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¿Se puede estar con sobrepeso y aun así estar sano? Un estudio danés plantea que sí
miércoles, septiembre 17, 2025

¿Se puede estar con sobrepeso y aun así estar sano? Un estudio danés plantea que sí

Una persona adulta con sobrepeso camina al aire libre

En principio, tener sobrepeso u obesidad suele considerarse negativo para la salud. Sin embargo, un nuevo estudio realizado en Dinamarca sugiere que la relación entre el índice de masa corporal (IMC) y la mortalidad es más compleja de lo que tradicionalmente se ha creído. Según los hallazgos, las personas con bajo peso enfrentan un riesgo de muerte mayor que aquellas con sobrepeso moderado.

Según el comunicado difundido a través de EurekAlert por la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD), en la investigación participaron más de 85 000 personas. Los resultados sorprendieron a los propios científicos: durante el seguimiento de cinco años, los participantes con sobrepeso —es decir, con un IMC entre 25 y 30— e incluso un grupo con obesidad moderada (IMC de 30 a 35) no mostraron un mayor riesgo de muerte en comparación con quienes tenían un IMC considerado saludable, situado entre 22,5 y 25. Por el contrario, quienes estaban en el rango bajo-normativo (18,5 a 22,5) e incluso aquellos con bajo peso (menos de 18,5) sí tuvieron un aumento significativo en la mortalidad.

Según el comunicado difundido a través de EurekAlert por la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes (EASD), en la investigación participaron 85.761 personas, en su mayoría mujeres con una mediana de edad de 66 años. Los resultados sorprendieron a los propios científicos: durante el seguimiento de cinco años, los participantes con sobrepeso —es decir, con un IMC entre 25 y 30— e incluso un grupo con obesidad moderada (IMC de 30 a 35) no mostraron un mayor riesgo de muerte en comparación con quienes tenían un IMC considerado saludable, situado entre 22,5 y 25.

Antes de entrar en los matices, los investigadores subrayan un punto clave: ni el sobrepeso ni la obesidad dejan de tener riesgos para la salud. Pero lo que este estudio aporta es una perspectiva más matizada, en la que entran en juego otros factores como la distribución de la grasa corporal, la presencia de enfermedades metabólicas y la propia edad de los pacientes.

Un estudio con más de 85 000 participantes

La investigación se basó en datos de un amplio cohorte danés en el que participaron 85 000 personas adultas, seguidas durante cinco años. En ese periodo murieron 7555 participantes, es decir, alrededor del 8 %. La información fue ajustada teniendo en cuenta variables como edad, sexo, comorbilidades y nivel educativo, lo que dio mayor solidez a las conclusiones.

El análisis mostró que quienes presentaban bajo peso tenían casi tres veces más probabilidades de morir en comparación con aquellos con el “IMC más saludable”. En el otro extremo, las personas con obesidad severa (IMC por encima de 40) tenían un riesgo 2,1 veces mayor. Incluso dentro del rango considerado normal, aquellos con un IMC entre 18,5 y 20 duplicaban el riesgo de mortalidad.

Lo llamativo es que, a diferencia de lo que sostienen muchas guías clínicas tradicionales, el sobrepeso y la obesidad moderada no aumentaron la mortalidad en este seguimiento. Esta observación abre un debate sobre hasta qué punto el IMC, utilizado durante décadas como referencia universal, es un buen predictor del riesgo real de salud.

El papel del bajo peso: un riesgo subestimado

Para Sigrid Bjerge Gribsholt, investigadora principal del Aarhus University Hospital y líder del trabajo, tanto el bajo peso como la obesidad representan problemas globales de salud. “Obesidad puede alterar el metabolismo, debilitar el sistema inmunitario y aumentar el riesgo de enfermedades como la diabetes, patologías cardiovasculares y hasta quince tipos diferentes de cáncer”, explicó.

No obstante, advierte que el bajo peso también debe ser tomado en serio. “El bajo peso está vinculado con la desnutrición, un sistema inmune debilitado y deficiencias de nutrientes esenciales”, señaló. En otras palabras, no se trata únicamente de evitar la obesidad, sino de reconocer que estar demasiado delgado también conlleva consecuencias graves para la salud.

Este matiz es relevante, ya que gran parte del discurso público y médico ha puesto énfasis en los riesgos del exceso de peso, dejando a un lado las complicaciones de tener un IMC demasiado bajo. El estudio sugiere que este desequilibrio en la percepción podría haber llevado a subestimar la gravedad del problema.

¿Qué tan confiable es el IMC como indicador de salud?

Uno de los aspectos más interesantes de la investigación es que pone en cuestión el valor absoluto del IMC como marcador de riesgo. El IMC, que se calcula dividiendo el peso en kilogramos entre la altura al cuadrado, ha sido durante décadas una herramienta básica para clasificar a las personas en categorías de bajo peso, normopeso, sobrepeso y obesidad.

Sin embargo, diversos especialistas llevan tiempo advirtiendo que se trata de un indicador demasiado simple, que no refleja la composición corporal ni la distribución de la grasa. “El IMC solo da una estimación aproximada”, explicó Jens Meldgaard Bruun, coautor del estudio. “Lo que realmente importa es cómo se distribuye la grasa en el cuerpo”.

Bruun puso como ejemplo la diferencia entre la grasa visceral y la grasa subcutánea. La primera, que se acumula en el abdomen y rodea a los órganos vitales, libera sustancias que afectan negativamente el metabolismo y elevan el riesgo de diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedades cardiovasculares. En cambio, la grasa subcutánea, que se deposita en muslos, glúteos y caderas, tiene un efecto mucho menos dañino.

De ahí que dos personas con un mismo IMC puedan tener perfiles de riesgo completamente distintos. “Una persona con un IMC de 35 y un cuerpo en forma de manzana puede desarrollar diabetes o hipertensión, mientras que otra con idéntico IMC y un cuerpo en forma de pera puede no presentar esos problemas”, resumió el investigador.

Posibles explicaciones para los resultados

Que un IMC de hasta 35 no se relacionara con mayor mortalidad sorprendió incluso a los propios autores. Una posible explicación que plantean es el fenómeno de la causalidad inversa: algunas personas pierden peso debido a enfermedades graves que, en sí mismas, aumentan el riesgo de muerte. En estos casos, no es el bajo IMC lo que causa la mortalidad, sino la enfermedad subyacente.

Además, al tratarse de una cohorte compuesta en su mayoría por personas mayores y con antecedentes de problemas de salud —ya que los participantes se sometieron a estudios de imagen por motivos médicos—, es posible que existan características específicas de esta población que influyan en los resultados.

Gribsholt reconoce estas limitaciones, pero insiste en que el hallazgo más sólido sigue siendo el alto riesgo asociado al bajo peso. “En línea con estudios previos, vimos que las personas con bajo peso tienen un riesgo mucho más elevado de mortalidad”, recalcó.

Una visión más personalizada del tratamiento de la obesidad

Los resultados no significan que la obesidad moderada sea inocua, aclaran los investigadores. Más bien, ponen sobre la mesa la necesidad de evaluar la salud de cada persona de forma integral. En este sentido, Bruun fue claro al señalar que “el tratamiento de la obesidad debe ser personalizado, teniendo en cuenta factores como la distribución de la grasa y la presencia de enfermedades como la diabetes, a la hora de definir un peso objetivo”.

De este modo, las recomendaciones médicas se alejarían de una visión única centrada en el IMC y se acercarían a un enfoque más individualizado, donde el perfil metabólico, la presión arterial, los niveles de glucosa y colesterol, así como la calidad de vida, pesen más en la toma de decisiones.

Un debate abierto sobre el “IMC más saludable”

El estudio también reactiva una discusión que lleva años dividiendo a la comunidad científica: ¿cuál es realmente el IMC asociado con la menor mortalidad?

Durante décadas, se asumió que el rango más seguro se situaba entre 20 y 25. Sin embargo, investigaciones más recientes apuntan a que este umbral podría haberse desplazado ligeramente hacia arriba, debido a los avances médicos y a la mejora en la salud general de la población. “Lo que se consideraba el rango ideal hace unos años puede no serlo ahora”, apuntó Gribsholt.

Esto significa que las recomendaciones sobre peso saludable podrían variar en el futuro, a medida que se acumulen nuevas evidencias y se entienda mejor la interacción entre factores como la genética, el estilo de vida y las enfermedades crónicas.

Implicaciones para médicos y pacientes

Más allá de los matices estadísticos, los resultados tienen un mensaje claro para la práctica médica: no basta con mirar el IMC para evaluar el estado de salud de una persona. Es necesario incorporar otros indicadores, como la distribución de grasa, la presión arterial, los niveles de glucosa y lípidos, así como el estado nutricional y la presencia de enfermedades crónicas.

Esto implica que tanto pacientes como profesionales de la salud deben evitar simplificaciones del tipo “cuanto más bajo el IMC, mejor”. El estudio demuestra que un IMC bajo puede ser tan peligroso, o incluso más, que un IMC ligeramente elevado.

Lo que queda por investigar

Aunque los resultados son consistentes, los autores subrayan que se trata de datos presentados en un congreso y que aún deben ser confirmados en publicaciones científicas revisadas por pares. Además, el hecho de que la cohorte estuviera compuesta principalmente por personas mayores con antecedentes médicos limita la generalización de los hallazgos a toda la población.

Los próximos pasos serán profundizar en los mecanismos que explican por qué el bajo peso se asocia con tanta mortalidad, explorar el papel de la inflamación crónica y analizar cómo interactúan otros factores de estilo de vida, como la actividad física y la dieta.

Una nueva forma de entender el peso y la salud

En conclusión, este estudio danés desafía las nociones tradicionales sobre el IMC y la mortalidad. No significa que la obesidad deje de ser un problema —los riesgos metabólicos y cardiovasculares siguen siendo indiscutibles—, pero sí aporta evidencia de que el bajo peso representa un riesgo mayor del que se suele reconocer.

El mensaje principal es claro: evaluar la salud únicamente a partir del IMC puede ser engañoso. Una visión más completa, que integre distribución de grasa, marcadores metabólicos y estado nutricional, permitirá distinguir mejor quién puede considerarse “sano” aunque su IMC se sitúe fuera de los rangos clásicos.

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