El cromosoma Y está desapareciendo ¿Se acerca el fin de los hombres?

El cromosomas Y está desapareciendo

Un nuevo estudio sugiere cómo las personas pueden sobrevivir a la pérdida de cromosomas sexuales. Los hombres deben encontrar una forma alternativa de asegurar su existencia

El cromosoma sexual Y, propio del sexo masculino, lleva millones de años degenerándose, perdiendo sus genes y encogiéndose. Por tanto, cabe suponer que algún día desaparecerá por completo. Si el cromosoma Y siguiera disminuyendo al ritmo actual, desaparecería en 11 millones de años. ¿Significaría eso el fin de los hombres y la extinción de los humanos?

La situación de los hombres y de la humanidad no es tan desesperada. Si el cromosoma Y desapareciera en los hombres, no seríamos la primera especie a la que le ocurre. Dos especies de roedores ya han perdido el cromosoma Y, pero siguen existiendo y se las han arreglado sin él, señala Jenny Graves, profesora de genética de la Universidad La Trobe de Melbourne (Australia), en un artículo publicado en The Conversation.

La evolución se muestra en una perdiz

Un cromosoma es una larga molécula de ADN en el núcleo de una célula. Su finalidad es facilitar la distribución de la información genética a otras células. Solo el gen SRY (Sex Region on the Y) dentro del cromosoma Y decide el sexo de la descendencia en humanos y otros mamíferos. 

El cromosoma Y con el gen SRY es inherente a los varones: tienen un cromosoma Y y un cromosoma X. Las mujeres tienen dos cromosomas X. 

La Y es ahora mucho más pequeña que la X. Contiene más de 900 genes que realizan diversas actividades no relacionadas con el sexo, pero en su interior solo se ocultan 55 genes, entre ellos el SRY, que inicia el desarrollo del embrión hacia el sexo masculino. Doce semanas después del inicio de su desarrollo, los genes que permiten el desarrollo testicular se activan gracias al SRY. A continuación, estas producen las hormonas masculinas que aseguran la futura dirección del feto, lo que es cierto no solo para los humanos, sino también para otros mamíferos.

“Si alguien visita la Tierra dentro de 11 millones de años, puede que no encuentre humanos aquí. O conocerá varias especies humanas con diferentes sistemas de determinación del sexo”.  Jenny Graves, genetista

El ornitorrinco australiano, un curioso cruce entre el mundo de los mamíferos y el de las aves, muestra cómo evolucionó el cromosoma Y. La perdiz nival tiene cromosomas sexuales similares a los de las aves. Esto sugiere que los cromosomas X e Y de los mamíferos eran, hasta hace poco, un par de cromosomas perfectamente ordinarios sin influencia en el sexo. Y puede que vuelvan a serlo. Basta compararlo con el ornitorrinco para comprobar que nuestro cromosoma Y ha perdido (900-55=) 845 genes activos en los 166 millones de años que los humanos y los ornitorrincos evolucionaron por separado. Eso supone una pérdida de unos cinco genes por millón de años. A ese ritmo, los últimos 55 genes desaparecerían en 11 millones de años.

¿Cuál es la vida útil de la Y?

“Nuestra afirmación sobre la inminente desaparición del cromosoma Y humano causó revuelo, y todavía hay argumentos a favor y en contra de su supuesta vida útil. Las estimaciones van desde el infinito hasta varios miles de años”, escribe Jenny Graves. La profesora Graves señala que los topillos orientales y las ratas espinosas de Japón son dos especies en las que ha desaparecido el cromosoma Y y, por tanto, el gen SRY. El cromosoma X permanece, en dosis simple o doble en ambos sexos, pero no desempeña un papel sexual como en los humanos.

Aún no está claro cómo se determina el sexo en los topillos sin el gen SRY. Un equipo dirigido por el biólogo Asato Kuroiwa, de la Universidad de Hokkaido, lo explica en un nuevo estudio publicado en la revista PNAS y revisado por la profesora Graves. El equipo descubrió secuencias de genes que se encuentran en los genomas de los hombres, pero no de las mujeres. A continuación, las refinaron y comprobaron la presencia de la secuencia en cada rata individual.

Una diferencia menor afectaba al gen sexual SOX9 del cromosoma 3 de la rata espinosa. Se encontró una pequeña duplicación (una multiplicación de una sección del cromosoma (solo 17 000 pares de bases de un total de más de 3000 millones))en todos los machos y ninguna en las hembras. Este pequeño fragmento de ADN duplicado contiene, por tanto, un interruptor que activa el gen SOX9 en respuesta al gen SRY. Cuando los investigadores introdujeron esta duplicación en ratones, descubrieron que aumentaba la actividad de SOX9. En consecuencia, este cambio permite que el gen SOX9 funcione sin el gen SRY.

Así pues, está claro que los roedores han encontrado una forma de determinar el sexo de los machos sin el gen que se encarga de ello en los humanos y otros mamíferos.

Qué significa esto para el futuro de los hombres

Los hombres deben encontrar una forma alternativa de asegurar su existencia. No será fácil. “Algunos lagartos y serpientes son especies exclusivamente femeninas y pueden producir huevos a partir de sus genes por partenogénesis (el desarrollo de un nuevo individuo a partir de un óvulo femenino no fecundado por una célula sexual masculina). Sin embargo, esto no puede ocurrir en humanos ni en otros mamíferos porque tenemos al menos 30 genes clave “impresos” que solo funcionan si proceden del padre a través del esperma”, señala Graves, y continúa:

“La inminente desaparición del cromosoma Y humano plantea interrogantes sobre el futuro humano. Pero probablemente la vida encontrará su propio camino”. El genetista también señala que el desarrollo de un nuevo gen determinante del sexo conlleva riesgos. ¿Y si se desarrollan varios sistemas nuevos en distintas partes del mundo?. Un choque de genes sexuales diferentes podría dar lugar al desarrollo de nuevas especies. Esto es lo que ocurrió con los topillos y las ratas mencionados anteriormente.

“Si alguien visita la Tierra dentro de 11 millones de años, es posible que no encuentre humanos aquí. O se encontrará con varias especies humanas con diferentes sistemas de determinación del sexo”, predice la profesora Graves en la revista The Conversation.

Artículo Anterior Artículo Siguiente

Formulario de contacto