Preocuparse por la crisis climática es malo para tu salud, pero también para el mundo

Los investigadores exploran la relación entre el estrés causado por la preocupación sobre la crisis climática y sus efectos negativos en la salud humana. Esto resalta la importancia de comprender cómo las preocupaciones ambientales pueden influir en el bienestar individual y social.

En el mundo están ocurriendo muchas cosas: guerras por todos lados, una crisis climática, el auge de la extrema derecha y gobiernos autoritarios. Pero, según una nueva investigación, es mejor no emocionarse demasiado, porque es malo tanto para la salud como para el estado del mundo.

Hoy en día hay incluso psicólogos climáticos a los que puedes acudir si ya no puedes soportar el estrés climático. Y tienes razón: todo ese estrés no es nada saludable. El estrés que te producen todos los problemas del mundo puede desencadenar una respuesta inflamatoria en el organismo. Estas inflamaciones crónicas están relacionadas con las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. También afectan potencialmente a tu salud mental.

“Creemos que el estrés, la inflamación y la consiguiente reducción de la capacidad cognitiva de las personas pueden extenderse a comunidades y poblaciones enteras”, explica el investigador principal, el profesor Yoram Vodovotz, de la Universidad estadounidense de Pittsburgh. “Esto podría afectar al comportamiento y la toma de decisiones de sociedades enteras y a nuestra capacidad para afrontar problemas complejos, como el cambio climático, el malestar social y las enfermedades infecciosas. En última instancia, podría conducir a un círculo vicioso de declive social”.

Una hipótesis clave de los investigadores es la relación entre inflamación crónica y deterioro cognitivo. “La causa de este conocido fenómeno aún no está clara. Creemos que se basa en un mecanismo que denominamos mapa central de la inflamación”, afirma Vodovotz.

Una copia fallida en el organismo

La idea es que el cerebro crea su propia copia de la inflamación en el organismo. Normalmente, esta copia ayuda al cerebro a gestionar la respuesta inflamatoria y estimular la curación. Sin embargo, cuando la inflamación es grave o crónica, la respuesta se tuerce y puede causar daños en tejidos y órganos sanos. Los autores creen que el mapa de la inflamación puede así dañar también el cerebro e interferir en la cognición y el comportamiento.

Un segundo supuesto es la propagación de la inflamación crónica del individuo a toda la población. “Aunque la inflamación no es necesariamente infecciosa, puede propagarse a medida que más y más personas se estresan”, explica el investigador.

Y es precisamente el estrés el que puede propagarse como una mancha de aceite en estos días a través de las redes sociales y otros mensajes en línea.

Bombardeo de información perturbadora

“La gente es bombardeada con una enorme montaña de información perturbadora, ya sean las noticias, los comentarios negativos en línea o la sensación de descontento a través de las redes sociales”, dice Vodovotz. “Creemos que esta nueva dimensión de la comunicación, de la que además apenas se puede escapar, exacerba el estrés y, por tanto, la inflamación crónica y los problemas cognitivos en las sociedades de todo el mundo”.

Los investigadores creen que la inflamación inducida por el estrés puede provocar problemas colectivos. “El estrés hace que nuestro juicio se deteriore, lo que puede explicar, por ejemplo, las reacciones caóticas e irreflexivas de gran parte de la población mundial ante acontecimientos estresantes, como con la pandemia del Coronavirus y el cambio climático”, explica Vodovotz. “La incapacidad de responder adecuadamente a tales factores estresantes puede alimentar la sensación de peligro inminente, causando más estrés, inflamación y deterioro cognitivo, una especie de bucle de retroalimentación en otras palabras”.

Los factores estabilizadores

Según los investigadores, el hecho de que la mayoría de las sociedades, a pesar del estrés crónico, sigan resistiendo bien se debe a que existen factores estabilizadores en el otro lado, como la confianza en la ley, la ciencia e instituciones como las Naciones Unidas, aunque estos también se están erosionando cada vez más.

Desarrollaron un modelo matemático para poner a prueba sus ideas e idear formas de reducir el estrés. “Aunque los antiinflamatorios se utilizan a veces como método de tratamiento, no creemos que sean toda la solución”, afirma David Katz, coinvestigador. “Los cambios en el estilo de vida, como comer sano y hacer ejercicio, también son importantes, al igual que una menor exposición a contenidos estresantes en Internet”. A nivel social, los autores sugieren calmar los espacios públicos y educar a la gente sobre las leyes, normas e instituciones que mantienen nuestra sociedad estable y habitable.

Pero todas estas ideas están aún en pañales. “Nuestra ‘hipótesis del mapa de la inflamación’ y el modelo matemático asociado son un comienzo, pero se necesita un enfoque interdisciplinar para determinar las políticas adecuadas que mejoren la vida de las personas y la resiliencia de las sociedades, haciéndolas más resistentes al estrés”, concluye Vodovotz.

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