de individuos a complicaciones graves sin recibir diagnóstico ni tratamiento.
El avance fue descrito en un artículo publicado en la revista The Lancet Diabetes & Endocrinology, a partir de un análisis masivo de datos obtenidos en 204 países entre los años 2000 y 2023. El estudio, realizado por investigadores de la University of Washington School of Medicine, se centra en la magnitud del desconocimiento sobre la propia condición médica de millones de pacientes y en las profundas desigualdades entre regiones ricas y pobres.
Los autores explican que el problema no solo radica en la falta de diagnóstico, sino también en las dificultades para mantener la enfermedad bajo control incluso en los casos en los que sí existe tratamiento. La situación se torna más preocupante cuando se consideran los efectos acumulativos de la diabetes mal gestionada, que van desde complicaciones cardiovasculares hasta amputaciones.
Desigualdades regionales marcan la diferencia
La investigación muestra que las brechas regionales en el diagnóstico y tratamiento de la diabetes son enormes. En países con economías desarrolladas, como los de Europa Occidental, Estados Unidos o Canadá, el nivel de diagnóstico es elevado. Según el estudio, en Norteamérica el 83 % de los pacientes ya sabe que padece la enfermedad, mientras que en Europa Occidental la cifra llega al 78 %. En el sur de América Latina, el 80 % de los casos están identificados.
Sin embargo, esas cifras aún implican que cerca de una de cada cinco personas en países con alto acceso a la salud desconoce su diagnóstico. El panorama es mucho más sombrío en las naciones con menos recursos. En África subsahariana central, por ejemplo, apenas el 16 % de los pacientes está diagnosticado. Esto significa que más del 80 % de quienes padecen diabetes en esa región ni siquiera saben que la tienen, lo que los expone a sufrir daños irreversibles antes de acceder a atención médica.
Los investigadores subrayan que este desfase no es casualidad, sino que responde a la desigualdad en la infraestructura sanitaria y a la falta de programas de detección temprana. “En los países con más recursos, las pruebas de detección son más accesibles y la atención médica más continua, mientras que en los países más pobres la gente a menudo no puede permitirse una simple prueba de glucosa en sangre”, advirtieron.
Tratamiento insuficiente, incluso tras el diagnóstico
Un hallazgo clave del estudio es que ser diagnosticado no garantiza recibir tratamiento. En los países de ingresos altos, la mayoría de los pacientes identificados inicia rápidamente un plan terapéutico. En cambio, en regiones empobrecidas el acceso a medicación es mucho más limitado. En el África central, solo el 69 % de los pacientes diagnosticados recibe fármacos para controlar su glucosa.
Esa disparidad responde, en gran medida, a la falta de sistemas públicos de salud robustos y a la elevada dependencia de los costos directos que deben afrontar los pacientes. En contextos donde las familias deben elegir entre alimentos o medicinas, la continuidad del tratamiento suele interrumpirse.
Los autores señalan que las deficiencias en el acceso a la medicación y la educación sanitaria perpetúan un círculo vicioso en el que el diagnóstico tardío se combina con la imposibilidad de mantener el tratamiento de manera adecuada.
El control de la enfermedad: un reto global
Incluso entre los pacientes que acceden a tratamiento, la diabetes continúa siendo difícil de manejar. De acuerdo con el estudio, apenas el 42 % de las personas bajo tratamiento logra mantener niveles de glucosa estables. Esto implica que, en términos globales, solo un 21 % del total de los pacientes con diabetes tiene realmente la enfermedad bajo control.
El hallazgo es especialmente preocupante porque significa que más de tres cuartas partes de los pacientes están en riesgo de sufrir complicaciones graves a lo largo de su vida, aunque cuenten con diagnóstico y medicación. Los investigadores explican que controlar la glucosa no solo depende de la prescripción de fármacos, sino también de cambios en el estilo de vida, educación alimentaria y seguimiento médico constante, factores que son muy desiguales entre regiones y entre grupos socioeconómicos.
Jóvenes adultos, un grupo particularmente vulnerable
Uno de los aspectos más alarmantes que revela la investigación es el bajo nivel de diagnóstico entre los jóvenes de entre 15 y 39 años. Apenas un 26 % de las personas de este grupo etario con diabetes sabe que padece la enfermedad.
Esto es especialmente grave porque los daños de la diabetes se acumulan con el tiempo. Si un paciente joven permanece sin tratamiento durante años, las consecuencias en su salud se multiplican. “Cuando la enfermedad no se controla, afecta los vasos sanguíneos y órganos vitales, lo que puede desencadenar complicaciones como insuficiencia renal, ceguera, enfermedades cardíacas o incluso amputaciones”, señalaron los autores del estudio.
La falta de diagnóstico temprano en personas jóvenes suele estar relacionada con que los síntomas se confunden con otros problemas más comunes en la adolescencia o la adultez temprana, como el cansancio por estudios o trabajo, el estrés o la falta de sueño. A eso se suma que los profesionales de salud, en muchos casos, no sospechan diabetes tipo 2 en jóvenes y no solicitan pruebas específicas.
Avances y metas globales aún lejanas
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha fijado como meta que, para 2030, el 80 % de los pacientes diabéticos en el mundo conozca su diagnóstico. Hoy la cifra apenas alcanza el 56 %, lo que pone en duda que el objetivo se logre en el plazo previsto.
Es cierto que ha habido progresos en las últimas décadas. En el año 2000, solo el 47 % de los casos estaba identificado. Sin embargo, el avance ha sido demasiado lento frente al crecimiento acelerado de la enfermedad. Actualmente se estima que 830 millones de personas en el mundo viven con diabetes, una cifra cuatro veces mayor que la registrada en 1990. Según proyecciones de la OMS, en 2050 este número podría ascender a 1300 millones.
Estas tendencias revelan que el desafío no solo está en aumentar los diagnósticos, sino en controlar el ritmo de crecimiento de la enfermedad y garantizar una respuesta sanitaria acorde a la magnitud del problema.
Por qué la diabetes sigue pasando desapercibida
La explicación de por qué tantos casos permanecen sin diagnosticar se encuentra en la naturaleza misma de la diabetes tipo 2. Se trata de una enfermedad silenciosa que suele avanzar lentamente y cuyos síntomas iniciales pueden confundirse fácilmente con otras causas.
El cansancio, la sed excesiva o la necesidad frecuente de orinar, que son señales de alerta, suelen atribuirse al estrés, la falta de descanso o la edad. En contextos de baja educación sanitaria, estas señales rara vez motivan una consulta médica. A ello se suma la falta de acceso a pruebas de glucosa en países en desarrollo, donde incluso exámenes simples resultan costosos.
Los especialistas explican que también existe un componente de miedo: algunas personas evitan acudir a chequeos por temor a recibir un diagnóstico de por vida. En contraste, en el caso de la diabetes tipo 1 —que suele aparecer en edades tempranas y con síntomas más agudos— los diagnósticos suelen realizarse más rápidamente porque la ausencia de insulina en el cuerpo provoca complicaciones inmediatas.
Acciones urgentes para cambiar el panorama
Los investigadores de la University of Washington School of Medicine insisten en que es necesario reforzar las políticas de detección y prevención. En su análisis recomiendan priorizar a los grupos de mayor riesgo, como las personas con obesidad, hipertensión arterial o antecedentes familiares de diabetes.
Asimismo, advierten que los jóvenes adultos deben recibir mayor atención en los programas de salud pública, ya que son un grupo especialmente vulnerable y muchas veces desatendido. Una propuesta concreta es aprovechar la tecnología para acercar los controles a la población, como aplicaciones móviles capaces de monitorear niveles de glucosa o dispositivos accesibles que permitan pruebas rápidas fuera de los hospitales.
Otra de las prioridades es aumentar la concienciación sobre factores de riesgo relacionados con los estilos de vida, como el sedentarismo o la alimentación poco saludable. “No basta con tratar la enfermedad una vez diagnosticada; necesitamos actuar sobre las causas y enseñar a las personas a identificar los síntomas y buscar atención temprana”, afirmaron los autores.
Finalmente, el estudio plantea que la equidad debe ser el eje central de las políticas globales contra la diabetes. Garantizar que las pruebas diagnósticas y los medicamentos estén disponibles a bajo costo en todas las regiones del mundo sería, según los investigadores, un paso crucial para revertir las alarmantes cifras.
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