Más de 1000 millones de personas en todo el mundo viven con algún tipo de problema de salud mental, según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que advierte de que los esfuerzos realizados hasta ahora no son suficientes para hacer frente a una crisis silenciosa que afecta a todas las regiones y estratos sociales.
Los datos fueron presentados en dos informes de la Organización Mundial de la Salud: World Mental Health Today y Mental Health Atlas 2024, donde se detalla la magnitud del problema y los desafíos urgentes en la atención. Según la información difundida por la plataforma científica Scimex, las enfermedades mentales se han convertido en una de las principales causas de discapacidad a largo plazo, con consecuencias tanto en la salud individual como en la economía global.
Los datos muestran que las afecciones psicológicas se extienden de manera transversal en las sociedades: afectan a jóvenes y adultos, ricos y pobres, en países desarrollados y en aquellos con menos recursos. La OMS subraya que la salud mental debe dejar de ser tratada como un privilegio y pasar a considerarse un derecho humano fundamental. El director general del organismo, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró que “transformar los servicios de salud mental es uno de los desafíos más urgentes de la salud pública. Invertir en salud mental significa invertir en las personas, las comunidades y las economías — una inversión que ningún país puede permitirse ignorar. Cada gobierno tiene la responsabilidad de tratar la salud mental como un derecho básico, no como un lujo”.
Una crisis global en aumento
En países como los Países Bajos, un estudio del Trimbos Instituut revela que casi la mitad de los adultos entre 18 y 75 años (48 %) han experimentado algún problema psicológico a lo largo de su vida, entre ellos ansiedad y depresión. El 14 % de la población ha necesitado atención médica especializada, lo que refleja la magnitud de la demanda de servicios de salud mental en sociedades con sistemas de salud consolidados.
Si se observa el panorama global, la situación es aún más preocupante. La OMS estima que más de 1000 millones de personas en todo el planeta padecen trastornos relacionados con la salud mental. Entre los más comunes destacan los trastornos de ansiedad, la depresión y condiciones graves que impactan en la calidad de vida de quienes las sufren. Estos problemas no solo afectan al bienestar personal, sino también al tejido social y a la productividad de las naciones.
Uno de los puntos más alarmantes señalados por los informes es el aumento de los casos de suicidio. La comunidad internacional, bajo la meta de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, se comprometió a reducir en un tercio las tasas de suicidio para el año 2030. Sin embargo, las tendencias actuales indican que esa reducción se quedaría apenas en un 12 %, lo que evidencia la insuficiencia de las estrategias actuales.
El costo económico y social de la salud mental
La carga económica de los problemas de salud mental es monumental. Solo la depresión y los trastornos de ansiedad cuestan a la economía mundial alrededor de 1 billón de dólares cada año debido, principalmente, a la pérdida de productividad. Esto convierte la falta de inversión en salud mental en un error estratégico no solo desde el punto de vista sanitario, sino también económico.
La OMS recalca que mejorar la atención en salud mental no debe verse únicamente como un gasto, sino como una inversión con retornos significativos para las sociedades. “Cuando se invierte en la salud mental, se generan comunidades más resilientes, se mejora la productividad laboral y se reduce la presión sobre los sistemas de salud y bienestar social”, señalan los informes.
La evidencia apunta a que los países que destinan más recursos a este campo logran reducir las tasas de discapacidad, incrementar la inserción laboral de personas con antecedentes de trastornos mentales y disminuir la incidencia de hospitalizaciones prolongadas. Sin embargo, la desigualdad entre naciones en cuanto a recursos disponibles es abismal, lo que dificulta la construcción de un enfoque global equitativo.
Avances desiguales y falta de reformas
El informe Mental Health Atlas 2024 revela que, aunque muchos países han reforzado sus planes y políticas nacionales de salud mental, las reformas legales siguen siendo escasas. Apenas un pequeño grupo de gobiernos ha introducido cambios significativos en la legislación para garantizar la protección de los derechos de las personas con trastornos mentales.
En lo que respecta a la financiación, el panorama tampoco es alentador. En promedio, los países destinan apenas un 2 % de sus presupuestos de salud a este ámbito, la misma cifra que en 2017. Los contrastes entre regiones son notables: mientras las naciones con altos ingresos invierten hasta 65 dólares por persona en servicios de salud mental, en los países de bajos ingresos la inversión se reduce a apenas 0,04 dólares per cápita.
La falta de profesionales es otro factor crítico. A nivel mundial, solo hay un promedio de 13 especialistas en salud mental por cada 100 000 habitantes. La brecha se acentúa en los países en desarrollo, donde la falta de psiquiatras, psicólogos y personal capacitado hace prácticamente imposible ofrecer servicios adecuados a toda la población que los necesita.
Mujeres, jóvenes y grupos vulnerables: los más afectados
El informe World Mental Health Today hace hincapié en que ciertos grupos poblacionales presentan mayores niveles de vulnerabilidad. Las mujeres, en particular, registran una incidencia más elevada de trastornos de ansiedad y depresión en comparación con los hombres. Entre los factores que explican esta diferencia se encuentran las desigualdades de género, la violencia doméstica y la carga desproporcionada de responsabilidades familiares y laborales.
Los jóvenes constituyen otro grupo especialmente expuesto. En muchos países, la presión académica, las dificultades económicas y la incertidumbre sobre el futuro han generado un incremento de los diagnósticos de ansiedad y depresión entre adolescentes y adultos jóvenes. El acceso limitado a servicios de atención primaria en salud mental agrava la situación, dejando a muchos sin el apoyo necesario en etapas críticas de su vida.
Asimismo, personas en situación de pobreza, migrantes y comunidades afectadas por conflictos armados o desastres naturales presentan tasas más elevadas de trastornos mentales. En estos contextos, la salud mental suele quedar relegada frente a otras necesidades urgentes, lo que prolonga el sufrimiento y multiplica los efectos adversos.
Un llamado urgente a la acción global
Los informes publicados por la OMS buscan servir de punto de partida para intensificar el debate político y social en torno a la salud mental, de cara a una próxima cumbre de Naciones Unidas dedicada a este tema. La organización insiste en que no se trata únicamente de una cuestión de salud, sino de un imperativo social y económico que afecta al desarrollo sostenible de los países.
El organismo internacional plantea que las soluciones deben incluir una mayor inversión pública, campañas de concienciación para reducir el estigma, fortalecimiento de la atención primaria y mecanismos de protección legal que garanticen la igualdad de derechos de las personas con problemas de salud mental. Además, destaca la importancia de compartir experiencias exitosas entre países, con el fin de replicar modelos que han demostrado eficacia en la prevención y el tratamiento.
“Sabemos lo que funciona, pero necesitamos voluntad política para hacerlo realidad”, enfatizan los responsables de los informes. El reto, señalan, es pasar de las palabras a la acción, para que la salud mental deje de ser el eslabón débil de los sistemas sanitarios y se convierta en un pilar central de la salud pública global.
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