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Tener una mascota no garantiza bienestar emocional: un estudio desmonta el “efecto mascota” durante la pandemia
viernes, julio 04, 2025

Tener una mascota no garantiza bienestar emocional: un estudio desmonta el “efecto mascota” durante la pandemia

Persona sentada en casa junto a sus perros durante la pandemia, reflejando compañía pero sin mostrar una conexión emocional profunda.

Durante la pandemia de COVID-19, miles de personas en todo el mundo tomaron una decisión impulsiva: adoptar una mascota. La idea era clara y ampliamente compartida en redes sociales y medios de comunicación: un perro o un gato podrían combatir la soledad, reducir el estrés y aportar compañía en tiempos de encierro. Sin embargo, una nueva investigación dirigida por la Universidad Eötvös Loránd, en Hungría, ha llegado a una conclusión inesperada y contundente: tener una mascota no hace más feliz a la gente. Al menos, no a la mayoría.

Esta afirmación se basa en un análisis detallado realizado durante los momentos más duros del confinamiento. Los investigadores analizaron los cambios en el bienestar de personas que adoptaron o perdieron una mascota en medio de la crisis sanitaria, y los resultados contradicen la creencia popular sobre el llamado efecto mascota. Lejos de ofrecer beneficios duraderos, las mascotas apenas influyeron en los niveles de satisfacción, tranquilidad o energía de sus dueños, incluso en un contexto de aislamiento extremo.

En los primeros párrafos del estudio publicado en Scientific Reports, los autores plantean que, aunque numerosas investigaciones han sugerido que tener un animal de compañía puede mejorar la salud mental, los datos realmente sólidos son escasos. Gracias a las condiciones únicas creadas por la pandemia, este estudio logró recoger información en tiempo real sobre cómo afecta la llegada o pérdida de una mascota al bienestar emocional. Y los hallazgos invitan a reconsiderar muchas suposiciones arraigadas.

Un efecto fugaz que se disipa rápido

Durante el año 2020, en plena crisis sanitaria global, cerca de 3000 personas en Hungría participaron en un estudio longitudinal que evaluaba su bienestar en tres momentos diferentes. A lo largo del estudio, 65 de ellas adquirieron una mascota y 75 perdieron una. Esta variación permitió a los investigadores analizar directamente los cambios en el estado emocional de los participantes ante la presencia o ausencia de un animal de compañía.

“Observamos que las personas que adquirieron una mascota se sintieron más felices durante un breve periodo de tiempo”, explicó la investigadora principal Enikő Kubinyi, etóloga y profesora de la Universidad Eötvös Loránd. Sin embargo, ese aumento en el bienestar no se mantuvo. “A largo plazo, sus niveles de satisfacción, calma y actividad disminuyeron”.

Del mismo modo, aquellos que perdieron a su mascota no experimentaron un descenso significativo en su bienestar emocional. Este hallazgo sugiere que, en contra de lo que muchos piensan, la presencia o ausencia de un animal no necesariamente transforma el estado emocional de su dueño de forma notable o duradera.

La soledad no desaparece con un perro

Uno de los datos más reveladores del estudio tiene que ver con la sensación de soledad. “Lo que más me sorprendió”, confesó Judit Mokos, coautora del estudio y especialista en ciencia de datos, “fue que tener una nueva mascota no tuvo impacto alguno en la percepción de soledad de los participantes”. Mokos destacó que este hallazgo es especialmente relevante porque durante mucho tiempo se ha promovido la idea de que un perro o un gato puede ser la solución para las personas que viven solas, especialmente adultos mayores.

“En cambio, descubrimos que los nuevos propietarios de mascotas se sentían incluso más ansiosos”, añadió Mokos. Este dato contradice directamente el mensaje que durante años han difundido campañas de adopción animal y marcas comerciales de productos para mascotas, que presentan a los animales como una fuente de consuelo universal.

Una relación débil con el animal

Ádám Miklósi, fundador del Departamento de Etología de la Universidad Eötvös Loránd y uno de los impulsores del estudio, hizo una observación clave: “Rara vez tenemos acceso a datos sobre personas que adquieren una mascota sin ser grandes amantes de los animales”. Normalmente, los estudios se centran en quienes ya tienen un fuerte vínculo emocional con los animales. En este caso, los datos mostraron algo muy distinto.

“La mayoría de personas que convivían con una mascota no eran las principales encargadas de su cuidado y no desarrollaron una conexión emocional significativa”, explicó Miklósi. Esta falta de vínculo podría explicar por qué no se observó un impacto emocional positivo duradero. Según los autores, muchas decisiones de adopción durante la pandemia fueron impulsivas y poco reflexionadas, producto del estrés del confinamiento más que de un deseo genuino por tener una mascota.

Kubinyi fue tajante: “Según nuestros datos, la mayoría de personas que viven con una mascota no experimentan un ‘efecto mascota’ duradero. Tampoco forjan una relación sólida con el animal”. Esto sugiere que el simple hecho de tener un perro o un gato no es garantía de apoyo emocional, especialmente si la decisión de adoptarlo no proviene de un compromiso profundo con el bienestar del animal.

Críticas a la narrativa comercial y social

El estudio plantea importantes cuestionamientos a las narrativas promovidas por refugios de animales, marcas de alimentos para mascotas y medios de comunicación, que desde hace años presentan a los animales de compañía como remedios para los males modernos: estrés, ansiedad, aislamiento. Según los autores, esta visión puede resultar engañosa y, en algunos casos, perjudicial.

En particular, durante la pandemia hubo un aumento global en la adopción de mascotas. Pero también se registró, poco tiempo después, un repunte en los abandonos, ya que muchas personas descubrieron que cuidar de un animal implica responsabilidades y retos que no estaban preparadas para asumir. El estudio húngaro sugiere que parte de esta tendencia puede explicarse debido a que las personas esperaban beneficios emocionales que nunca llegaron a materializarse.

Aunque el estudio tiene limitaciones —como el reducido número de personas que ganaron o perdieron mascotas durante el seguimiento, y la falta de diferenciación entre tipos de animales—, sus conclusiones invitan a revisar críticamente la forma en que la sociedad valora a los animales de compañía.

Un llamado a la reflexión y la responsabilidad

Los investigadores señalan que su trabajo no debe interpretarse como una crítica al amor por los animales o a la tenencia responsable. “Es muy probable que existan grupos específicos que sí se beneficien emocionalmente de tener una mascota”, admite Kubinyi. Personas mayores que viven solas o apasionados defensores de los derechos animales podrían encontrar en sus mascotas una fuente real y duradera de compañía y consuelo.

No obstante, para la mayoría de las personas, y especialmente aquellas que adoptan un animal por impulso o por presión social, la presencia de una mascota no representa un cambio sustancial en su bienestar emocional. Como enfatiza el estudio, la calidad de la relación humano-animal es un factor determinante. Sin un vínculo sólido, tener una mascota podría ser emocionalmente neutro —o incluso negativo— en situaciones de estrés.

En tiempos en que la salud mental es un tema prioritario a nivel global, este tipo de investigaciones ayudan a desmitificar conceptos populares y a promover decisiones más informadas y responsables. Como concluye Enikő Kubinyi: “La mayoría de personas parecen no cambiar emocionalmente por convivir con un animal”. Un dato que, aunque incómodo, es necesario considerar antes de asumir que un perro o un gato resolverá nuestras carencias afectivas.

Fuente: Mokos, J., Kubinyi, E., Ujfalussy, D.J. et al. Short-term effects of pet acquisition and loss on well-being in an unbiased sample during the COVID-19 pandemic. Sci Rep 15, 20267 (2025). https://doi.org/10.1038/s41598-025-06987-7

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