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La pandemia aceleró el envejecimiento cerebral incluso en personas que nunca tuvieron COVID-19, revela estudio británico
miércoles, julio 30, 2025

La pandemia aceleró el envejecimiento cerebral incluso en personas que nunca tuvieron COVID-19, revela estudio británico

Doctor observa en pantalla resonancias magnéticas cerebrales con signos de envejecimiento detectados tras la pandemia de COVID-19.

Un nuevo estudio realizado en Reino Unido reveló que la pandemia de COVID-19 dejó efectos físicos en el cerebro de las personas, incluso en aquellas que nunca se contagiaron del virus. La investigación, que analizó escáneres cerebrales de casi mil adultos sanos antes y después de la pandemia, encontró signos de un envejecimiento cerebral acelerado como resultado del estrés, la incertidumbre y el aislamiento social derivados de la crisis sanitaria global.

Durante la pandemia, la atención pública se centró principalmente en los impactos respiratorios del SARS-CoV-2 y en las medidas sanitarias para contener su propagación. Sin embargo, científicos de la Universidad de Nottingham, en colaboración con la base de datos biomédica UK Biobank, descubrieron que las consecuencias de esta emergencia sanitaria alcanzaron niveles mucho más profundos, afectando estructuras clave del cerebro incluso en quienes nunca se infectaron.

En los últimos años, diversos estudios han intentado comprender cómo los grandes eventos sociales impactan en la salud mental de las personas. Pero esta nueva investigación va más allá: demuestra que dichos eventos pueden dejar huellas físicas duraderas en el cerebro, alterando su envejecimiento natural. El equipo británico examinó escáneres cerebrales de 977 participantes sanos, tomados antes y después de la pandemia, y utilizó inteligencia artificial para detectar cambios sutiles en la estructura cerebral.

Los resultados fueron sorprendentes. A pesar de no haber contraído el virus, muchos participantes presentaban signos de que sus cerebros habían envejecido de forma más acelerada de lo esperado. Este fenómeno fue más pronunciado en personas mayores, hombres y quienes pertenecen a grupos socioeconómicamente vulnerables.

Cambios en el cerebro sin necesidad de infección

El estudio, publicado en la revista Nature Communications, se basó en la medición de la “edad cerebral” de los participantes, un indicador desarrollado mediante modelos de aprendizaje automático que evalúan cómo luce un cerebro en comparación con el promedio esperado para una determinada edad cronológica. Esta métrica se estableció analizando más de 15 000 escáneres cerebrales previos de personas sanas.

El Dr. Ali-Reza Mohammadi-Nejad, autor principal del estudio, explicó que la aceleración del envejecimiento cerebral no se puede atribuir directamente a la infección por COVID-19. “Nos sorprendió encontrar evidencias tan claras de envejecimiento cerebral incluso en individuos que nunca se infectaron. Esto demuestra que las circunstancias mismas de la pandemia, como la soledad, el estrés crónico y la pérdida de estructura en la vida cotidiana, tienen un profundo impacto en nuestro cerebro”, afirmó el investigador.

Los cambios detectados incluyeron reducciones en el volumen de ciertas regiones cerebrales y alteraciones en la conectividad entre distintas áreas del cerebro, especialmente aquellas vinculadas al procesamiento emocional y la toma de decisiones.

Afectaciones cognitivas en personas que sí tuvieron COVID-19

El estudio también encontró diferencias en las personas que sí se contagiaron de COVID-19 entre los dos escaneos. En estos casos, además del envejecimiento cerebral, se observaron déficits cognitivos más marcados, en particular una disminución en la velocidad de procesamiento de información y en la flexibilidad mental, es decir, la capacidad para adaptarse a nuevas tareas o cambiar de estrategia cuando es necesario.

No obstante, la coautora Dorothee P. Auer aclaró que estos cambios no deben interpretarse necesariamente como daños permanentes. “Es posible que estos efectos sean reversibles con el tiempo. La plasticidad cerebral nos da esperanzas de que, con las condiciones adecuadas, como descanso suficiente, estimulación cognitiva y una vida social activa, el cerebro pueda recuperar parte de su funcionalidad”, sostuvo.

La pandemia como evento traumático global

Uno de los hallazgos más reveladores del estudio es que la pandemia, más allá de su dimensión sanitaria, funcionó como un evento traumático global capaz de alterar la biología cerebral a gran escala. Aunque los individuos no hayan sufrido directamente la enfermedad, el entorno social cambiante y la constante incertidumbre ejercieron una presión significativa sobre la salud mental colectiva.

Stamatios Sotiropoulos, otro de los investigadores del equipo, explicó que fue gracias a los datos únicos del UK Biobank que se pudo realizar este análisis con tal nivel de detalle. “Por primera vez, pudimos observar cómo un evento social a gran escala como la pandemia tiene efectos detectables en imágenes por resonancia magnética. Esto es algo sin precedentes”, declaró.

Los investigadores sugieren que eventos similares, como crisis económicas, conflictos bélicos o desastres naturales, podrían tener efectos parecidos sobre el cerebro humano, aunque se necesitarán más estudios para confirmarlo.

Grupos más afectados: mayores, hombres y personas en situación vulnerable

El análisis también evidenció que ciertos grupos de población fueron más susceptibles a los efectos neurológicos de la pandemia. En particular, las personas mayores, los hombres y quienes viven en condiciones socioeconómicas precarias mostraron una mayor aceleración del envejecimiento cerebral.

Estos hallazgos plantean interrogantes importantes sobre la resiliencia neurológica de ciertos sectores de la población y refuerzan la necesidad de políticas públicas orientadas a la protección de la salud mental, especialmente en tiempos de crisis.

“La forma en que vivimos nuestras vidas —la cantidad de contacto social, la estabilidad financiera, el acceso a la atención médica y la sensación de control sobre el entorno— influye profundamente en el funcionamiento del cerebro”, explicó Mohammadi-Nejad. “Y la pandemia alteró todas esas variables al mismo tiempo”.

¿Se puede revertir el envejecimiento cerebral inducido por el estrés?

Aunque la perspectiva de un envejecimiento cerebral inducido por estrés puede parecer desalentadora, los autores del estudio se muestran cautelosamente optimistas. El cerebro humano tiene una capacidad notable de adaptación, conocida como neuroplasticidad, que le permite reorganizarse en respuesta a experiencias y estímulos.

Auer enfatizó que uno de los próximos pasos de la investigación será observar cómo evolucionan estos cambios cerebrales con el tiempo y si pueden revertirse con intervenciones adecuadas. Entre las estrategias posibles se encuentran programas de apoyo psicológico, actividades físicas regulares, interacción social sostenida y prácticas de meditación o mindfulness.

“Todavía no sabemos si estos cambios serán duraderos o si desaparecerán a medida que las personas vuelvan a una vida más estable. Pero lo importante es que ahora entendemos que nuestro entorno y nuestras experiencias pueden modificar físicamente el cerebro, lo que subraya la importancia de cuidar nuestra salud mental incluso en ausencia de enfermedad física”, puntualizó Auer.

Lecciones para el futuro: salud mental como prioridad

El estudio británico lanza un mensaje contundente a responsables políticos, profesionales de la salud y al público en general: la salud mental no es un lujo, sino un componente esencial del bienestar integral, que debe protegerse antes, durante y después de cualquier crisis.

Mientras el mundo se adapta a una “nueva normalidad”, el legado neurológico de la pandemia persiste como un recordatorio de la vulnerabilidad del ser humano ante eventos disruptivos. Los hallazgos de la Universidad de Nottingham abren un nuevo campo de investigación sobre cómo las experiencias colectivas influyen en la fisiología cerebral y cómo podemos diseñar entornos más resilientes para el futuro.

En un mundo donde las amenazas globales, desde el cambio climático hasta nuevas pandemias, siguen presentes, este tipo de estudios se convierten en una brújula para prevenir no solo enfermedades físicas, sino también el deterioro mental silencioso que podría acompañarlas.

Como concluye Mohammadi-Nejad: “Es hora de reconocer que el cerebro no solo envejece por el paso del tiempo o por la enfermedad, sino también por la vida que llevamos. Y eso nos da tanto una advertencia como una oportunidad para actuar”.

Fuente: Mohammadi-Nejad, AR., Craig, M., Cox, E.F. et al. Accelerated brain ageing during the COVID-19 pandemic. Nat Commun 16, 6411 (2025). https://doi.org/10.1038/s41467-025-61033-4

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