Inicio
Brasil
Elecciones
Política
Sociedad
Voto
Prebunking: advertir y explicar antes de que aparezca la desinformación aumenta la confianza en las elecciones
martes, septiembre 02, 2025

Prebunking: advertir y explicar antes de que aparezca la desinformación aumenta la confianza en las elecciones

Grupo de personas protestando con pancartas tras una elección en Estados Unidos.

Advertir a la ciudadanía sobre la posible aparición de noticias falsas y, sobre todo, ofrecer datos concretos sobre cómo se protegen los votos —una estrategia conocida como “prebunking”— eleva la confianza en los resultados electorales y reduce la propensión a creer en afirmaciones de fraude.

El avance fue descrito en un artículo publicado en la revista Science Advances, y sus hallazgos fueron además difundidos en un comunicado de prensa en EurekAlert! . Ambos documentos destacan cómo las intervenciones basadas en prebunking lograron incrementar la confianza en procesos electorales en dos países donde los rumores de fraude han tenido graves consecuencias.

El hallazgo surge de una serie de experimentos realizados en dos democracias que vivieron grandes controversias postelectorales en los últimos años: Estados Unidos y Brasil. Los autores analizaron cómo responden los votantes cuando se les proporciona, antes de que aparezcan rumores o relatos engañosos, información sobre las medidas que existen para asegurar la integridad del proceso electoral. Los resultados muestran efectos claros y medibles sobre la confianza en las urnas y sobre la reducción de creencias erróneas respecto a la existencia de fraude generalizado.

Qué hicieron los investigadores

Los autores diseñaron tres experimentos de encuestas en línea que compararon dos tipos de intervención informativa frente a un grupo de control: por un lado, correcciones retrospectivas procedentes de “fuentes creíbles” —personas o instituciones que hablan contra el interés inmediato de su partido o grupo—; por otro, mensajes de prebunking que advierten de que circulan afirmaciones falsas y, sobre todo, describen de forma prospectiva las prácticas y salvaguardas que protegen las elecciones. En la práctica, el prebunking incluye explicaciones sobre pruebas y testeo de máquinas de votación, validación del voto por correo y medidas para el conteo seguro y transparente de papeletas.

Los estudios se implementaron en distintos momentos: el primero en Estados Unidos antes de las elecciones intermedias de 2022; el segundo en Brasil, tras las elecciones presidenciales de 2022; y un tercero, de seguimiento, que aisló elementos del diseño experimental (por ejemplo, si la advertencia —forewarning— formaba parte o no del tratamiento de prebunking). En conjunto participaron más de 5500 personas reclutadas mediante plataformas de encuestas en línea en ambos países; los participantes fueron asignados al azar a una de las condiciones experimentales o al control para permitir comparaciones causales.

La intención del diseño fue evaluar no solo si la corrección de afirmaciones falsas funciona, sino también cuál de las dos estrategias —apelar a la credibilidad del mensajero o proporcionar hechos prospectivos sobre la seguridad electoral— resulta más eficaz para mejorar la percepción de legitimidad de los comicios y para disminuir la receptividad a narrativas conspirativas. Los autores midieron múltiples resultados: confianza en los resultados pasados y futuros, percepción de la frecuencia del fraude, estimación de cuántos escaños se habrían ganado por fraude y precisión en creencias fácticas sobre el proceso electoral.

Resultados principales: efectos y diferencias entre países

En términos generales, ambas intervenciones —las correcciones de “fuentes creíbles” y el prebunking— produjeron aumentos en la confianza sobre el resultado electoral y redujeron la creencia en la prevalencia del fraude en varios de los indicadores medidos. Sin embargo, hubo matices importantes entre contextos y tratamientos: en Estados Unidos, tanto las declaraciones de fuentes creíbles como los mensajes de prebunking mostraron efectos inmediatos en la mejora de actitudes hacia la integridad electoral, aunque el prebunking pareció mostrar una mayor —y en algunos casos más duradera— persistencia de efecto en mediciones posteriores.

En Brasil, la diferencia fue más pronunciada: el prebunking superó con claridad al tratamiento basado en fuentes creíbles en una variedad de resultados —aumentó la confianza en las elecciones, redujo la percepción de fraude y mejoró la precisión en creencias fácticas—, lo que sugiere que presentar información concreta sobre cómo se garantiza la seguridad electoral puede ser particularmente efectivo en contextos con sistemas o narrativas distintas.

Los autores presentan cifras concretas que ayudan a entender la magnitud del efecto. Por ejemplo, cuando se analizó la postura entre votantes republicanos en Estados Unidos sobre si Joe Biden había ganado legítimamente la presidencia en 2020, la proporción que respondió afirmativamente aumentó del 33 % en el grupo de control a 44 % entre quienes recibieron mensajes de “fuentes creíbles” y a 39 % entre quienes recibieron el tratamiento de prebunking —lo que indica que ambos enfoques tuvieron impacto, con matices según el subgrupo. 

Además, los resultados mostraron que los efectos eran a menudo más fuertes entre las personas que tenían creencias más erróneas al inicio del estudio o que, por su inclinación previa, eran más vulnerables a aceptar desinformación. Esto implica que las intervenciones no actúan de manera uniforme en toda la población: tienden a producir cambios más grandes donde antes había más desinformación o más predisposición a creerla.

El mecanismo: por qué funciona (o falla) el prebunking

Una de las contribuciones clave del trabajo fue la exploración del mecanismo detrás del prebunking. Los investigadores distinguieron entre el efecto de una “advertencia” (una forewarning que dice “atención: podrían aparecer afirmaciones falsas”) y el efecto de entregar hechos nuevos y concretos sobre cómo se asegura el proceso de votación. Los hallazgos indican que la parte decisiva no es tanto la simple advertencia, sino la provisión de información novedosa y específica sobre salvaguardas electorales: explicar cómo se prueban las máquinas, cómo se validan las boletas o cómo se gestionan las cadenas de custodia tiende a mejorar la capacidad de los ciudadanos para juzgar la veracidad de reclamos sobre fraude.

De forma explícita, en uno de los experimentos se observó que cuando se omitía la advertencia (la parte de “cuidado, habrá falsedades”), el prebunking seguía siendo efectivo o incluso mostraba efectos más robustos, lo que sugiere que el valor está en presentar contenidos informativos nuevos —no en decir simplemente que existe desinformación. En otras palabras: explicar algo es más útil que simplemente alertar sobre la posible existencia de mentiras. 

Este hallazgo tiene implicaciones conceptuales: apoya la tesis de que la memorización y la codificación temprana de información veraz (antes de la exposición a narrativas engañosas) puede condicionar la forma en que la gente procesa y filtra mensajes posteriores. Dicho de otro modo, dotar a la ciudadanía de hechos verificables sobre procedimientos protege a escala individual y colectiva la interpretación de lo que vendrá después en el discurso público. 

Qué dicen los autores y por qué importa

Brendan Nyhan, uno de los coautores, resumió la lógica del hallazgo de forma clara: “El prebunking es eficaz porque proporciona a las personas hechos novedosos sobre cómo se protegen las elecciones” —una explicación que vincula directamente la eficacia del tratamiento con el aporte de información sustantiva y verificable.

John Carey, otro de los autores, subrayó la esperanza que ofrecen estos resultados para la práctica institucional: “A menudo se escucha que las personas no responden a los hechos ni se interesan por los detalles, pero nuestros experimentos aumentaron la exactitud de las creencias, incluso entre quienes inicialmente estaban más aferrados a ideas que no están respaldadas por la evidencia” —un diagnóstico optimista sobre la capacidad de la información para corregir percepciones erróneas.

Los autores concluyen de forma prudente pero clara que los organismos electorales, las autoridades locales y los responsables de la administración de comicios ganarían si adoptaran una estrategia proactiva: comunicar con anticipación y con concreción las medidas que se aplican para proteger las votaciones puede servir como herramienta preventiva frente a relatos falsos que, en contextos extremos, han llevado incluso a episodios de violencia y ataques contra instituciones.

Recomendaciones prácticas derivadas del estudio

A partir de los resultados, se pueden identificar medidas operativas que no requieren tecnologías sofisticadas pero sí voluntad de transparencia y comunicación: preparar materiales explicativos sobre cómo se prueban y resguardan los sistemas de voto, difundir guías breves sobre el tratamiento del voto por correo y las garantías de las urnas, y facilitar comunicados con lenguaje sencillo y ejemplos concretos de procedimientos. Estos mensajes deben distribuirse antes de las campañas desinformativas, idealmente a través de canales que lleguen a públicos diversos (medios locales, redes sociales institucionales, comunicados públicos). 

El estudio sugiere además que no basta con invocar autoridades: la información debe ser nueva, específica y presentada de forma que sea fácil de recordar. En contextos donde las fuentes oficiales sufren desconfianza, el enfoque en describir procesos puede ser más efectivo que depender exclusivamente de la autoridad del emisor; por eso el prebunking aparece, en algunos casos, como más robusto que el simple respaldo de “fuentes creíbles”.

Otro aspecto operativo es la segmentación: dado que los efectos tienden a ser mayores entre quienes partían con creencias erróneas, las campañas preventivas podrían priorizar públicos con mayor vulnerabilidad a la desinformación, sin excluir esfuerzos universales. La idea no es convertir la comunicación pública en propaganda, sino reforzar la alfabetización cívica con datos concretos sobre prácticas y salvaguardas. 

Limitaciones y preguntas abiertas

Los investigadores señalan varias limitaciones que conviene recordar antes de extrapolar sin cautela los resultados. Primero, los estudios se realizan en dos países concretos (Estados Unidos y Brasil) con historias políticas y mediáticas particulares; por tanto, si bien los resultados son prometedores, su replicabilidad en otros contextos culturales y tecnológicos debe probarse. Segundo, los efectos observados, aunque claros e importantes en el corto plazo, varían en su duración: algunas medidas mostraron persistencia moderada y otras se atenuaron con el tiempo, de modo que la durabilidad de la corrección es una cuestión abierta.

Los autores también advierten sobre la complejidad de los diseños experimentales: ciertas combinaciones de elementos (por ejemplo, la inclusión o exclusión de la advertencia/forewarning) modifican la eficacia del prebunking, lo que indica que no existe una receta única y que los detalles del mensaje —tono, contenido, ejemplos concretos— importan mucho. Además, medir la traducción de las actitudes experimentales a comportamientos reales en el mundo (por ejemplo, participación electoral o acciones ciudadanas) requerirá estudios complementarios.

Finalmente, queda por explorar cómo interactúan estas intervenciones con el ecosistema de medios sociales y con actores que deliberadamente difunden narrativas falsas de manera coordinada. Los experimentos controlados aportan evidencia causal valiosa, pero la dinámica real online —con algoritmos, amplificadores y cámaras de eco— añade capas que deberán investigarse con diseños complementarios.

Implicaciones para gobiernos, administradores electorales y medios

Para los administradores de elecciones, el mensaje es claro: la transparencia activa y la educación cívica basada en hechos pueden funcionar como un seguro preventivo. No se trata solo de desmentir tras la aparición de rumores, sino de introducir hechos verificables en la conversación pública antes de que se difundan las falsedades. Esto exige inversión en comunicadores públicos, materiales didácticos y programas de alcance que expliquen, en lenguaje llano, cómo se protegen las urnas y cómo se cuentan las boletas.

Los medios de comunicación y las plataformas digitales también tienen un papel: dar espacio a explicaciones claras y verificables sobre los procedimientos electorales, y priorizar piezas informativas que ayuden a la ciudadanía a entender el “cómo” del proceso, no solo el “qué” del resultado. Al centrar la atención en mecanismos y salvaguardas concretas, se contribuye a construir una base de conocimiento que hace menos fértil el terreno para narrativas conspirativas.

Desde la sociedad civil, las iniciativas que combinen divulgación, formación y participación ciudadana pueden amplificar estos efectos. Organizaciones no gubernamentales, universidades y grupos comunitarios pueden adaptar materiales de prebunking para públicos locales, trabajar con periodistas y diseñar campañas que expliquen paso a paso las garantías electorales. El estudio muestra que esta inversión comunicativa no es teatro: produce cambios verificables en la percepción pública.

Un mensaje prudente para democracias en tensión

Los resultados del trabajo son, en definitiva, una invitación a apostar por la prevención informativa como herramienta de defensa de la democracia. No eliminan la desinformación de raíz ni sustituyen otras políticas necesarias (por ejemplo, regulaciones sobre financiamiento de campañas o seguridad informática), pero ofrecen una palanca relativamente directa y con efectos medibles para sostener la confianza pública en momentos de tensión. Como dicen los autores, la clave es proporcionar hechos nuevos y verificables sobre cómo se protegen las elecciones; hacerlo con antelación puede inclinar la balanza en favor de la claridad frente a la confusión.

En resumen, si las democracias quieren recuperar o fortalecer la confianza de sus ciudadanos, no basta con reaccionar ante la desinformación: es necesario anticiparse y explicar con claridad cómo funcionan las protecciones del sistema electoral. La evidencia experimental de este estudio sugiere que, en muchos casos, esa estrategia preventiva puede marcar una diferencia tangible en la percepción pública sobre la legitimidad de los comicios. 

Sin comentarios