El envejecimiento cerebral no sigue un ritmo constante, sino que ocurre en etapas con momentos críticos de aceleración. Un nuevo estudio de la Universidad de Stony Brook ha identificado las edades en las que nuestro cerebro experimenta una mayor degradación y cómo podríamos intervenir para ralentizar este proceso.
Un problema global en crecimiento
El envejecimiento de la población es una tendencia global. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 60 años. Esto representa un desafío significativo para los sistemas de salud, ya que el envejecimiento está asociado con un mayor riesgo de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson.
A medida que aumenta la esperanza de vida, también crece la necesidad de estrategias efectivas para mantener la salud cerebral durante más tiempo. En este contexto, la investigación publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) ofrece nuevas claves sobre cómo y cuándo intervenir para prevenir el deterioro cognitivo.
¿Cómo envejece el cerebro?
El estudio de la Universidad de Stony Brook reveló que la disminución de la función cerebral no ocurre de manera constante, sino en pequeños saltos a lo largo de la vida. Los investigadores analizaron la actividad cerebral de más de 19 300 personas y descubrieron que la primera etapa crítica de deterioro comienza alrededor de los 44 años.
A partir de esa edad, las conexiones entre las diferentes regiones del cerebro empiezan a debilitarse. Sin embargo, el punto de mayor aceleración en el envejecimiento cerebral ocurre alrededor de los 67 años. Luego, el ritmo de deterioro disminuye, estabilizándose en torno a los 90 años.
Pero, ¿por qué ocurre esto? Los científicos identificaron que con el paso del tiempo, las células cerebrales —las neuronas— pierden su capacidad de absorber energía de manera eficiente. En particular, presentan una menor respuesta a la insulina, lo que dificulta la absorción de glucosa, su principal fuente de energía. Como resultado, las redes neuronales empiezan a funcionar de manera menos eficiente, lo que se traduce en un declive cognitivo.
Este hallazgo se confirmó a través de un análisis genético, en el que los investigadores observaron que la actividad de las proteínas GLUT4 (encargada de transportar la glucosa) y APOE (implicada en el metabolismo de las grasas) estaba directamente relacionada con los signos de envejecimiento cerebral.
“El cerebro necesita un suministro constante de energía para funcionar correctamente, pero con la edad, las neuronas tienen más dificultades para absorber la glucosa”, explicó Botond Antal, neurocientífico de la Universidad de Stony Brook y autor principal del estudio. “Esta falta de energía puede llevar a una disfunción en las redes neuronales, lo que contribuye al envejecimiento del cerebro”.
¿Cuándo es el mejor momento para intervenir?
Una de las conclusiones más importantes del estudio es que existen momentos clave en los que se podría intervenir para ralentizar el deterioro cerebral. Los científicos sugieren que la primera de estas oportunidades ocurre alrededor de los 44 años.
“Durante la mediana edad, las neuronas atraviesan dificultades, pero aún son viables”, señaló Antal. “Por eso, proporcionarles una fuente de energía alternativa en el momento adecuado podría ayudar a restaurar su función”.
En cambio, si el problema se prolonga durante décadas, es más probable que se desencadene una serie de efectos negativos en el cerebro que hagan más difícil la recuperación. “La prolongada falta de energía puede desencadenar una cascada de cambios fisiológicos que hacen que la intervención sea menos efectiva en edades avanzadas”, advirtió el investigador.
Este descubrimiento podría cambiar la manera en que abordamos las enfermedades neurodegenerativas. En lugar de esperar a que los síntomas cognitivos sean evidentes, los médicos podrían identificar a las personas en riesgo a través de biomarcadores metabólicos y aplicar tratamientos en el momento óptimo.
Un posible tratamiento con cetonas
Para probar esta hipótesis, los investigadores realizaron un experimento con 101 personas, a quienes se les administraron suplementos de cetonas, una fuente de energía alternativa a la glucosa. Los resultados fueron prometedores: las cetonas mejoraron la respuesta de las células cerebrales a la insulina, permitiéndoles absorber más glucosa.
El efecto fue particularmente evidente en personas de entre 40 y 59 años, en quienes el proceso de envejecimiento cerebral pareció ralentizarse. Esto sugiere que el tratamiento funciona mejor cuando se aplica en la fase temprana del deterioro, antes de que se produzcan daños irreversibles.
“En lugar de esperar a que aparezcan los síntomas cognitivos, que pueden surgir cuando el daño ya es significativo, podríamos identificar a las personas en riesgo mediante marcadores metabólicos y aplicar intervenciones en la etapa crítica”, afirmó Antal.
Implicaciones para la prevención del Alzheimer
Este descubrimiento abre la puerta a nuevas estrategias para prevenir enfermedades como el Alzheimer. Si se confirma que el deterioro neuronal se debe en gran parte a la resistencia a la insulina, los tratamientos podrían centrarse en mejorar el metabolismo cerebral en las edades críticas.
Además, los resultados podrían impulsar investigaciones a mayor escala para evaluar la eficacia de otros enfoques terapéuticos. El objetivo sería determinar si estas intervenciones pueden retrasar o incluso prevenir las alteraciones cerebrales que ocurren en la vejez.
“Si podemos intervenir en el momento adecuado, podríamos reducir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y mejorar la calidad de vida en la vejez”, concluyó Antal.
La importancia de este estudio radica en que podría cambiar la manera en que comprendemos el envejecimiento del cerebro. En lugar de asumir que el deterioro cognitivo es inevitable, los científicos están descubriendo que hay momentos específicos en los que podemos intervenir para preservar la función cerebral durante más tiempo.
—Fuente: B.B. Antal, H. van Nieuwenhuizen, A.G. Chesebro, H.H. Strey, D.T. Jones, K. Clarke, C. Weistuch, E. Ratai, K.A. Dill, & L.R. Mujica-Parodi, Brain aging shows nonlinear transitions, suggesting a midlife “critical window” for metabolic intervention, Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 122 (10) e2416433122, https://doi.org/10.1073/pnas.2416433122 (2025).
Sin comentarios