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Filtros para eliminar PFAS también reducen otras sustancias tóxicas en el agua potable
viernes, septiembre 05, 2025

Filtros para eliminar PFAS también reducen otras sustancias tóxicas en el agua potable

Un vaso con agua, símbolo de la eliminación de PFAS y otras sustancias tóxicas para un consumo más seguro.

Un nuevo estudio demuestra que las tecnologías avanzadas que eliminan los llamados ‘químicos eternos’ del agua potable también logran reducir significativamente otras sustancias peligrosas, como subproductos de desinfección, nitratos y metales pesados. Los hallazgos sugieren que una sola solución de tratamiento puede atacar varios problemas a la vez, con beneficios sanitarios mucho mayores de lo esperado.

El avance quedó plasmado en una investigación publicada en la revista ACS ES&T Water, desarrollada por el Environmental Working Group (EWG) y centrada en el impacto de sistemas de filtración que ya se utilizan en distintos servicios de agua de Estados Unidos. Según el análisis, tecnologías como la adsorción con carbón activado granular, la ósmosis inversa o la resina de intercambio iónico, conocidas por su capacidad de reducir las concentraciones de PFAS, también actúan de manera eficaz contra otras amenazas invisibles presentes en las redes de agua potable.

PFAS —perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas— se han ganado el apodo de químicos eternos debido a que no se degradan de manera natural y tienden a acumularse tanto en el medio ambiente como en el cuerpo humano. Su sola presencia en el agua potable ya representa un desafío sanitario y regulatorio de enorme escala. Sin embargo, la nueva investigación confirma que cuando se aplican sistemas capaces de retener estas moléculas persistentes, también disminuyen otros contaminantes como los trihalometanos, los haloacéticos y ciertos metales que tienen efectos tóxicos comprobados en la salud.

Una reducción múltiple en 19 sistemas de agua

Los investigadores del EWG analizaron 19 sistemas de agua en Estados Unidos que habían instalado tratamientos de última generación contra PFAS. Los datos revelaron que, tras la implementación de estas tecnologías, la concentración de trihalometanos —compuestos generados durante el proceso de desinfección— disminuyó en promedio un 42 %, mientras que los ácidos haloacéticos cayeron un 50 %. Estas sustancias, conocidas como subproductos de desinfección, aparecen cuando el cloro o agentes similares reaccionan con materia orgánica presente en el agua, y la exposición prolongada se asocia con un mayor riesgo de cáncer y otros problemas de salud.

Pero los resultados no se limitaron a esas moléculas. Los registros también mostraron reducciones en niveles de nitratos de origen agrícola y en metales pesados como arsénico y uranio, todos ellos asociados a enfermedades graves cuando se consumen por largos periodos. La científica Sydney Evans, una de las autoras principales del trabajo, lo resumió así: “el filtrado de PFAS no solo sirve para eliminar los ‘químicos eternos’. También puede representar una mejora general de la calidad del agua, porque estas tecnologías permiten extraer una mezcla mucho más amplia de contaminantes”.

Una visión más realista de la exposición

El equipo de investigación recalca que este enfoque ofrece una mirada más cercana a la realidad de la exposición cotidiana. Los ciudadanos no están expuestos únicamente a una sustancia aislada, sino a un cóctel de contaminantes en bajas concentraciones que, combinados, representan riesgos acumulativos. Medir los efectos de las tecnologías de filtración de manera integral permite visualizar los beneficios adicionales —los llamados co-benefits— que no se percibirían si cada sustancia se analizara por separado.

No obstante, el estudio también evidencia limitaciones en los programas de monitoreo actuales. En Estados Unidos, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) coordina un sistema nacional de seguimiento de contaminantes en agua potable. Sin embargo, la información es fragmentaria: no todos los sistemas miden las mismas sustancias ni con la misma frecuencia. Esto hace que, aunque se reconozcan mejoras en múltiples parámetros, sea complejo establecer un panorama uniforme y evaluar de manera sistemática la efectividad de cada tratamiento.

Los riesgos de los PFAS en la salud humana

Los PFAS ya eran motivo de gran preocupación antes de este nuevo hallazgo. Aun en concentraciones mínimas, se han relacionado con la supresión del sistema inmunológico, mayor incidencia de cáncer, complicaciones en el desarrollo infantil y una menor eficacia de ciertas vacunas. La magnitud de la exposición también sorprende: según el Centers for Disease Control and Prevention (CDC), hasta el 99 % de los estadounidenses —incluidos recién nacidos— presentan rastros de PFAS en la sangre.

La capacidad de las nuevas tecnologías para disminuir simultáneamente otros contaminantes refuerza la idea de que invertir en filtración avanzada puede generar beneficios de salud pública mucho más amplios de lo previsto inicialmente. En especial, porque las zonas con alta contaminación por PFAS suelen presentar, al mismo tiempo, niveles elevados de nitratos agrícolas o de subproductos de desinfección, lo que aumenta el riesgo acumulado.

Una cuestión de desigualdad en el acceso

Uno de los puntos más delicados que revela el estudio es la desigualdad en la distribución de estas soluciones. Mientras que alrededor del 28 % de las grandes compañías de agua en Estados Unidos cuentan con sistemas capaces de reducir PFAS de manera efectiva, apenas un 7 % de las empresas pequeñas —las que abastecen a menos de 500 personas— tienen acceso a estas tecnologías. En términos generales, se estima que solo el 8 % de todos los sistemas de agua del país disponen de filtros realmente eficaces contra los ‘químicos eternos’.

Este escenario provoca que comunidades más pequeñas y con menos recursos económicos enfrenten mayores riesgos, justamente porque carecen de la infraestructura necesaria. El investigador Varun Subramaniam lo explicó con claridad: “las comunidades que menos pueden costear la filtración avanzada son las que quedan más expuestas. Si no se destinan inversiones específicas, la brecha de inequidad seguirá ampliándose”.

El panorama regulatorio y los desafíos futuros

El contexto político no es más alentador. Según advierten los autores, las recientes decisiones de la Agencia de Protección Ambiental han supuesto un retroceso en los límites establecidos para PFAS en agua potable. Además, la entrada en vigor de nuevas regulaciones se ha postergado, lo que alarga el tiempo en que muchas poblaciones seguirán expuestas. Para los críticos, esta demora resulta especialmente preocupante en aquellas localidades que no tienen medios propios para instalar sistemas de filtración.

Ante este escenario, los investigadores plantean tres líneas de acción prioritarias. En primer lugar, aumentar la financiación federal y estatal destinada a implementar sistemas de filtración avanzada en las comunidades con menos recursos. En segundo lugar, estandarizar y reforzar el monitoreo nacional, de modo que se pueda seguir la evolución de múltiples contaminantes de forma integrada y continua. Y, finalmente, diseñar marcos regulatorios que no se centren en un contaminante a la vez, sino que consideren el conjunto de mezclas químicas a las que realmente están expuestos los ciudadanos.

Más allá de los ‘químicos eternos’

El hallazgo de que las tecnologías contra PFAS tienen efectos positivos sobre otros contaminantes cambia la manera de entender las inversiones en agua potable. No se trata únicamente de combatir un problema específico, sino de apostar por soluciones con beneficios cruzados. En un contexto en el que la contaminación del agua se presenta como un mosaico de sustancias variadas, esta perspectiva puede marcar la diferencia entre medidas parciales y un abordaje verdaderamente protector de la salud pública.

En palabras de Evans, “cuando una misma tecnología es capaz de disminuir varias amenazas al mismo tiempo, no solo optimizamos recursos: también garantizamos que el agua llegue a los hogares con una calidad muy superior. Ese es el verdadero valor de mirar más allá de los PFAS y pensar en la seguridad del agua como un todo”.

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