La mejor manera de cambiar el comportamiento: amenaza o recompensa

¿Recuerda la última vez que logró un hito en su vida o que cambió su comportamiento de una manera que nunca había imaginado? ¿Fue en respuesta a una amenaza o a una recompensa?

No hace falta decir que nuestro cerebro es nuestro motor, del que recibimos señales para actuar. Por lo tanto, el lenguaje que utilizamos es extremadamente importante; determina en gran medida nuestra salud física y mental.

Amenaza vs. Recompensa

Aunque algunas personas consideran que amenazar o recompensar son dos caras de la misma moneda, un método para conseguir que los demás cambien su comportamiento, tienen un efecto completamente diferente en el cerebro y también en el cuerpo. Todo el mundo necesita un grado de excitación para actuar; desde una edad temprana, se nos presentan estos dos conceptos de alguna manera: la recompensa como motivación, o la amenaza de castigo.

Ambos funcionan hasta cierto punto, pero ¿cuál es mejor? ¿La promesa de zanahorias o la amenaza de palos? Pues bien, un estudio realizado sobre esta cuestión ha llegado a resultados muy interesantes al poner de manifiesto el efecto de ambos métodos en el cerebro y el cuerpo.

Las respuestas a las oportunidades y las amenazas son de naturaleza emocional; están vinculadas directamente al sistema límbico del cerebro, responsable de las respuestas emocionales. Un estímulo fuerte, como una amenaza, desencadena una fuerte respuesta emocional, tanto si esta amenaza es interna como externa. En respuesta a una amenaza, el sistema nervioso simpático se activa para iniciar lo que suele denominarse una respuesta de "lucha o huida". Como resultado, se libera cortisol, (la hormona que aumenta el azúcar en la sangre y suprime el sistema inmunológico para que la energía pueda ser redirigida y hacer frente a la amenaza percibida). Además del cortisol se libera otras hormonas que tratan de ayudar al cuerpo a prepararse para una fuerte respuesta física.

Por otro lado, cuando se consigue una recompensa, el sistema límbico y los ganglios basales, en particular el núcleo accumbens (NAc), liberan neurotransmisores. Estos elevan los niveles de dopamina y provocan sentimientos de satisfacción y placer. Estas sensaciones fomentan nuestra tendencia a repetir el comportamiento para volver a tener la misma sensación.

El estudio también muestra que nuestra tendencia a reaccionar eficazmente ante la amenaza o la recompensa cambia a lo largo de la vida. Los niños tienden a responder eficazmente al concepto de recompensa, mientras que los adultos pueden percibir el concepto de amenaza. Sin embargo, este desvío vuelve a producirse por encima de los 40 años, y las personas actúan mejor al recibir una recompensa.

Estrategia positiva para obtener mejores resultados

En resumen, las amenazas y las advertencias tienen poco impacto en el comportamiento. A largo plazo, provocan deficiencias en la creatividad y la energía que se agotan rápidamente, y un aumento del estrés, que afecta a nuestra memoria y capacidad de concentración, y crea sentimientos de pánico. Sin embargo, la recompensa desencadena la satisfacción, nos ayuda a construir un propósito y carga el cerebro tiende a buscar el progreso.

Si alguna vez se ha preguntado por qué las personas nunca tienen la misma reacción aunque se les introduzca el mismo tipo de tratamiento, la respuesta ahora está más clara.

Artículo Anterior Artículo Siguiente

Formulario de contacto