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Tu jardín podría estar lleno de animales venenosos, según un nuevo estudio
miércoles, junio 25, 2025

Tu jardín podría estar lleno de animales venenosos, según un nuevo estudio

Primer plano de unos pulgones en un tallo verde, símbolo de la fauna venenosa en jardines según un nuevo estudio.

Aunque solemos pensar en serpientes o escorpiones al hablar de animales venenosos, un nuevo estudio plantea que especies comunes en nuestros jardines, como babosas, chinches o pulgones, también deberían considerarse venenosas.

Un nuevo y provocador estudio sugiere que muchas de las criaturas que habitan nuestros jardines —desde babosas hasta pulgones y chinches— podrían pertenecer al grupo de los animales venenosos. Esta conclusión surge no de un cambio en la biología de estas especies, sino de una redefinición del concepto mismo de “veneno”, propuesta por un equipo internacional de investigadores liderado por el biólogo evolutivo Ronald Jenner, del Museo de Historia Natural de Londres.

Según los científicos, si se adopta esta nueva definición, el número de especies consideradas venenosas en el mundo se dispararía en decenas de miles. “Cuando pensamos en animales venenosos, lo primero que nos viene a la mente son las serpientes, escorpiones o algunas ranas tropicales”, afirma Jenner. “Pero esta visión es demasiado limitada. Nuestro jardín puede ser un ecosistema repleto de especies que utilizan toxinas para interactuar con su entorno de formas sorprendentemente sofisticadas.”

Redefiniendo el veneno

La clave de esta nueva perspectiva radica en la forma en que se define el veneno. Tradicionalmente, el veneno ha estado asociado con animales que lo usan para matar presas o defenderse de depredadores. Sin embargo, esta visión deja fuera a muchos organismos que, aunque no causan la muerte, sí introducen compuestos bioactivos en sus víctimas para manipular su fisiología.

Un ejemplo clásico de esta controversia es el de los mosquitos. En 2009, un estudio ya propuso que estos insectos deberían considerarse venenosos porque, al picar, introducen sustancias que reducen el dolor, inhiben la coagulación sanguínea y suprimen la respuesta inmunitaria. Según los investigadores, estos efectos fisiológicos encajan perfectamente en una definición más amplia de veneno. Jenner retoma esa idea y va más allá: “Lo que hace el aparato bucal de un mosquito al inyectar su saliva tiene una función muy similar a lo que hace el veneno de una víbora al atacar a su presa”.

Una nueva mirada sobre los “fitófagos”

Con esta redefinición, Jenner y sus colegas decidieron observar a una amplia clase de insectos conocida como fitófagos, o chupadores de savia. Este grupo incluye a pulgones, cigarras, psílidos y chinches, muchos de los cuales son habitantes comunes de los jardines en todo el mundo. Estos insectos se alimentan perforando las plantas para absorber su savia, pero en el proceso también inyectan saliva con compuestos que debilitan el sistema inmunológico de la planta y facilitan la alimentación.

“Lo que es fascinante aquí es que estas sustancias salivales no son pasivas; están diseñadas para modificar la biología de otro organismo vivo en beneficio del insecto”, explica Jenner. En esencia, son toxinas funcionales, y eso las hace comparables al veneno, aunque sus efectos no sean letales. Solo en este grupo de fitófagos se estiman más de 80 000 especies, lo que podría duplicar o triplicar el número conocido de animales venenosos si se adopta esta nueva visión.

Veneno en las babosas… y en el sexo

El estudio también arroja luz sobre otros organismos insospechados, como las babosas y caracoles de jardín. Aunque suelen parecer inofensivos, algunas especies utilizan toxinas en un contexto completamente distinto: el apareamiento. Durante la cópula, ciertas babosas introducen compuestos en sus parejas que alteran su comportamiento reproductivo y aumentan las probabilidades de fertilización del donante.

“Si un organismo manipula activamente a otro organismo vivo mediante una inyección de toxinas para maximizar su éxito reproductivo, estamos claramente dentro del terreno del veneno”, subraya Jenner. Esta perspectiva conecta la toxicología con disciplinas aparentemente alejadas, como la biología reproductiva y la ecología de plantas e insectos.

De lo letal a lo funcional

La propuesta de Jenner es parte de un esfuerzo por armonizar las definiciones científicas y fomentar una comprensión más integrada del veneno como herramienta biológica. En lugar de enfocarse solo en su letalidad, la nueva definición se basa en su funcionalidad: cualquier sustancia producida por un organismo y entregada a otro para modificar su fisiología con fines beneficiosos para el primero podría considerarse veneno.

Esta visión funcional abre la puerta a la inclusión de numerosos tipos de interacción ecológica y evolutiva. Desde la picadura de un mosquito hasta la alimentación de una chinche sobre una hoja de tomate, pasando por los compuestos amorosos de una babosa, todo podría caber dentro del mismo concepto.

“Este es uno de esos casos en los que una idea parece obvia en retrospectiva, pero que nadie consideraba hasta que alguien la formuló de manera clara”, señala Jenner. “Si aceptamos esta definición más amplia, el panorama de los animales venenosos cambia radicalmente. Ya no serían un grupo exótico y reducido, sino una presencia cotidiana en nuestros jardines, parques y balcones.”

Implicancias para la ciencia y la sociedad

Más allá del impacto académico, esta redefinición podría tener implicancias prácticas en áreas como la agricultura, la medicina y la conservación. Comprender que organismos como los pulgones o chinches usan compuestos bioactivos similares al veneno permite investigarlos desde una nueva óptica. Por ejemplo, estos compuestos podrían convertirse en modelos para el desarrollo de nuevos fármacos, pesticidas selectivos o herramientas biotecnológicas.

También plantea preguntas sobre cómo educamos al público sobre la naturaleza y cómo clasificamos los riesgos. Jenner no sugiere que debamos temer a los pulgones o evitar los jardines, sino que debemos comprender mejor las complejas interacciones que ocurren en estos entornos aparentemente tranquilos. “Es una cuestión de apreciación, no de alarma”, apunta.

Diálogo interdisciplinario en puerta

Uno de los objetivos de Jenner es abrir un diálogo entre disciplinas que hasta ahora han trabajado por separado. “Me encantaría sentar en la misma mesa a expertos en conflictos sexuales, ecólogos de plantas e insectos, y toxicólogos clásicos. Todos estudian interacciones mediadas por compuestos químicos, pero con terminologías y marcos distintos.”

Este tipo de colaboración, sostiene, podría revelar patrones comunes en la evolución del uso de toxinas, así como diferencias fundamentales en sus mecanismos de acción. También podría fomentar una taxonomía más coherente y facilitar el descubrimiento de nuevas propiedades en sustancias conocidas.

Por ahora, la comunidad científica aún debe debatir esta nueva definición y su aplicabilidad. Pero Jenner confía en que, al menos, ha sembrado una semilla para repensar lo que realmente significa “ser venenoso”.

“Es muy probable que esta discusión continúe en congresos, publicaciones y laboratorios”, anticipa. “Y eso está bien. La ciencia avanza cuando cuestionamos nuestras suposiciones básicas. ¿Qué mejor lugar para empezar que nuestro propio jardín?”

Fuente: Jenner, R. A., Casewell, N. R., & Undheim, E. A. B. (2025). What is animal venom? Rethinking a manipulative weapon. Trends in Ecology & Evolution. https://doi.org/10.1016/j.tree.2025.05.009 

Fuente: Natural History Museum. (2025, junio). Your garden is harbouring venomous wildlife, new study reveals. https://www.nhm.ac.uk/discover/news/2025/june/your-garden-is-harbouring-venomous-wildlife-new-study-reveals.html

Fuente: Fry, B. G., Roelants, K., Champagne, D. E., Scheib, H., Tyndall, J. D. A., King, G. F., Nevalainen, T. J., Norman, J. A., Lewis, R. J., Norton, R. S., Renjifo, C., & de la Vega, R. C. R. (2009). The toxicogenomic multiverse: Convergent recruitment of proteins into animal venoms. Annual Review of Genomics and Human Genetics, 10, 483-511. https://doi.org/10.1146/annurev.genom.9.081307.164356

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