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No todos los dinosaurios carnívoros tenían una mordida poderosa, revela un nuevo estudio
jueves, agosto 07, 2025

No todos los dinosaurios carnívoros tenían una mordida poderosa, revela un nuevo estudio

Ilustración realista de un Tyrannosaurus rex mostrando sus potentes mandíbulas abiertas en un entorno prehistórico.

Un reciente estudio paleontológico reveló que, contrario a la creencia popular, no todos los dinosaurios carnívoros poseían mandíbulas diseñadas para triturar huesos. Algunos de los depredadores más imponentes de la era mesozoica desarrollaron estrategias muy diferentes para alimentarse, como desgarrar carne en lugar de aplastar presas.

Aunque el Tyrannosaurus rex se ha consolidado en el imaginario colectivo como el depredador más temido de todos los tiempos, con una mordida tan potente como para pulverizar huesos, una nueva investigación ha demostrado que esta característica era más una excepción que una regla entre los grandes dinosaurios carnívoros. Investigadores de la Universidad de Bristol y otras instituciones han identificado importantes diferencias en la biomecánica craneal de 18 especies de dinosaurios terópodos, revelando una sorprendente variedad en las formas de capturar y consumir presas.

Este hallazgo no solo ofrece una nueva perspectiva sobre la diversidad ecológica de los ecosistemas mesozoicos, sino que también reconfigura lo que se sabía sobre la evolución de estos grandes depredadores, al mostrar que la eficiencia para cazar no siempre se traduce en una mordida devastadora.

Un estudio biomecánico de los cráneos de 18 dinosaurios terópodos

Los resultados del estudio, publicados en la revista Current Biology, se obtuvieron tras el análisis detallado de cráneos fosilizados de grandes dinosaurios carnívoros, entre ellos el Tyrannosaurus rex, el Allosaurus y el Spinosaurus. A través de escaneos digitales en 3D mediante tomografías computarizadas (CT scans), los científicos evaluaron cómo la estructura ósea de los cráneos influía en la forma de alimentarse de estos animales.

“Los dinosaurios carnívoros tomaron caminos evolutivos muy distintos al convertirse en gigantes, tanto en términos de biomecánica alimentaria como de posibles comportamientos”, explicó Andre J. Rowe, investigador principal del estudio y paleontólogo de la Universidad de Bristol, en declaraciones recogidas por EurekAlert.

El equipo, en el que también participó la profesora Emily Rayfield, experta en biomecánica evolutiva, analizó las fuerzas y tensiones a las que se sometía cada cráneo durante la mordida. Así, pudieron comparar no solo la potencia de la mordida de cada especie, sino también los patrones de movimiento y deformación durante el acto de alimentarse.

Mordidas poderosas y técnicas de corte: dos estilos muy distintos

El análisis reveló que los dinosaurios carnívoros no compartían una única estrategia para atrapar y consumir presas. El Tyrannosaurus rex, por ejemplo, contaba con una mordida extremadamente fuerte, comparable a la de los cocodrilos actuales, y estaba capacitado para triturar huesos de manera similar a una hiena. Su cráneo robusto y musculoso permitía aplicar una presión masiva, lo que le daba una ventaja letal sobre muchas de sus presas.

Por el contrario, dinosaurios como el Allosaurus y el Spinosaurus presentaban cráneos más livianos y una fuerza de mordida considerablemente menor. Sin embargo, eso no los hacía menos eficaces como depredadores. En lugar de aplastar, estos dinosaurios estaban adaptados para cortar y desgarrar grandes porciones de carne con rapidez. “Me gusta comparar al Allosaurus con el dragón de Komodo, por su forma de alimentarse”, comentó Rowe.

Estas diferencias sugieren que las diversas especies de terópodos pudieron coexistir en los mismos ecosistemas sin competir directamente entre sí por alimento, ya que cada una ocupaba un nicho alimentario específico. Mientras unos se especializaban en consumir presas grandes y romper huesos, otros se enfocaban en cortar carne o en cazar presas más ágiles y de menor tamaño.

El efecto de caminar en dos patas sobre la evolución del cráneo

Uno de los objetivos clave del estudio era investigar cómo el hecho de que estos dinosaurios caminaran en dos patas (ser bípedos) afectó la evolución de sus cráneos y estrategias alimentarias. Los investigadores consideraron que la locomoción bípeda influye directamente en el modo de captura y procesamiento de alimento, dado que los miembros delanteros ya no cumplen funciones de sujeción o manipulación, como ocurre en muchos animales cuadrúpedos modernos.

En consecuencia, la evolución del cráneo y las mandíbulas en los terópodos se vio condicionada por la necesidad de realizar la captura y procesamiento de presas casi exclusivamente con la cabeza. Esto derivó en una diversidad estructural y funcional notable, que se refleja en las distintas morfologías craneales observadas.

“El bipedalismo limitó en parte la forma en que estos depredadores interactuaban con sus presas, por lo que el cráneo y las mandíbulas tuvieron que adaptarse para cumplir múltiples funciones al mismo tiempo: detectar, sujetar, matar y procesar”, explicó Rowe.

Diversidad evolutiva entre gigantes

A pesar de compartir tamaños similares y estilos de vida depredadores, los terópodos gigantes desarrollaron soluciones evolutivas diferentes para la misma necesidad: alimentarse eficazmente. Esto refuerza la idea de que no existe una única “mejor” forma de ser un superdepredador. La presión evolutiva no generó una estructura craneal universalmente dominante, sino múltiples soluciones biomecánicas viables.

“No hay un diseño perfecto para un cráneo de dinosaurio carnívoro gigante”, sostuvo Rowe. “Lo que este estudio demuestra es que existieron muchas formas exitosas de ser un depredador en ese tiempo. Algunos destrozaban huesos, otros preferían cortes rápidos y precisos”.

Esta diversidad de estrategias también abre nuevas vías para comprender los ecosistemas del Mesozoico, donde múltiples especies de depredadores podían coexistir sin eliminarse mutuamente por competencia directa.

Implicancias para la paleontología moderna

Más allá de los fascinantes detalles anatómicos, este trabajo tiene importantes implicancias para la forma en que los paleontólogos interpretan los fósiles. Hasta ahora, la mayoría de las reconstrucciones de depredadores mesozoicos se basaban en el modelo del Tyrannosaurus rex, como si todos los grandes carnívoros compartieran una biomecánica similar. Sin embargo, los nuevos hallazgos obligan a revisar esa concepción.

Los investigadores destacan que los análisis digitales en 3D y los modelos biomecánicos permiten hoy en día obtener resultados más precisos sobre la funcionalidad de estructuras extintas. Esto contribuye a crear representaciones más realistas de cómo vivían y se comportaban los dinosaurios, y evita generalizaciones inexactas basadas en una sola especie.

La investigación también enfatiza que es necesario observar más allá de la fuerza de mordida para entender a un depredador. Factores como la forma de la mandíbula, la disposición de los músculos, la movilidad del cráneo y el contexto ecológico juegan un rol igual o más importante en la supervivencia y el éxito evolutivo.

Un nuevo enfoque sobre los depredadores del pasado

Lejos de una imagen uniforme de dinosaurios carnívoros con mandíbulas aplastantes y dientes del tamaño de cuchillos, esta investigación presenta un panorama mucho más diverso y matizado. Los gigantes carnívoros del Mesozoico no eran copias unos de otros; más bien, eran especialistas adaptados a distintos nichos, con técnicas únicas para cazar y alimentarse.

Este enfoque más detallado sobre la biomecánica craneal no solo enriquece el conocimiento paleontológico, sino que también ayuda a entender cómo funciona la evolución en contextos ecológicos complejos. Al igual que ocurre con los depredadores actuales —como los felinos, los lobos o los cocodrilos—, los dinosaurios carnívoros del pasado desarrollaron una variedad de adaptaciones para sobrevivir en su entorno.

La coexistencia de especies como T. rex, Spinosaurus y Allosaurus, cada una con su propia “estrategia de alimentación”, sugiere que la selección natural favoreció la especialización más que la supremacía absoluta. En otras palabras, no fue el más fuerte quien siempre prevaleció, sino el que mejor supo aprovechar un recurso específico sin competir directamente con los demás.

Fuente: Rowe, A. J., & Rayfield, E. J. (2025). Carnivorous dinosaur lineages adopt different skull performances at gigantic size. Current Biology, 35(15), 3664–3673.e3. https://doi.org/10.1016/j.cub.2025.06.051

Fuente: Rowe, A. J., & Rayfield, E. J. (2025, 4 de agosto). Gigantic, meat‑eating dinosaurs didn’t all have strong bites [Comunicado de prensa]. EurekAlert! https://www.eurekalert.org/news-releases/1092230

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