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Jóvenes con trastornos mentales pasan más tiempo en redes sociales y se sienten menos satisfechos con sus amistades en línea
martes, mayo 06, 2025

Jóvenes con trastornos mentales pasan más tiempo en redes sociales y se sienten menos satisfechos con sus amistades en línea

Adolescente sentado usando su smartphone, concentrado en la pantalla, representando el uso intensivo de redes sociales.

Un nuevo estudio de las universidades de Cambridge y Oxford revela cómo la salud mental afecta la forma en que los adolescentes interactúan con redes sociales como TikTok e Instagram.

Las redes sociales forman parte inseparable de la vida diaria de millones de jóvenes en todo el mundo. Para muchos adolescentes, estas plataformas son una ventana al mundo, una forma de mantener el contacto con sus amistades o de construir una identidad. Sin embargo, nuevas investigaciones indican que el modo en que se usan estas redes puede variar significativamente según el estado de salud mental del usuario. En particular, los jóvenes que sufren trastornos psicológicos no solo pasan más tiempo conectados, sino que también tienden a experimentar las redes sociales de forma distinta, con niveles más bajos de satisfacción y una mayor sensibilidad emocional.

Así lo demuestra un extenso estudio publicado en Nature Human Behaviour y realizado por investigadores de las universidades de Cambridge y Oxford. La investigación se centró en 3.369 adolescentes británicos de entre 11 y 19 años y analizó, por primera vez con este nivel de detalle, cómo los trastornos mentales diagnosticados influyen en la cantidad de tiempo que los jóvenes dedican a las redes sociales y en la calidad de sus interacciones digitales.

Una mirada profunda y clínicamente precisa

Uno de los aspectos más destacados del estudio es su enfoque clínico riguroso. A diferencia de trabajos anteriores que se basaban en autorreportes de síntomas generales, este nuevo estudio utilizó evaluaciones diagnósticas detalladas realizadas por profesionales de salud mental. Esto permitió identificar con precisión qué jóvenes sufrían trastornos como ansiedad, depresión, TDAH o trastornos de conducta, en lugar de basarse en criterios autodeclarados.

“El uso generalizado de redes sociales entre los adolescentes ha suscitado muchas preguntas sobre su impacto en la salud mental, pero rara vez se ha explorado cómo las personas con diagnósticos clínicos realmente las experimentan”, explicó Luisa Fassi, estudiante de doctorado en la Universidad de Cambridge y coautora principal del estudio. “Nuestro objetivo era llenar ese vacío con datos clínicamente validados”.

Más tiempo en línea, menos satisfacción personal

Los resultados revelaron una diferencia clara y estadísticamente significativa entre los adolescentes con trastornos mentales y aquellos sin diagnóstico. Los primeros pasan, en promedio, más tiempo al día en redes sociales como Instagram, Snapchat y TikTok. Esta tendencia fue especialmente pronunciada entre quienes padecen trastornos internalizantes, como ansiedad o depresión.

Pero el dato más revelador no fue solo el aumento de tiempo frente a las pantallas. Los adolescentes con trastornos mentales también reportaron una menor satisfacción con sus amistades en línea y se sintieron más afectados por la dinámica de validación social en plataformas digitales. Por ejemplo, los jóvenes con depresión tendían a compararse más negativamente con otros usuarios, a sentirse heridos por la falta de ‘likes’ o respuestas, y a evitar compartir aspectos auténticos de su personalidad.

“Lo que encontramos no es solo una cuestión de ‘pantallas versus bienestar’. Es una relación mucho más matizada”, explicó Amy Orben, psicóloga experimental en Cambridge y coautora del estudio. “Los adolescentes con ansiedad o depresión no solo están más conectados, sino que también tienen experiencias más negativas y emocionales cuando están en línea”.

La diferencia entre trastornos internalizantes y externalizantes

El estudio distingue entre dos grandes categorías de trastornos mentales: los internalizantes (como la depresión o la ansiedad) y los externalizantes (como el TDAH o los trastornos de conducta). Esta distinción permitió observar patrones específicos de comportamiento digital.

Los adolescentes con trastornos externalizantes también pasaban más tiempo en redes sociales que sus pares sin diagnóstico, pero la forma en que experimentaban estas plataformas era diferente. En general, no mostraban niveles significativamente más bajos de satisfacción con sus amistades en línea, ni mayores niveles de comparación negativa. Su experiencia digital parecía más similar a la de adolescentes neurotípicos, aunque con un uso más intensivo.

Este hallazgo sugiere que no todos los jóvenes con problemas mentales viven las redes sociales de la misma manera. La forma del trastorno (si es más introspectivo o más conductual) puede influir directamente en cómo se sienten al interactuar en el entorno digital.

No se trata solo de “cuánto”, sino de “cómo”

Un mensaje clave que surge del estudio es la necesidad de ir más allá de la simple métrica de tiempo frente a la pantalla. Contabilizar cuántas horas pasa un adolescente en TikTok o Instagram ofrece una visión incompleta. Lo verdaderamente revelador es analizar qué hacen en ese tiempo y cómo se sienten al hacerlo.

Para los adolescentes con depresión, una reacción negativa a una publicación puede tener un impacto mucho más profundo que para sus compañeros sin trastornos mentales. Asimismo, la tendencia a ocultar aspectos de su identidad o a buscar validación constante puede reforzar sentimientos de aislamiento o inseguridad.

“Es fácil caer en la trampa de pensar que simplemente debemos reducir el tiempo de pantalla”, señaló Orben. “Pero nuestros hallazgos muestran que la calidad de la experiencia en redes sociales es igual de, o incluso más, importante que la cantidad de tiempo que se les dedica”.

Un problema con múltiples aristas

Los investigadores advierten que los resultados no deben interpretarse de forma simplista. Aunque se identificaron asociaciones claras entre el uso de redes sociales y la presencia de trastornos mentales, el estudio no permite establecer una relación causal. Es decir, no está claro si un mayor uso de redes sociales contribuye a la aparición o el agravamiento de problemas psicológicos, o si los jóvenes con estos problemas buscan en las redes sociales una forma de consuelo, distracción o conexión.

La investigación se basa en datos recogidos en un solo momento del tiempo (estudio transversal), lo que impide rastrear la evolución de los comportamientos a lo largo del tiempo. Además, los niveles de uso fueron autorreportados por los propios participantes, lo cual puede introducir ciertas inexactitudes, aunque los autores señalan que los patrones generales son sólidos y consistentes.

Implicaciones para familias, escuelas y profesionales de la salud

Pese a las limitaciones, el estudio ofrece importantes implicaciones prácticas. Sugiere que padres, docentes y profesionales de salud mental deben prestar atención no solo al tiempo que los adolescentes pasan en redes sociales, sino también a sus experiencias emocionales en estos entornos.

Hablar abiertamente con los jóvenes sobre temas como la comparación social, la presión de los ‘likes’, o la autenticidad digital puede ser una forma eficaz de mitigar los efectos negativos. También puede ser útil ayudar a los adolescentes a desarrollar una conciencia crítica sobre cómo interactúan con el contenido y cómo este afecta su estado de ánimo y autoestima.

“Este estudio puede servir como un llamado a los adultos para no juzgar el uso digital de los adolescentes solo por el número de horas frente a la pantalla”, afirmó Fassi. “Debemos comprender mejor el contexto emocional y psicológico de esas interacciones”.

Un nuevo camino para futuras investigaciones

Los autores del estudio subrayan que este es solo un primer paso hacia una comprensión más profunda del vínculo entre salud mental y redes sociales. Esperan que futuras investigaciones adopten enfoques longitudinales, que permitan observar cómo estas dinámicas evolucionan con el tiempo y si pueden predecir cambios en la salud mental.

Además, abogan por el uso de mediciones objetivas del uso digital, como registros automáticos de actividad, que complementen los informes subjetivos de los adolescentes. También creen que se necesita explorar más a fondo como factores como el género, el nivel socioeconómico o el tipo específico de plataforma afectan la experiencia de los jóvenes.

“Las redes sociales seguirán existiendo, y los jóvenes seguirán usándolas. Lo que necesitamos es una comprensión más matizada y basada en evidencia de cómo interactúan con estas tecnologías, especialmente cuando enfrentan desafíos emocionales”, concluyó Orben.

Fuente: Fassi, L., Ferguson, A.M., Przybylski, A.K. et al. Social media use in adolescents with and without mental health conditions. Nat Hum Behav (2025). https://doi.org/10.1038/s41562-025-02134-4

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