Las mujeres que acaban de dar a luz son propensas a ver caras que no existen

Las mujeres después del parto: ¿por qué ven caras en objetos cotidianos? Un estudio científico desvela la relación entre la pareidolia y la hormona del abrazo, la oxitocina.

Poco después de dar a luz, las mujeres son presa más fácil de la pareidolia, según demuestra una nueva investigación. Y con ello, se ha demostrado por primera vez que la susceptibilidad a este fenómeno psicológico no es estática, sino que puede fluctuar a lo largo de la vida.

Muchas personas lo experimentan en un momento u otro: la pareidolia, o fenómeno psíquico por el que uno cree ver caras en objetos cotidianos. La investigadora Jessica Taubert lo encuentra especialmente fascinante y lleva varios años investigándolo. El año pasado, por ejemplo, demostró que las personas que creen ver una cara en un objeto cotidiano ven algo más que una cara. Por ejemplo, basándose en ese supuesto rostro, a menudo pueden saber también qué tipo de emoción refleja y si se trata de un rostro viejo, joven, masculino o femenino. Curiosamente, el mismo estudio también reveló que es mucho más probable que las personas etiqueten como masculinos los rostros que creen ver en objetos cotidianos.

Nuevo estudio

Ese estudio atrajo bastante atención y también generó bastantes reacciones, explica Taubert. “Recibí muchas llamadas telefónicas y correos electrónicos de personas que me contaban sus experiencias con la pareidolia”, dice. Todas esas historias y anécdotas eran interesantes, subraya Taubert. Pero una en particular la fascinó. “Muchas mujeres nos contaron que veían caras en los objetos con mucha más frecuencia en los meses posteriores al parto”, dice. 

Eso hizo pensar a Taubert y sus colegas, que decidieron profundizar un poco más en el tema. El resultado es un nuevo estudio en el que los científicos no solo confirman que las mujeres son más propensas a la pareidolia después de dar a luz, sino que además demuestran por primera vez que la propensión a la pareidolia a lo largo de la vida no es estática, sino que puede cambiar.

Para su estudio, publicado ahora en la revista Biology Letters, los investigadores reunieron a 401 mujeres. Las dividieron en tres grupos: un grupo estaba formado por mujeres que acababan de dar a luz. El otro estaba formado por mujeres embarazadas. Y el tercero estaba formado por mujeres que ni estaban embarazadas ni acababan de dar a luz. A continuación, se mostró a las mujeres una serie de imágenes de objetos, en las que podía o no distinguirse un rostro. El estudio demuestra que las mujeres que acababan de dar a luz eran efectivamente más propensas a ver caras en los objetos. “Esto sugiere que les resulta más fácil percibir esos rostros”, argumenta Taubert.

¿Hormona del abrazo?

Naturalmente, surge la pregunta de cómo es posible. Los científicos no lo han investigado (todavía), pero tienen ideas al respecto. “Intuitivamente, creo que tiene que ver con la oxitocina”, dice Taubert. “Se trata de un neuropéptido conocido a veces como la hormona del abrazo”. 

Esta hormona se libera durante el parto y desencadena la lactancia, por ejemplo. También desempeña un papel importante en la creación de un vínculo entre madre e hijo y fomenta el comportamiento social (y afectuoso). Que los altos niveles de oxitocina en el cuerpo de estas mujeres no solo hacen que estén más centradas en las necesidades de cuidado de sus hijos, sino que también las hagan más susceptibles de ver caras que en realidad no están ahí, no es tan extraño como podría pensarse a primera vista. “Sospecho que la oxitocina aumenta nuestra sensibilidad a estímulos visuales socialmente relevantes (como las caras) en nuestro entorno”, explica Taubert.

Como se ha dicho, el estudio no solo demuestra que las mujeres que acaban de dar a luz son más susceptibles a la pareidolia. El estudio también muestra que la susceptibilidad a la pareidolia está sujeta a cambios a lo largo de la vida. Se necesita más investigación para determinar qué otros acontecimientos de la vida afectan a nuestra susceptibilidad a la pareidolia. Pero Taubert cree saber en qué rincón hay que buscar para ello. Por ejemplo, espera que el deterioro de la salud mental, pero también las enfermedades neurodegenerativas como la demencia, influyan en nuestra propensión a la pareidolia. “También hay pruebas provisionales de que nuestra susceptibilidad a la pareidolia disminuye cuando nos sentimos solos y aislados”.

Para Taubert, esta investigación es sobre todo el preludio de otras. Porque todavía hay mucho que desconocemos. “Nuestros resultados nos dan un primer indicio de que nuestra susceptibilidad a la pareidolia varía durante las distintas etapas de la vida. Además, los hallazgos sugieren claramente que aún no comprendemos del todo cómo las hormonas (como la oxitocina) pueden alterar nuestra capacidad para detectar rostros y nuestro funcionamiento social”.

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