Asombrosa nueva técnica para almacenar más CO₂ en el agua de mar

Los investigadores encuentran nueva forma de almacenar más CO2 en el mar

Dado que el ser humano no puede conseguir emitir mucho menos CO₂, tenemos que encontrar otras soluciones. Una nueva técnica para almacenar más CO₂ en los océanos puede ofrecer grandes oportunidades. 

Los océanos pueden almacenar una enorme cantidad de CO₂. Es una buena noticia, pero en estos momentos ya están saturados y, debido a la actividad humana, los niveles de CO₂ en la atmósfera siguen aumentando. Los geoingenieros alemanes y británicos han ideado una solución: planean producir grandes cantidades del mineral ikaita y verterlo en las frías aguas de los océanos que rodean los círculos polares. Dado que los ingredientes para fabricar ikaita son la piedra caliza barata y común y el agua, hacer que el proceso sea escalable parece tener buenas posibilidades de éxito. Sin embargo, es necesario seguir trabajando para averiguar si no surgen efectos secundarios adversos inesperados durante y después de añadir ikaita a los océanos.

Paso crucial

Actualmente, alrededor del 25 % de todo el CO₂ emitido a la atmósfera es absorbido por los océanos. Cuando estas moléculas entran en el agua, provocan la acidificación, que tiene un efecto negativo en el medio marino, especialmente para los cangrejos y los mariscos, entre otros, que dependen de los frágiles ecosistemas oceánicos para sobrevivir. Por tanto, es importante no permitir que la acidez del agua oceánica aumente aún más, al tiempo que se amplía la capacidad del océano para eliminar partículas de CO₂ de la atmósfera. Si tiene éxito a gran escala, será un paso valioso en la lucha contra el cambio climático.

Este mineral ayuda a fijar más CO2 en el mar
Esto es ikaita. Foto: Dra. Laura Bastianini (Universidad Heriot-Watt)

El equipo de investigación ha desarrollado un proceso técnico para producir el mineral carbonato hidratado ikaita, que se da de forma natural, pero es poco frecuente. Este mineral es rico en calcio y se disuelve al añadirlo al agua de mar. Durante este proceso, el dióxido de carbono presente en el agua de mar se convierte en iones de bicarbonato (HCO3), un compuesto químico que neutraliza la acidez del agua. El equipo explica que, de este modo, los océanos pueden retener una gran cantidad de CO₂ adicional durante cientos de miles de años.

Los océanos son depósitos de CO₂

Phil Renforth, creador e investigador principal, lo explica: “Para evitar un cambio climático que ponga en peligro la vida y cumplir los objetivos de la ONU de ser neutrales en emisiones de CO₂ para 2050, hay que eliminar de la atmósfera una enorme cantidad de CO₂. Es un reto enorme. Nuestra idea es utilizar los océanos del mundo para ello de forma inteligente. Los océanos son una enorme reserva de dióxido de carbono y queremos aumentar la capacidad de absorción de esta enorme masa de agua, siempre que no perjudique a los ecosistemas marinos y todo el proceso sea seguro y responsable. Ahora estamos ideando un nuevo método, que puede resolver el problema, dejando a salvo la vida y los hábitats de los océanos”.

Cristales de ikaita

Los científicos han ideado un método de producción que convierte la piedra caliza y el agua en el mineral ikaita a gran escala. Las dos materias primas, junto con el CO₂, se colocan a presión en un recipiente reactor. La piedra caliza se disuelve y el “agua dura” resultante se introduce en otro reactor a una presión mucho menor. Esta fluctuación de la presión provoca la formación de cristales de ikaita, que pueden hacer su trabajo de reducción de la acidez en el agua del océano, eliminando el dióxido de carbono extra de la atmósfera. Es importante que la ikaita se añada a agua que no esté a más de 15 grados centígrados, como en los mares del norte de Europa, Rusia, las zonas meridionales de Australia, Sudamérica y Sudáfrica, ya que de lo contrario no se mantendrá la estabilidad química del bien.

Ampliación

“Es de esperar que esta tecnología pueda ampliarse para tener un impacto significativo en el cambio climático. Los costes parecen superar a otras formas de reducir los niveles de CO₂ en la atmósfera. Las materias primas para fabricar ikaita son baratas y omnipresentes. De este modo, por tanto, podríamos dar un gran paso con esto en los próximos 20-30 años. Hay motivos para el optimismo, pero se necesita más investigación para comprender plenamente la tecnología y sus limitaciones”, explica Renforth.

“Aún queda mucho por hacer, sobre todo en lo que respecta a las posibles repercusiones sociales y medioambientales, tanto positivas como negativas. Se necesita una normativa internacional para que esta tecnología se utilice de forma generalizada y un organismo que garantice el control y la verificación durante su aplicación. Nos encontramos en una fase muy emocionante. Se trata de aprovechar este potencial de forma segura y responsable”.

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