¿Por qué el tiempo vuela cuando estamos hiperfocados? Científicos investigan qué sucede en el cerebro

Cuando estamos en un estado de hiperconcentración, especialmente en personas con TDAH, no solo perdemos la noción del tiempo, sino también del entorno. Esto sugiere que la hiperconcentración lleva la atención al punto de centrarse tan intensamente en una tarea que el mundo exterior queda completamente desvinculado, haciendo que el tiempo parezca volar.

Los hallazgos de la investigación pretenden arrojar luz sobre los mecanismos neurológicos subyacentes a este estado, de modo que en el futuro sea posible diseñar técnicas efectivas para inducir y mantener dicho estado de concentración profunda de manera sistemática.

Un libro apasionante, un acertijo complicado o incluso un expediente de trabajo: todos experimentamos momentos en los que el tiempo parece difuminarse y las horas pasan volando. Este estado suele denominarse “la zona” o “concentración profunda”. Algo que la propia investigadora Dolly Seeburger (instituto de tecnología de Georgia) reconoce a menudo. Durante su infancia, le gustaban especialmente las actividades que exigían toda su atención. “En esa época me sentía más satisfecha cuando estaba en la zona”, recuerda. “Pasaban las horas, pero parecían minutos”.

Así que decidió trabajar con un equipo interdisciplinar para explorar qué ocurre en nuestro cerebro en esos momentos. Porque aunque la concentración profunda es muy útil para trabajar con eficacia, los investigadores aún no saben exactamente cómo se produce este fenómeno. “Tu cerebro es siempre dinámico. Nada se enciende ni se apaga”, explica Seeburger. “Entonces, ¿cómo llegamos a la concentración profunda y por qué algunas personas pueden mantener la atención mejor que otras? ¿Es algo que se pueda entrenar? Si es así, ¿podemos ayudar a la gente a mejorar?”.

Golpecitos con un metrónomo

Para responder a esta pregunta, los científicos utilizaron la IRMf para examinar la actividad cerebral de los sujetos en los momentos de mayor concentración y durante los periodos en los que podían divagar más. Para medir el grado de atención de los participantes durante estas tareas, tuvieron que dar golpecitos con un metrónomo mientras estaban en el escáner de IRMf. Observando la uniformidad del ritmo, el equipo pudo determinar el grado de concentración de los participantes. Muchas diferencias en el ritmo indicaban que el participante estaba menos concentrado, mientras que un golpeteo preciso indicaba que el participante estaba en trance y muy concentrado.

Concentración profunda e hiperconcentración

Aunque entrar en una “hiperconcentración” tiene muchas similitudes con experimentar una concentración profunda, hay una serie de diferencias. En primer lugar, la hiperfocalización se da principalmente en personas con TDAH. Cuando alguien con TDAH se encuentra en este estado, no solo no tiene noción del tiempo, sino tampoco de su entorno. Cuando estás en un estado de concentración profunda, también estás en tu propio mundo, pero no estás tan concentrado en una tarea que ya no sabes dónde y con quién estás.

Ondas y redes cerebrales

Mientras tanto, el equipo midió las ondas cerebrales de los participantes. En concreto, las ondas cerebrales de baja frecuencia. “Durante mucho tiempo, los estudios sobre las ondas cerebrales se concentraron en las frecuencias más rápidas y temporales”, dice Seeburger. “Comprender el valor de la información que se puede obtener de estas ondas de muy baja frecuencia es relativamente nuevo. Pero son precisamente estas fluctuaciones de baja frecuencia las que pueden desempeñar un papel clave en la regulación de la cognición superior, como la atención sostenida”. Esto se debe a que las fluctuaciones de estas ondas cerebrales se producen en ciclos de unos 20 segundos y varían entre individuos y situaciones. En consecuencia, no siempre es fácil observar las diferencias. “Pero, si se pone a alguien en un escáner y sus pensamientos divagan, se encuentran estas fluctuaciones”, dice el coautor Eric Schumacher.

Estudiando estos ciclos, el equipo pudo establecer vínculos entre las fluctuaciones de las ondas cerebrales y los cambios en la atención. En concreto, la red de control fronto-parietal (que se activa cuando alguien se concentra en una tarea) y la red de modo por defecto (que se activa durante el descanso y la reflexión) desempeñaron un papel importante en esto. “Cuando alguien está fuera de la zona, estas dos redes se sincronizan y están en fase a baja frecuencia”, explica Seeburger. “Si alguien está en la zona, estas redes en realidad se desincronizan”.

Los resultados sugieren que los patrones de 20 segundos pueden ayudar a predecir si la atención de una persona es sostenida o no. Los investigadores esperan que esta información contribuya a comprender mejor nuestro mundo interior. En el futuro, esto podría proporcionar nuevos métodos para mejorar nuestra atención y concentración.

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