Las hormigas se comunican con el olfato: su sociedad colapsa si no pueden oler

Las hormigas y su comunicación a través del olfato: su sociedad colapsa si no pueden oler.

Las hormigas están por todas partes, pocos animales consiguen reproducirse y mantenerse vivos con tanto éxito. Pero sin su sentido del olfato, la colonia de hormigas se derrumba inevitablemente.

Según las últimas estimaciones, hay unos 20 billones de hormigas en la Tierra. Eso equivale a unos 2,5 millones de hormigas por persona. Estas laboriosas criaturas dependen de su olfato para reconocer a otras hormigas, comunicarse con ellas y cooperar.

Hormigas, animales sociales

Es una suerte que huelan tan bien, porque las hormigas viven en colonias complejas en las que hay mucha interacción social. Normalmente, una reina es responsable de la reproducción completa de la colonia. La gran mayoría son hormigas obreras, hermanas que nunca se aparean ni se reproducen, sino que viven solo para servir al grupo.

Y tienen un trabajo diario para hacerlo. Las hormigas no solo tienen que buscar comida y cuidar de las crías, sino también defender su colonia. Algunas especies de hormigas utilizan a otros insectos para hacerlo, mientras que otras montan sistemas agrícolas enteros, recolectando hojas en las que cultivan hongos comestibles. Coordinar adecuadamente todas estas tareas requiere una comunicación fiable y segura entre las hormigas. De lo contrario, la colonia de hormigas podría morir.

Sin voz, pero con antenas

Pero las hormigas se comunican de forma muy distinta a los humanos. Nosotros hablamos con la voz y miramos a la otra persona: ¿qué dice, qué aspecto tiene, cómo suena? Las hormigas, en cambio, dependen totalmente de su olfato.

Un exoesqueleto rodea el cuerpo de la hormiga. Esta cáscara exterior tiene un olor único con el que una hormiga puede identificarse a sí misma: otras hormigas reconocen el olor específico, que también emite información importante al instante.

Olor especial en las hormigas

Por ejemplo, la reina huele ligeramente diferente a una hormiga obrera y, por tanto, recibe un trato especial dentro de la colonia. Las hormigas de otras colonias también huelen diferente. Notar estas diferencias de olor es crucial para la defensa de la colonia. Incluso puede provocar guerras entre grupos de hormigas si detectan el olor de intrusos.

En las hormigas y otros insectos, la recepción de información comienza cuando el olor llega a los estrechos pelos de sus antenas. Estos pelos son huecos y contienen neuronas quimiosensoriales especiales que ordenan la información y la envían al cerebro.

Son como llaves químicas

Los olores que desprende el exoesqueleto de las hormigas son una especie de “llaves” químicas. Las hormigas solo pueden detectar el olor si entra en el conjunto correcto de “cerraduras neuronales” quimiosensoriales. Una cerradura neuronal permanece cerrada a todos los olores, excepto al olor específico de la llave. Sin embargo, si la llave correcta se une a la cerradura neuronal correcta, el receptor envía un mensaje complejo al cerebro. El cerebro de la hormiga puede descodificar la información sensorial para tomar decisiones basadas en ella que conduzcan a la cooperación entre compañeros de nido o a la lucha contra los intrusos.

Los científicos manipularon el sentido del olfato de las hormigas, entre otras herramientas especiales, para averiguar exactamente cómo perciben y comunican la información. “Nos interesaba especialmente saber qué ocurre cuando el sentido del olfato de una hormiga falla”, explica uno de los investigadores. “Por ejemplo, si nos asegurábamos de que una ‘llave de olor’ no pudiera abrir una ‘cerradura’ quimiosensorial, la información química no podría llegar al cerebro. Esto es similar a pellizcarse la nariz o permanecer en una habitación completamente a oscuras. Entonces no se registra ni el olfato ni la vista. También podríamos abrir todas las “cerraduras” a la vez, inundando las neuronas con demasiada información. Ambos escenarios perturbaron la capacidad de las hormigas para recibir y procesar información precisa”.

Experimento, alterar el sentido del olfato en hormigas

Cuando los investigadores alteraron el sentido del olfato de las hormigas, estas dejaron de atacar a los intrusos. Se volvieron menos agresivas. En ausencia de información clara, las hormigas se contuvieron y decidieron aceptar a los intrusos en lugar de atacarlos. Así que son criaturas reflexivas: primero piensan y luego atacan.

Y eso es un rasgo crucial, según los investigadores. “Cuando se convive con decenas de miles de hermanas en una colonia, un simple error de comunicación o de identificación puede dar lugar a peleas mortales y al caos”, afirma el investigador.

Caos total al perder el sentido del olfato

Las consecuencias son enormes: si las hormigas de los experimentos pierden el sentido del olfato y, por tanto, dejan de recibir información precisa, ya no consiguen permanecer juntas en una colonia unida. Las hormigas no solo dejan de reconocer y atacar a sus enemigos, sino que también dejan de cooperar con sus amigas. Y sin hormigas obreras que cuiden de las crías o recolecten alimentos, el número de huevos se reduce y la reina pasa hambre.

Al igual que los humanos

“Descubrimos que sin una buena forma de recibir y comunicar información química, la sociedad de hormigas se colapsa y la colonia se extingue rápidamente”, concluye el investigador. Y en realidad esto no es sorprendente: la falta de comunicación y de información correcta tiene un gran impacto en todas las especies sociales, incluidos los humanos. Donde nosotros no podemos prescindir de la voz, el oído o la vista, las hormigas no pueden prescindir de su sentido del olfato.

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