Científicos descubren que los antiguos europeos ya comían algas marinas

Las algas, alimento tradicional de los antiguos europeos: un hallazgo arqueológico sorprendente sobre sus beneficios para la salud y el medio ambiente.

Si pensabas que comer algas es una tendencia moderna, te equivocas. Una nueva investigación revela que los antiguos europeos tenían algas marinas regularmente en su menú hace mucho tiempo.

Vivimos en una época en la que la producción de alimentos es una de las mayores responsables del cambio en nuestro clima. Por lo tanto, es crucial buscar nuevas fuentes de alimentos que no solo satisfagan nuestra hambre, sino que además no supongan una carga adicional para nuestro planeta. Las algas son una alternativa interesante. Las proteínas de las algas son equivalentes a las de los animales, pero su producción es mucho más eficiente y sostenible. No en vano, a las algas también se las llama “el alimento del futuro”. Pero en realidad no es tan innovador: la gente solía comerlas en tiempos pasados.

En este nuevo estudio, los científicos estudiaron los dientes de 74 antiguos europeos enterrados en 28 yacimientos arqueológicos diferentes de todo el continente (desde Escocia hasta España). Estos individuos vivieron en la época del Mesolítico, el Neolítico y la Edad Media. En los dientes, los investigadores encontraron sarro, que analizaron más a fondo. Y esto les llevó a un descubrimiento sorprendente. Por ejemplo, encontraron restos químicos en el sarro que pudieron relacionar directamente con fuentes específicas de alimentos vegetales marinos y acuáticos, como las algas. Así pues, los autores sostienen que en toda Europa se comieron algas hasta finales de la Edad Media.

Especial y saludable

El descubrimiento es notable. Aunque ya sabíamos que nuestros antepasados explotaban los recursos acuáticos, los arqueólogos rara vez habían encontrado pruebas de que comieran algas. Por lo general, las algas se utilizaban para otros fines, como combustible, envasado de alimentos o fertilizantes. 

“Nuestros hallazgos son, por tanto, inesperados”, explica el investigador Stephen Buckley. “Y lo que es especialmente sorprendente es que hemos descubierto que las algas se comían incluso en la época del Neolítico. Muchos pensaban que la llegada de la agricultura significó que los antiguos europeos ‘dieron la espalda al mar’. Además, los arqueólogos nunca pensaron que las algas formaran parte de su dieta”.

Sin embargo, el hecho de que nuestros antepasados tuvieran algas en su menú (incluso después de la llegada de la agricultura) no es en realidad muy sorprendente. “Sabemos que las algas contienen minerales valiosos y especialmente yodo”, explica Buckley. “Esto probablemente faltaba en una dieta basada únicamente en productos agrícolas, como la carne y los cereales. Además, las algas rojas (como la palmera y la Porphyra umbilicalis) son una buena fuente de proteínas y eran fáciles de conseguir en aquella época. Parece plausible que los europeos fueran conscientes de sus beneficios para la salud ya en el Mesolítico, cuando su dieta se centraba principalmente en fuentes marinas. Posiblemente, también se dieron cuenta de que no obtenían suficientes nutrientes si no comían algas. Luego trasladaron este conocimiento al Neolítico”.

Las sustancias beneficiosas de las algas

Las algas son ricas en varios nutrientes beneficiosos para nuestro organismo. Algunas algas contienen aminoácidos esenciales, que son los componentes básicos de las proteínas. Nuestro cuerpo no puede producir estos aminoácidos por sí mismo y tiene que obtenerlos de los alimentos. Además, hay algas con pigmentos fotosintéticos que actúan como vitaminas en nuestro organismo, como las vitaminas A, C y E. Las algas también pueden contener cantidades significativas de minerales importantes para nuestro organismo. Como el sodio (esencial para la hidratación y las contracciones musculares), el calcio (necesario para la formación de los huesos), el fósforo (que interviene en diversos procesos corporales) y oligoelementos como el hierro, el zinc, el flúor y el yodo. Además, las algas son ricas en fibra dietética, que ralentiza la absorción de azúcares en el sistema digestivo y provoca un aumento más gradual de los niveles de azúcar en sangre.

En resumen, aunque las algas se conocen hoy como un “superalimento”, alabado por sus beneficios para la salud y su sostenibilidad, parece que los antiguos europeos iban por delante y consumían esta nutritiva planta desde hacía miles de años. Una cuestión acuciante, sin embargo, es por qué el consumo de algas se ha deshabituado con el paso del tiempo.

Consumo limitado de algas

Durante el siglo XVIII, las algas solo se consideraban un último recurso para alimentarse en casos de emergencia. Y aunque hoy en día las algas y otras plantas acuáticas siguen sirviendo de alimento y medicina en algunas partes de Asia, su consumo en Europa es limitado. “La llegada de la agricultura ha tenido sin duda un profundo impacto”, conjetura Buckley. “Además, también se debe en parte a la urbanización. La agricultura, especialmente la producción de cereales, se volvió crucial para alimentar a la creciente población, aunque ello supusiera ingerir menos nutrientes. Estas carencias fueron quizás ignoradas por la élite, que buscaba el aumento de la producción y su propia prosperidad. La Revolución Agraria británica de mediados del siglo XVII y la Revolución Industrial de mediados del XVIII también pueden haber influido”.

Buckley sostiene, sin embargo, que quizá no sea tan mala idea seguir el ejemplo de los antiguos europeos. Actualmente, viven en la Tierra unos 8000 millones de personas. Pero la cosa no acaba ahí. Cada día, este número aumenta en unas 227 000 personas. Así pues, la población mundial aumenta a una velocidad vertiginosa. Se espera que nuestra Tierra tenga unos 10 000 millones de cabezas en 2050. La cuestión, por tanto, es si conseguiremos alimentar a todas esas bocas. La idea de aumentar la producción agrícola y pesquera para satisfacer la demanda de los consumidores parece una solución a primera vista, pero dista mucho de ser ideal. Actualmente, estos recursos ya están agotados. Una mayor expansión sería perjudicial no solo para el clima, sino también para el uso de la tierra, los recursos de agua dulce y la biodiversidad.

Por eso, según algunos científicos, tiene sentido pasar de la agricultura tradicional a los sistemas de acuicultura de algas. Estos organismos están repletos de proteínas, aminoácidos esenciales, vitaminas y antioxidantes. “Si las algas se producen y mantienen de forma sostenible, pueden ser una forma, sobre todo en Occidente, de consumir alimentos más respetuosos con el medio ambiente”, señala Buckley. “Además, comer algas es ahora popular entre los europeos más ricos, sobre todo en Gran Bretaña. Si esta tendencia se extiende, podría ayudar a reducir la presión sobre la tierra utilizada para la agricultura intensiva y contribuir a una forma de producir alimentos más respetuosa con el medio ambiente”.

Más información sobre el consumo de algas

Las algas no solo son ricas en nutrientes, sino que también presentan una gran variedad de sabores y texturas. Algunas tienen un ligero sabor amargo, mientras que otras son dulces o saladas. De las aproximadamente 10 000 especies diferentes de algas que existen en el mundo, actualmente solo se consumen 145, principalmente en Asia. En Europa, las algas aún no son un alimento habitual. Aparte de los restaurantes de sushi, no es frecuente verlas en el menú. Pero en países como Japón, China y Corea, las algas son parte normal de la comida y nadie se sorprende cuando se sirven. Lo que hace que las algas sean tan interesantes es que se pueden preparar de diferentes maneras. Por ejemplo, el alga parda Saccharina japonica. Se puede secar, tostar, hornear, encurtir, hervir, cocinar al wok o incluso hacer té con ella.

En definitiva, los investigadores demuestran que las algas y las plantas acuáticas eran una importante fuente de alimento en la antigua Europa. Este descubrimiento nos ayuda a comprender mejor lo que comía la gente en aquella época. “En resumen, nuestra investigación demuestra que podemos obtener información valiosa y sorprendente sobre la alimentación en la antigüedad, observando el contenido químico del sarro, el material que el dentista retira y desecha”, afirma Buckley. “Esto mejora nuestra comprensión de las dietas históricas y también nos permite replantearnos nuestros propios hábitos alimentarios”. Así pues, los científicos esperan que su investigación lleve a incluir más algas marinas y plantas de agua dulce en nuestra dieta contemporánea, lo que podría contribuir a que muchas personas eligieran alimentos más sanos y sostenibles.

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