Un equipo internacional de investigadores ha demostrado que cantar con frecuencia a los bebés tiene efectos positivos medibles sobre su estado de ánimo y el bienestar general, tanto del niño como del cuidador. La intervención, sencilla y accesible, podría representar una herramienta poderosa para el desarrollo saludable en los primeros meses de vida.
Durante generaciones, madres y padres de todo el mundo han cantado nanas a sus hijos. Ya sea para tranquilizarlos, entretenerlos o simplemente para conectar con ellos, la música siempre ha formado parte del vínculo entre cuidadores y bebés. Sin embargo, hasta ahora había pocas pruebas científicas que respaldaran los beneficios reales de esta práctica cotidiana. Un nuevo estudio internacional ha venido a llenar ese vacío, mostrando que cantarle regularmente a un bebé puede tener un efecto positivo directo en su estado emocional.
El trabajo fue llevado a cabo por un equipo de investigación compuesto por expertos de las universidades de Yale, Princeton, la Universidad de Ámsterdam, y otras instituciones de renombre de países como Nueva Zelanda. La investigación, publicada en la revista científica Child Development, confirma que una intervención breve pero estructurada basada en canciones infantiles puede mejorar el humor del bebé e influir de forma positiva en la relación padre-hijo.
Una intervención simple, un impacto significativo
La premisa era sencilla: ¿qué pasaría si los padres cantaran más seguido a sus bebés? Para comprobarlo, los investigadores reclutaron a 110 familias con bebés de una edad promedio de 3,8 meses. A cada una de estas familias se les mostró una breve grabación con canciones infantiles a través del teléfono móvil, con la finalidad de animar a los padres a incorporar más música en su rutina diaria con el bebé.
Durante un periodo de cuatro semanas, los cuidadores completaron entre una y tres encuestas diarias desde sus teléfonos. Estas encuestas recogían información sobre el estado de ánimo del bebé, los niveles de estrés de los padres, la calidad del sueño y la frecuencia con la que utilizaban la música en la interacción diaria. Los resultados fueron reveladores: la práctica de cantar con más frecuencia fue suficiente para observar una mejora en el bienestar emocional de los bebés, y también produjo beneficios indirectos para los padres.
“Realizamos un estudio controlado aleatorizado para probar si una intervención musical simple y económica podría mejorar el bienestar tanto de los bebés como de sus cuidadores”, explicó el equipo de investigación a la Society for Research in Child Development (SRCD), que dio a conocer los hallazgos. “Nuestro hallazgo principal fue que la intervención logró que los padres cantaran más a sus hijos, especialmente en situaciones de consuelo. Esto condujo a mejoras medibles en el estado de ánimo de los bebés, según los informes de los propios cuidadores”.
Una respuesta instintiva de los cuidadores
Uno de los descubrimientos más llamativos fue la espontaneidad con la que los cuidadores comenzaron a utilizar el canto como una herramienta de consuelo. Aunque en ningún momento la intervención les pidió explícitamente que cantaran para calmar al bebé, muchos lo hicieron de forma natural. “Entre una docena de estrategias de consuelo diferentes, cantar fue la única que se utilizó significativamente más después de la intervención”, señalaron los autores. “Desde un punto de vista metodológico, fue alentador ver que el protocolo se cumplió tan bien: los cuidadores completaron más del 70 % de las encuestas, lo cual demuestra que este enfoque es viable para futuras investigaciones en el desarrollo infantil”.
Este comportamiento espontáneo indica que el canto no solo es efectivo, sino también profundamente intuitivo. Los humanos parecen tener una predisposición natural a usar la música como forma de comunicación emocional con sus hijos, algo que ha sido observado en culturas de todo el mundo y en diferentes períodos históricos.
Cantar: un recurso universal y sin barreras
“Cantar es algo muy universal: padres de casi todas las culturas y a lo largo de toda la historia han cantado para calmar a sus bebés y conectar con ellos”, subrayan los investigadores. “Es una herramienta accesible, que no requiere equipos especiales ni formación previa. Además, puede implementarse fácilmente en cualquier hogar”.
Este aspecto es especialmente importante si se tiene en cuenta que la salud emocional del bebé está estrechamente vinculada a otros factores del desarrollo, incluyendo la reducción del estrés parental, la calidad del vínculo afectivo y la futura evolución socioemocional del niño. “Nuestros resultados sugieren que animar a los cuidadores a cantar con más frecuencia puede tener un efecto causal positivo en el estado de ánimo de los bebés. Dado el impacto que esto puede tener en la familia, incluso intervenciones tan simples pueden aportar beneficios significativos a largo plazo”, añaden los científicos.
Limitaciones y precauciones interpretativas
A pesar de los resultados alentadores, el equipo investigador se muestra cauto y reconoce que hay limitaciones que deben tenerse en cuenta antes de generalizar los hallazgos. Una de las principales es la escasa diversidad de la muestra. “Nuestra muestra estuvo compuesta mayoritariamente por madres blancas, con altos niveles educativos y con ingresos relativamente altos. Esto limita la posibilidad de extrapolar los resultados a poblaciones más diversas”, advierten los autores del estudio.
Otra limitación importante tiene que ver con la forma de recopilar los datos. La evaluación del estado de ánimo de los bebés se basó en los informes subjetivos de los cuidadores, aunque estos se recogieron en tiempo real para evitar sesgos de memoria. “Aunque hicimos todo lo posible para obtener datos fiables, estos siguen siendo susceptibles de interpretación subjetiva por parte de los padres”, reconocen.
Además, la intervención fue breve (solo cuatro semanas) y de baja intensidad, por lo que no se pueden sacar conclusiones sobre sus efectos a largo plazo ni sobre su impacto en otras dimensiones del bienestar infantil, como la cognición o la salud física. A esto se suma que muchos de los participantes ya utilizaban música regularmente en su día a día, lo que podría haber reducido el impacto observable de la intervención en comparación con hogares donde la música no forma parte de la rutina familiar.
Camino abierto a nuevas investigaciones
Pese a estas limitaciones, los investigadores se mostraron optimistas ante los resultados. “Aunque la intervención duró solo cuatro semanas, observamos beneficios claros en el estado de ánimo de los bebés. Esto sugiere que los efectos positivos del canto podrían ser incluso mayores en el contexto de intervenciones más prolongadas e intensivas”, indican los autores.
Con esa intención, el equipo ya ha iniciado una nueva fase de investigación, que busca evaluar los efectos de este tipo de intervención a lo largo de ocho meses. En ese nuevo estudio longitudinal, los investigadores seguirán a las familias durante un periodo más extenso, con el objetivo de entender mejor cómo influye el canto no solo en el humor de los bebés, sino también en el bienestar general de los cuidadores y en otras dimensiones del desarrollo infantil.
Este seguimiento permitirá también explorar el posible papel del canto en la regulación emocional de los padres, un aspecto que no fue evaluado en el estudio inicial, pero que podría tener implicaciones relevantes para la salud mental perinatal. “Es posible que el canto no solo mejore el humor del bebé, sino que también actúe como una forma de regulación emocional para el cuidador, reduciendo su estrés y aumentando el sentimiento de competencia parental”, anticipan los investigadores.
Una intervención con potencial global
Lo que hace que estos hallazgos sean especialmente prometedores es su aplicabilidad global. A diferencia de otras intervenciones más costosas o técnicamente complejas, cantar es una herramienta que cualquier padre o madre puede utilizar, sin importar su nivel socioeconómico o educativo. Además, al tratarse de una práctica ya presente en muchas culturas, es posible integrarla de forma natural en las rutinas diarias, sin generar resistencia ni requerir capacitación adicional.
En ese sentido, el estudio no solo refuerza la importancia de la música en la crianza infantil, sino que también plantea nuevas posibilidades para las políticas de salud pública. Si futuras investigaciones confirman los beneficios a largo plazo del canto, esta estrategia podría incorporarse en programas de apoyo a la primera infancia, especialmente en contextos vulnerables.
Fuente: Cho, E., Yurdum, L., Ebinne, E., Hilton, C.B., Lai, E., Bertolo, M., Brown, P., Milosh, B., Sened, H., Tamir, D.I. and Mehr, S.A. (2025), Ecological Momentary Assessment Reveals Causal Effects of Music Enrichment on Infant Mood. Child Dev. https://doi.org/10.1111/cdev.14246
Sin comentarios