Esto es la hepatitis: Conócela, enfréntate a ella

Un poco sobre el gran problema de hepatitis en el mundo ¿Qué es y como se contrae?

Desde su lanzamiento por la Alianza Mundial contra la Hepatitis en 2010, este tema ha sido testigo de un gran éxito porque se centra en el impacto de la hepatitis viral en la vida real. De hecho, hoy en día, la hepatitis viral es un importante problema de salud pública mundial que amenaza a millones de vidas en todo el mundo.

La hepatitis vírica es la inflamación del hígado causada por un virus; hay cinco virus distintos de la hepatitis: hepatitis A, B, C, D y E. Todos ellos causan una infección a corto plazo, o aguda; sin embargo, los virus de la hepatitis B, C y D también pueden causar una infección a largo plazo, conocida como hepatitis crónica, que puede provocar complicaciones potencialmente mortales como cirrosis, insuficiencia hepática y cáncer de hígado.

La hepatitis A suele transmitirse al comer alimentos o beber agua contaminada con el virus. Es la forma menos peligrosa de hepatitis porque casi siempre mejora por sí sola. La hepatitis B, en cambio, puede transmitirse por transfusiones de sangre y por compartir agujas. También puede pasar de la madre al hijo al nacer o poco después (transmisión vertical) y puede pasar entre adultos y niños para infectar a familias enteras (transmisión horizontal). La hepatitis D y la hepatitis E son menos comunes.

La hepatitis C, en la que nos centraremos en este artículo, suele transmitirse por contacto con sangre o agujas contaminadas. Aunque la hepatitis C puede causar solo síntomas leves o ninguno, entre el 20 % y el 30 % de los infectados desarrollan cirrosis en un plazo de 20 a 30 años. A diferencia de la hepatitis B, la hepatitis C no tiene vacuna.

El virus de la hepatitis C (VHC) se descubrió por primera vez en la década de 1980, cuando se puso de manifiesto la existencia de un nuevo virus, no de la hepatitis A ni de la B, que provocaba daños en el hígado. Antes de ser identificado correctamente en 1989, por Michael Houghton, se conocía originalmente como hepatitis no A ni B.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se producen entre 3 y 4 millones de nuevas infecciones. Alrededor de 150 millones de personas están infectadas crónicamente y corren el riesgo de desarrollar cirrosis hepática y/o cáncer de hígado; más de 350 000 personas mueren cada año por enfermedades hepáticas relacionadas con la hepatitis C. La hepatitis C puede tratarse con medicamentos antivirales, pero este tratamiento no suele ser bien tolerado por los pacientes y tiene numerosos efectos secundarios. Por ello, el VHC se ha convertido en el principal motivo de trasplante de hígado entre los adultos de los países occidentales.

El VHC se transmite más comúnmente a través de la exposición a sangre infecciosa; a través de la recepción de transfusiones de sangre contaminada, productos sanguíneos o trasplantes de órganos. También se transmite a través de inyecciones administradas con jeringuillas contaminadas, así como por el consumo de drogas inyectables, y por nacer de una madre infectada por la hepatitis C.

Sin embargo, no se transmite a través de la leche materna, los alimentos o el agua, ni por contacto casual con una persona infectada. En muchos países, las tasas de transmisión disminuyeron sustancialmente con la introducción de los análisis de sangre rutinarios en 1991, lo que no ocurre en la mayoría de los países subdesarrollados.

El VHC no suele detectarse hasta sus fases crónicas, cuando ya ha causado una enfermedad hepática grave. Dado que el ciclo típico de la enfermedad, desde la infección hasta la enfermedad hepática sintomática, puede durar hasta 20 años, el verdadero impacto de esta enfermedad en nuestra creciente población infectada se ha hecho más evidente después de décadas.

La hepatitis C suele permanecer sin diagnosticar durante muchos años, porque sus síntomas suelen atribuirse a otras enfermedades. Por ejemplo, la depresión, la fatiga, los problemas cutáneos, el insomnio, el dolor y los trastornos digestivos pueden tener otras causas. Por estas razones, a menudo se la conoce como la "epidemia silenciosa".

Papel de la Organización Mundial de la Salud (OMS)

En respuesta al estallido de la epidemia de hepatitis, la OMS estableció el Programa Mundial de Hepatitis con el fin de reducir la transmisión de los agentes que causan la hepatitis vírica; reducir la morbilidad y la mortalidad debidas a la hepatitis vírica mediante la mejora del tratamiento de los pacientes, y reducir el impacto socioeconómico de la hepatitis vírica a nivel individual, comunitario y poblacional.

La OMS, en coordinación con la Alianza Mundial contra la Hepatitis, también organiza el Día Mundial de la Hepatitis el 28 de julio de cada año. Este evento anual tiene como objetivo proporcionar un enfoque internacional para los grupos de pacientes y las personas que viven con hepatitis virales. Es una oportunidad para aumentar la concienciación mundial e influir en un cambio real en la prevención de la enfermedad y el acceso a las pruebas y el tratamiento.

Al tratarse de una enfermedad relativamente nueva, todavía hay muchos aspectos de la hepatitis C que no se conocen del todo. Los países deben revisar sus estrategias para luchar contra la hepatitis C y mejorar el acceso a la detección y el tratamiento tempranos de los pacientes crónicos para prevenir las complicaciones hepáticas. También deben garantizar el acceso, la equidad y la sostenibilidad de la atención, permitiendo que todas las personas que cumplen los requisitos puedan acceder a los servicios de tratamiento.

Se necesitan esfuerzos globales para luchar contra la hepatitis C, ayudar a los países de bajos ingresos a aumentar el acceso al tratamiento y fomentar la investigación científica para encontrar nuevos medicamentos y una vacuna eficaz contra la epidemia silenciosa que amenaza al mundo.

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