Inicio
Andes
Descubrimiento
Ratones
Sudamérica
Zoología
Descubren ratones momificados a una gran altura en los Andes: no deberían sobrevivir aquí
miércoles, octubre 25, 2023

Descubren ratones momificados a una gran altura en los Andes: no deberían sobrevivir aquí

Ratones momificados encontrados en las cimas inhóspitas de los andes, planteando interrogantes sobre la adaptación a condiciones extremas y las razones detrás de su asombroso viaje a las alturas.

Estar en lo alto de los Andes es un poco como estar en Marte: las precipitaciones son escasas, hace un frío glacial y el aire es pobre en oxígeno. Por eso se pensaba que los mamíferos no podían sobrevivir allí. Pero el descubrimiento de ratones momificados en un entorno similar al de Marte sugiere algo muy distinto.

Así lo escriben los investigadores en la revista Current Biology tras explorar las cimas de varios volcanes de los Andes, incluidos ejemplares a más de 6000 metros sobre el nivel del mar. El resultado fue el descubrimiento de 13 ratones muertos pero bien conservados en varias de esas cumbres kilométricas. “Son básicamente ratones momificados liofilizados”, explica el investigador Jay Storz. Y en algunos casos, junto a esas momias se encontraron esqueletos de otros muchos ratones.

Subestimados: descubrimientos anteriores

Los investigadores concluyen que esto sugiere que los ratones viven a esta altitud extrema y en las condiciones extremas asociadas. “Eso es lo más sorprendente de nuestro descubrimiento”, afirma Storz, “que los mamíferos puedan vivir en la cima de los volcanes en un entorno tan inhóspito, como Marte. Los montañeros bien entrenados pueden soportar condiciones tan extremas durante un día, pero el hecho de que los ratones vivan realmente a esta altitud demuestra que los subestimamos en cuanto a lo que pueden soportar fisiológicamente”.

No es la primera vez que los investigadores encuentran restos de ratones en las alturas de los Andes. En las décadas de 1970 y 1980, los científicos ya tropezaron con esqueletos de ratones durante expediciones a diversas cumbres de los Andes. Pero aquellos científicos supusieron automáticamente que los ratones habían viajado en autostop con los incas, que acudían regularmente en peregrinación a lugares de montaña sagrados para ellos. 

Un pensamiento lógico, según Storz: “No se puede culpar a los arqueólogos por pensar así, porque ¿de qué otra forma se podría explicar que se encontraran restos de ratones aquí? Nada puede vivir allí, así que los ratones tuvieron que ser traídos”. Pero esa suposición se cuestionó por primera vez cuando Storz avistó un ratón vivo en 2020 mientras escalaba el estratovulcán Llullaillaco, de 6700 metros, situado en los Andes, en la frontera entre Chile y Argentina. ¿Podrían los animales llegar hasta aquí por sus propios medios y sobrevivir después de todo?

Momificados recientemente: ADN

El nuevo estudio, para el que los investigadores buscaron en varias cumbres volcánicas, sugiere que sí. El resultado fue el descubrimiento de 13 ratones momificados que (según las dataciones) nunca se toparon con los incas. Por ejemplo, nueve de los ratones parecen haber muerto después de 1955. Y los cuatro restantes murieron como mucho hace 350 años: más de un siglo después de que el imperio inca cayera a manos de los españoles. “Parece cada vez más claro que los ratones llegaron aquí por sus propios medios”, concluye Storz.

Un análisis del ADN de los ratones momificados muestra que pueden considerarse pertenecientes a Phyllotis xanthopygus, especie conocida por su presencia en zonas más bajas de la misma zona. Los investigadores descubrieron además que se habían recuperado tantos machos momificados (seis) como hembras (siete). E incluso se descubrió que dos momias recuperadas estaban emparentadas entre sí; posiblemente tenían los mismos padres o son padre e hijo. 

“Es todo exactamente lo que uno esperaría encontrar si recogiera una serie de ratones de una pequeña parte de un entorno habitable”, afirma Storz. En resumen: todo esto sugiere que existe realmente una población “normal” de ratones a gran altitud que llegó allí por sus propios medios y sabe cómo mantenerse. Esto se ve refrendado por múltiples observaciones de ratones vivos en esas cumbres y por el descubrimiento de madrigueras de ratones en la Puna de Atacama, un árido altiplano de los Andes a unos 4500 metros de altitud. “El descubrimiento de momias de ratón en las cumbres de estos picos volcánicos helados y azotados por el viento fue una gran sorpresa”, reconoce Storz. “Pero las pruebas de que las poblaciones de ratones consiguen sobrevivir durante largos periodos a estas altitudes extremas se van acumulando”.

Un paisaje alienígena

Sigue siendo sorprendente. Porque son lugares muy inhóspitos. Hace tanto frío y es tan seco y el aire está tan desoxigenado que las zonas también se han comparado con Marte. “Incluso al pie de los volcanes, los ratones viven en un entorno extremo, parecido al de Marte”, afirma Storz, “y en las cimas de los volcanes esto es aún mayor. Parece de otro mundo. Es alucinante que un animal, y más un mamífero de sangre caliente, pueda sobrevivir y funcionar en este entorno”.

Estudio de seguimiento

La investigación de seguimiento debería revelar cómo se las arreglan los ratones para sobrevivir en esta zona inhóspita. Para ello, los científicos han recogido ratones de la especie Phyllotis xanthopygus a diferentes altitudes. Estos ratones se están aclimatando poco a poco en el laboratorio a condiciones como las que encontramos en la Puna de Atacama, por ejemplo; se les está exponiendo gradualmente a temperaturas cada vez más bajas, a un aire cada vez más enrarecido y a periodos de sequía cada vez más largos. Estudiando a los ratones en estas condiciones, los investigadores esperan tener una idea más clara de qué adaptaciones les permiten sobrevivir allí.

Otra cuestión interesante es por qué algunos ratones emigran a las inhóspitas cumbres de los Andes. Tampoco está claro. Una opción es que así intenten escapar de los numerosos depredadores que les amargan la vida en altitudes más bajas. “Ciertamente: si consigues llegar a la cima de un volcán de 6000 metros de altura, al menos estás a salvo”, reconoce Storz, “pero luego tienes otras cosas de las que preocuparte. Así que por qué llegan a esas alturas extremas sigue siendo un misterio”.

Sin comentarios